Archivo de la categoría: Derechos Humanos

Desplazamiento Forzado Interno

Desplazamiento forzado interno en México

Clara Jusidman e Ingrith Carreón

INCIDE Social A.C.

Ponencia presentada el 05 de Septiembre de 2019 en Acapulco, Guerrero, como parte de los trabajos de integración del Programa Nacional de Derechos Humanos (PNDH) 2019 – 2024 cuya finalidad es facilitar un espacio de diálogo entre los principales actores de la sociedad en el tema de desplazamiento forzado interno, que permita generar insumos para identificar propuestas que puedan ser integradas al PNDH.

En esta exposición presentaré los derechos de las personas desplazadas internas que deben ser respetados, protegidos, garantizados y promovidos y señalaré la importancia de que el tema sea incluido en el Programa Nacional de Derechos Humanos mediante una política pública de prevención, atención y protección de las personas en situación de desplazamiento.

Situación actual del desplazamiento interno en México.

El desplazamiento forzado interno en México si bien ha estado presente desde hace tiempo, es un tema que cobra especial importancia por sus causas actuales, sus características y por su gran impacto en el respeto, protección y garantía de los derechos humanos.

La Organización de las Naciones Unidas define como personas desplazadas forzadas internas a aquellas “personas o grupos de personas que se han visto forzadas u obligadas a escapar o a huir de su hogar o lugar de residencia habitual como resultado o para evitar los efectos de un conflicto armado, de situaciones de violencia generalizada, de violaciones a los derechos humanos o de catástrofes naturales provocadas por el ser humano y que no han cruzado una frontera internacionalmente reconocida”. Como también lo ha mencionado la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la protección que debe brindarles el Estado se debe mantener hasta que las personas puedan retornar a sus lugares de origen de manera voluntaria, digna y en condiciones de seguridad o lograr su reasentamiento voluntario en otra parte del país.

Como ya se ha señalado la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de Derechos Humanos de Defensa y Promoción de Derechos Humanos (CMPDH) reporta un total de 338,405 personas en esta situación entre el 2006 y 2018, en entidades como Guerrero, Chiapas, Sinaloa, Oaxaca y Michoacán, entre otras.

De especial preocupación es que los datos señalan que en el 72% de  25 episodios de desplazamiento observados por la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos en 2018 2018[1] se incluyen niñas y niños; en el 60% hubo presencia de mujeres; en el 52% de personas mayores; en el 45% personas indígenas; así también, los desplazamientos han ocurrido en la mayoría de las veces en las localidades rurales, en donde se enfrentan factores como el aislamiento y dificultad para denunciar los hechos de violencia; así como, la ausencia o la débil actuación de autoridades que acudan en su auxilio.

[1] http://www.cmdpdh.org/publicaciones-pdf/cmdpdh-episodios-de-desplazamiento-interno-forzado-en-mexico-informe-2018.pdf

Las causas del desplazamiento forzado interno han ido evolucionando en el país, así hasta antes de la década de los setentas, éstos estaban relacionados principalmente por casos de intolerancia religiosa, conflictos comunales y disputas por tierras y recursos naturales, así como por desarrollo de obras públicas como presas, mientras que particularmente a partir de los años noventa se relaciona principalmente con la violencia y la inseguridad donde se incluye la colusión entre autoridades, crimen organizado y empresas para facilitar la explotación de recursos naturales. Desde entonces se observa un incremento notable en el número de desplazados en Tamaulipas, Guerrero, Chihuahua, Veracruz y Sinaloa.

En los desplazamientos intervienen diversos actores como la delincuencia organizada, las policías comunitarias, las organizaciones de justica privada, las empresas como son las mineras y de desarrollo de energías alternativas,  autoridades gubernamentales por omisión o comisión, con incapacidad para generar seguridad, otorgar el acceso a la justicia, o por no resolver conflictos añejos relacionados con la propiedad y la tierra; por desconsiderar la opinión de las comunidades o pueblos originarios en los proyectos de infraestructura; la falta de protección de la tierra y de los recursos naturales ante el desarrollo de las actividades productivas; por confrontar al sector social frente a instancias privadas y públicas a las que el Estado brinda mayores beneficios.

La debilidad de las autoridades municipales o su colusión con grupos de poder criminales o económicos es un factor importante. Con preocupación se observa la comisión directa de delitos por parte de los agentes del estado, lo que acrecienta el ambiente de inseguridad, violencia y falta de confianza en las autoridades gubernamentales.

La falta de acciones para mitigar los efectos del cambio climático como la sequía o la ausencia de medidas preventivas para proteger la vida y el patrimonio de las personas ante los riesgos y fenómenos naturales que causan desastres, a su vez han sido algunas de las causas que han provocado la pérdida de vidas, bienes y medios de producción y han obligado a las personas a desplazarse internamente, como ocurrió con los sismos provocado en 2017, que dejaron a miles de personas en situación de desplazamiento.

 Situación actual de las víctimas en el país.

En la situación de las y los desplazados forzados internos en México, se observan las siguientes particularidades:

  1. Incremento de desplazamientos por la violencia.
  2. Invisibilidad del fenómeno debido a la ausencia de un sistema oficial de registro nacional de víctimas, con lo cual se desconoce su número, las múltiples causas que los generaron y sus consecuencias, sobre todo de los desplazamientos que se realizan de manera individual o “gota a gota”.
  3. Ausencia de alternativas de “solución verdadera”. De acuerdo con el Marco de Soluciones Duraderas para los Desplazados Internos presentado ante el Consejo de Derechos Humano de las Naciones Unidas “Una solución duradera se logra cuando los desplazados internos dejan de necesitar asistencia o protección específicas vinculadas con su situación de desplazamiento y pueden disfrutar de sus derechos humanos sin ser discriminados por esa condición”.

Por el contrario, en el país, los reasentamientos o retornos se han realizado sin condiciones de seguridad alguna, los lugares carecen de las condiciones necesarias para que las personas puedan llevar a cabo actividades productivas que permiten su auto sostenimiento o la obtención de medios de subsistencia, lo que las expone a incrementar su situación de pobreza y marginación. Asimismo, los retornos no se realizan en forma voluntaria, con lo cual, no se supera la situación de desplazamiento forzado en el que se encuentren las personas.

  1. Marginalización, explotación, abuso y pobreza. Los desplazados forzados internos tienen que dejar atrás sus proyectos de vida y en la mayoría de los casos, la pérdida de tierras, viviendas y otros bienes y componentes de su patrimonio, así como, la afectación de diversos derechos que se derivan del desarraigo y del desplazamiento.
  2. Afectación de las identidades y pertenencias culturales de las poblaciones cuyo vínculo y derecho a la tierra y territorio se ve vulnerado por el desplazamiento forzoso.
  3. Separación de sus estructuras sociales. Su situación de vulnerabilidad se incrementa ante la separación de las estructuras sociales, como la familia y las comunidades, especialmente de niñas, niños y adolescentes; mujeres, personas mayores; personas con discapacidad; mujeres madres de familia.
  4. Ausencia de legislación para prevenir y atender a los desplazados internos forzados. En Chiapas y Guerrero existen leyes, pero no se encuentran reglamentadas (2018). Esto dificulta su aplicabilidad, así como la instrumentación de programas y políticas púbicas.
  5. Las personas desplazadas internas desconocen sus derechos y las obligaciones del Estado para protegerlos.
  6. Inseguridad y la desconfianza en las autoridades. Las fuerzas de seguridad no son percibidas como agentes de protección, y tampoco de denuncia ante el temor a represalias.
  7. Persistente exposición a los grupos criminales. Los grupos de desplazados internos se convierten en un nuevo foco o recurso de reclutamiento para los propios grupos criminales.

Derechos de las personas desplazadas internas que deben ser respetados, protegidos, garantizados y promoción.

El desplazamiento forzado genera múltiples afectaciones materiales, sociales y emocionales a quienes lo padecen como la carencia de medios de subsistencia, vivienda digna, documentos de identidad, acceso a educación, salud y empleo, pérdida y abandono de propiedades y daños psicológicos, entre otros, es decir, el desplazamiento interno es una violación continua y múltiple de derechos humanos.

Ante este fenómeno, los Estados tienen cuatro obligaciones principales:

  1. la obligación de prevenir el desplazamiento;
  2. de proteger a los desplazados;
  3. de prestar y facilitar la asistencia humanitaria; y
  4. de facilitar el retorno, reasentamiento y reubicación de los desplazados.

Al respecto, los Estados deben garantizar los siguientes derechos propios de su condición de desplazamiento, así como, con los derechos humanos que deben ser garantizados a todos y que son afectados de manera particular:

  • Derecho a una protección especial y atención prioritaria
  • El desplazamiento en condiciones seguras y con respeto a los derechos humanos.
  • Derecho a la unidad familiar, al respeto a la vida familiar y al interés superior de la infancia
  • Derecho al retorno, reasentamiento o integración segura, de manera voluntaria y digna.
  • Derecho a la libre circulación y a escoger el lugar de residencia.
  • Derecho a la asistencia humanitaria.
  • Derecho a conocer el destino y paradero de las personas desplazadas que están desaparecidas.
  • Derecho a un nivel de vida adecuado mientras dure el desplazamiento y no cesen las causas que originaron el mismo.
  • Derecho a no ser discriminado.
  • Derecho a la propiedad. Tienen derecho a no ser privados arbitrariamente de sus propiedades y posesiones a causa del desplazamiento forzado interno y a que las autoridades realicen las acciones necesarias para protegerlas, en particular, contra los actos de despojo, destrucción, ocupación o cualquier uso arbitrario o ilegal.
  • Derecho al trabajo y asistencia social.
  • Derecho a la educación.
  • Derecho a la cultura. (preservación del patrimonio e identidad cultural)
  • Derecho al voto y a participar en los asuntos públicos
  • Derecho a la libertad y la seguridad personales.
  • Derecho a la salvaguarda de la integridad física, metal o moral; protección de la vida.
  • Derecho al debido proceso. Tienen derecho a una investigación pronta y eficaz que permita la identificación y enjuiciamiento de los responsables de los hechos que generaron el desplazamiento forzado interno de personas
  • Derecho a la información.
  • Derecho a la libertad de pensamiento, expresión, opinión y religión
  • Derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica. Las autoridades competentes deberán expedir todos los documentos necesarios para el disfrute y ejercicio de sus derechos legítimos
  • Derecho a la salud, incluyendo la salud mental.
  • Derecho a obtener reparación por el Estado de manera integral, adecuada, diferenciada, transformadora y efectiva.

 

Inclusión del desplazamiento forzado interno en el Programa Nacional de Derechos Humanos y medidas necesarias en el marco del diseño de una política pública de prevención, atención y protección de las personas en situación de desplazamiento

La incorporación del tema de desplazamiento en el Programa Nacional de Derechos Humanos es necesaria como un reconocimiento, visibilización y atención a la problemática que enfrenta cada vez más desafíos por la magnitud alcanzada en los últimos años, por la alta vulnerabilidad en la que se encuentran las personas y comunidades afectadas y la complejidad y el cúmulo de daños que conlleva.

Las personas desplazadas se encuentran en un marco de desprotección legal y de continua violación a sus diversos derechos humanos afectando sus proyectos de vida, su vida en comunidad y su bienestar en general, así como, el uso de los recursos naturales y el patrimonio cultural. Se trata de un fenómeno urgente de ser atendido, que también demanda de su prevención, es decir, evitar que las personas expuestas tengan que emprender la salida de su lugar de residencia como única solución.

Ante esto es indispensable la construcción de un marco de protección legal e institucional que sea capaz de garantizar los derechos humanos de las personas desplazadas internas en cualquier entidad de la República Mexicana, a fin de otorgarles protección, atención y asistencia; así como, para ofrecerles “soluciones duraderas” que les permita caminar en sus proyectos de vida y superar las condiciones que las expusieron a tomar dicha decisión; de velar por el interés público y el respeto por los derechos humanos.

De ahí que sea necesario el diseño de una política pública de prevención, atención y protección de las personas en situación de desplazamiento con enfoque de derechos humanos y con asignación presupuestaria, en el que se tomen en cuenta las causas específicas y diferenciadas, así como, los contextos sociales, políticos, económicos, culturales y ambientales, sus afectaciones individuales y sociales, además de un plan de acción de manera coordinada entre las autoridades de los tres niveles de gobierno y otros actores.

Dicha política debería incluir entre otras:

  1. Medidas de reconocimiento y visibilización del problema;
  2. Medidas de prevención que eviten su aparición
  3. Atlas actualizado de riesgos de conflictos religiosos, agrarios, políticos, de proyectos de obras, de empresas extractivas, de energías alternativas, de marinas y turismo, de riesgos ambientales, etc.
  4. Elaboración de diagnósticos específicos que incluyan las principales causas, factores y efectos de la problemática, así como, los contextos políticos, sociales, culturales y ambientales;
  5. Sistemas de alerta temprana;
  6. Desarrollo de capacidades estatales y no estatales de mediación, diálogo y solución de conflictos
  7. Protocolo para la atención inmediata (intérpretes, transporte, alimentación, atención a la salud, contención ante el estress, vestido y calzado, albergue, agua, higiene, etc.)
  8. Medidas de atención, protección de los derechos humanos y asistencia humanitaria; de retorno o reasentamiento y reubicación;
  9. Asegurar medios de subsistencia, protección al patrimonio personal y cultural y de acceso a un nivel de vida adecuado;
  10. Medidas de atención a la salud mental;
  11. Acciones de integración local de los afectados y de aceptación en las comunidades de arribo
  12. Acciones de sensibilización y difusión de derechos entre autoridades y población;
  13. La creación de un registro único nacional de personas en situación de desplazamiento forzado interno;
  14. El desarrollo de un marco normativo e institucional de prevención, protección y atención;
  15. El fortalecimiento del sistema de denuncias; de debido proceso, acceso a la justicia y reparación integral; así como, de la tipificación del delito de desplazamiento forzado interno, cuando las causas del mismo estén relacionadas con actos de violencia o que sirvan para obligar a las personas a abandonar sus residencias y bienes.
  16. Definición clara de persona víctima de desplazamiento forzado interno, sujeta de protección del Estado y del momento en que esa condición termina en razón de que se supera la situación de vulnerabilidad generada por el desplazamiento.

 

Bibliografia, Hemerografía y páginas web

-Araña Marcos Cedeño y María Teresa del Riego. Estudio sobre los desplazados por conflicto armado en Chiapas”. México. Programa Conjunto para una Cultura de Paz. ONU. 2012.

-Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. Informe especial. 19S.Radiografía de un desastre. CDHDF. México. 2018.

-Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Desplazamiento interno en el Triángulo Norte de Centroamérica. Lineamientos para la formulación de políticas públicas. OEA. 2018

-Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de Derechos Humanos de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos. “Desplazamiento forzado interno en México”. Disponible en http://cmdpdh.org/temas/desplazamiento

Episodios de Desplazamiento Interno Forzado Masivo en México. Informe 2018. DMDPDH. 2019. Disponible en http://www.cmdpdh.org/publicaciones-pdf/cmdpdh-episodios-de-desplazamiento-interno-forzado-en-mexico-informe-2018.pdf

-Comisión Nacional de Derechos Humanos. Informe sobe desplazamiento forzado interno (DFI) en México. México. CNDH. 2016

-Díaz Pérez María Cristina y Raúl Romo Viramontes. La violencia como causa de desplazamiento interno forzado. Aproximaciones a su análisis en México. SEGOB/CONAPO/UNFPA. México. 2019.

-Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios. México: Sismo 8.2 grados Richter. Disponible en https://www.paho.org/disasters/index.php?option=com_docman&view=download&category_slug=mexico-earthquake-september-2017-1232&alias=2531-terremoto-mexico-informe-situacion-1-13-setiembre-2017-coordinador-residente-onu-531&Itemid=1179&lang=en

-Parametría. “México y sus desplazados”. Disponible eb http://www.parametria.com.mx/carta_parametrica.php?cp=4288

-Rubio Díaz Leal, Laura. “Desplazamiento por desastres en México y en el mundo: la tragedia a la vista de todos”, en Otros Diálogos del Colegio de México. Disponible en https://otrosdialogos.colmex.mx/desplazamiento-por-desastres-en-mexico-y-el-mundo-la-tragedia-a-la-vista-de-todos

-Salazar Cruz Luz María. “Modalidades del desplazamiento interno forzado en México”. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades. Vol. 35. Núm.76. Ciudad de México. 2014.

 

Legislación e Iniciativas de Ley

-Comisión Nacional de Derechos Humanos. Propuesta General para solicitar se presente iniciativa de Ley General sobre Desplazamiento Forzado Interno. Disponible en https://www.cndh.org.mx/sites/all/doc/OtrosDocumentos/Doc_2018_063.pdf

-Ley de Asistencia Social, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 2 de septiembre de 2004. Disponible en  https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/328701/Ley_de_Asistencia_Social.pdf

-Ley General de Víctimas, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 9 de enero de 2013. Disponible en http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGV_030117.pdf

-Ley número 487 para prevenir y atender el desplazamiento interno en el Estado de Guerrero, publicada en el Periódico Oficial del Gobierno del Estado No. 58 Alcance I, el Martes 22 de Julio de 2014. Disponible en http://forodfi.cndh.org.mx/Content/doc/Normativo/Ley-487-DPI-Guerrero.pdf

-Ley para la prevención y atención del desplazamiento interno en el estado de Chiapas, publicada en el Periódico Oficial del Estado número 355, de fecha 22 de febrero del año 2012. Disponible en http://forodfi.cndh.org.mx/Content/doc/Normativo/Ley-DPI-Chiapas.pdf

 

Documentos internacionales

-Asamblea General de Naciones Unidas. Informe de la Relatora Especial sobre los derechos humanos de los desplazados internos. A/HRC/38/39.11 de abril de 2018.

-Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Informe del Representante del Secretario General, Sr. Francis M. Deng, presentado con arreglo a la resolución 1997/39 de la Comisión de Derechos Humanos. Principios Rectores de los Desplazamientos Internos. E/CN.4/1998/53/Add.2. 11 de febrero de 1998. Disponible en  https://www.acnur.org/fileadmin/Documentos/BDL/2001/0022.pdf

 

Familias y Violencia. Comentario a la ponencia de la Dra. Gina Zabludovsky*

Lo que nos plantea Gina Zabludovsky en su presentación, es que la cultura del trabajo, del trabajo por pago, sigue siendo una cultura fundada en una concepción en que existe un ganador de pan, una persona remunerada en cada familia y que las mujeres se dedican esencialmente a la reproducción de la fuerza de trabajo.

Es este modelo androcéntrico en términos de la cultura de trabajo, donde se espera que el hombre sea el que obtenga el dinero y que por ello esté disponible para el trabajo remunerado a tiempo completo. De ahí deriva la enorme dificultad de las mujeres para poder entrar a este mundo regido por una serie de jerarquías, horarios, estructuras basadas en la disponibilidad total, en tanto que ellas tienen que realizar otras tareas de cuidado y reproducción. La distribución entre sexos de las tareas domésticas y de obtención de ingresos siguen siendo muy inequitativa.

Cuando la mujer entra a realizar estudios superiores no se libera de reproducir los roles para los cuales fue socializada a nivel de las familias; entra a estudios en los campos de la educación, los cuidados en salud, la atención de otros y eso hace que también al insertarse en las empresas, las ocupaciones en donde lo hacen más mujeres sean generalmente aquellas que son una extensión de su función en el hogar. Lo que me parece interesante del planteamiento de Gina es que, aún a niveles directivos, en el desempeño al interior del trabajo, cuando llegan a ocupar posiciones de dirección, reproducen nuevamente tareas que se relacionan mucho con su construcción social y cultural como mujeres.

Uno de los temas incluido en las demandas actuales del movimiento feminista, es la conciliación o armonización entre el trabajo y la vida familiar. Es uno de los temas donde se está dando una lucha en dos vertientes: una por el lado del “parental leave” o permiso parental en el que se ha estado avanzando con cierta rapidez al incluirse en la legislación de varios estados, y por otra parte se plantea la necesidad de crear sistemas de cuidado que puedan ayudar y suplir algunas de las tareas en la atención, desarrollo y protección de los seres humanos, que lamentablemente, por varias causas que comentaré después, han sido desatendidas. Se observa una disminución de los tiempos que los miembros adultos de las familias destinan al cuidado de las nuevas generaciones. Ese es el tema que desde INCIDE Social, nos ha preocupado, porque consideramos que es una de las causas de las múltiples violencias que estamos experimentando.

En INCIDE Social estudiamos a las familias desde hace 20 años y nos ha preocupado más lo que ocurre con éstas en los últimos años por la guerra en la que estamos y por la crisis humanitaria que vivimos. En esta guerra terrible nos preguntamos qué ha pasado con las familias en su rol de reproducción de seres humanos, en su papel como espacio fundamental para la socialización de la infancia y lo que hemos encontrado es que las familias son una construcción social y cultural que ha estado cambiando permanentemente, por factores económicos, sociales, demográficos, culturales e incluso políticos; que observamos ya la presencia de una serie de estructuras familiares que no nos hubiéramos imaginado anteriormente. Hay por ejemplo algo que llaman las familias “dona”, que son aquéllas en la que están solo los abuelos con los nietos debido a que la generación intermedia, padre y madre, migraron o fueron desplazados o asesinados. Hay familias donde sólo viven hermanos y hermanas, sin adultos. Observamos un cambio muy importante en las estructuras familiares y uno de ellos es que el 25% de las familias están encabezadas por mujeres.

Como economista, algo que me interesa es estudiar a la unidad familiar como unidad generadora de ingresos y como unidad de gasto, y lo que hemos visto es que las fuentes principales de ingreso de las familias, que es casi el casi el 70% se obtiene de trabajo asalariado y el 11% de trabajo independiente. Estas fuentes de ingreso familiar han sido muy dañadas por la política económica adoptada por nuestro país por cerca de 40 años. Los niveles de ingreso familiar tienen mucho que ver con la fijación del salario mínimo en este país, misma que ha permitido que ese salario vaya cayendo espectacularmente. Actualmente se requiere de cuatro personas pagadas con un salario mínimo para ganar lo que una sola obtenía en 1976 o sea, si uno ve las gráficas de salario mínimo es para ponerse a llorar, estamos con un salario mínimo por debajo incluso de los países más pobres de AL, debido a que la estrategia de contención salarial es la base de la ventaja comparativa que ofrece México en la economía globalizada, es decir, mano de obra barata.

Y esto ha tenido un efecto perverso en las familias, que han debido usar a todos sus miembros adultos y aveces hasta a los niños para poder obtener ingresos en una economía de mercado.

Ya estamos hablando de cerca del 80% de la población de México que vive en zonas urbanas, que para poder cubrir sus necesidades tienen que salir obligadamente a obtener el ingreso fuera de su hogar y esto ha provocado una desatención de las tareas de cuidado particularmente de niños y adolecentes.

Lo que encontramos es que muchos niños y adolecentes de este país, y particularmente en las zonas de maquila, que son las ciudades más violentas en el norte del país, Tijuana, Reynosa, Matamoros, Ciudad Juárez, los niños, estos llamados peyorativamente “ninis” (lo que me parece un error que se les llame así), se encuentran solos, viven mucho tiempo solos, porque sus padres trabajan en la maquila en horas cambiantes e inciertos. Lo que planteamos es que este país como constructor de seres humanos ha fallado y ello tiene mucho que ver con los niveles de violencia que vivimos.

Por el lado del consumo, las familias de menores ingresos ocupan el 50% de su ingreso en alimentos, 11% en transporte y otro 11% en energía y combustibles y esos tres ámbitos del consumo han experimentado incrementos de precios espectaculares, porque hemos generado una dependencia alimentaria del exterior, así como de los combustibles. Entonces cuando hay problemas internacionales como los que hubo en el 2007 y 2008, con un incremento notable de los precios de los alimentos, las familias sufrieron mucho y se empobrecieron debido a esa dependencia.

Así, tanto por el lado del ingreso como por el lado del consumo las familias de menores ingresos se están viendo muy agobiadas. Un mecanismo de compensación también usado por las familias ha sido el mandar trabajadores al exterior que les permite la obtención de remesas, así como los programas de transferencia monetaria de ingreso. En la actualidad el 10% de población en el extremo de la pobreza deriva el 37% de sus ingresos de transferencias monetarias. En este momento el programa más grande de transferencias monetarias alcanza a más de 6 millones de familias.

En un contexto de este tipo uno se pregunta cómo no vamos a tener un país violento, si hemos construido niños abandonados, solos. Las escuelas ya no ejercen una función de socialización adecuada, en las investigaciones que nosotros hemos hecho, los maestros cada vez se separan más de los niños, les tienen miedo y ya no ejercen una función de contención y acompañamiento.

Lo que hemos destruido debido a diversos factores son las capacidades de contención de los grupos familiares, de las escuelas y de las comunidades. Hemos fomentado en cambio el individualismo y la competencia.

El tema es cómo podemos desarrollar políticas de familia que permitan recuperar, no sé si se puedan recuperar, esas capacidades de contención y de fijación de límites y reglas que tenían las familias.

Desde esa óptica, vemos el surgimiento de grupos de víctimas consecuencia de la guerra en México: 310 mil personas desplazadas en el país, miles de viudas, huérfanos, personas discapacitadas por armas de fuego y adicciones. En 15 años ha habido 330 mil homicidios dolosos, en una mayor proporción hombres, lo que implica quitarle a las familias a uno de sus miembros para la obtención de ingresos. Las familias están también afectadas por desapariciones de sus integrantes que se calculan en cerca de 34 mil, así como por los desplazamientos, por los que están perdiendo sus patrimonios, se han tenido que salir de las zonas donde no solo está el crimen organizado sino incluso empresas mineras que están en colusión con el crimen organizado y acaban expulsando a las familias de sus comunidades. La delincuencia está despojando a personas de sus tierras y de su patrimonio en varios estados de México.

En conclusión, desde mi punto de vista,hay una presión externa muy fuerte sobre las realidades y las tareas que tendrían que cumplir las familias como constructoras de seres humanos dignos, particularmente las familias de más bajos ingresos en el país.

 

*International Conference: Inequalities and families: an interdisciplinary perspective 29-30 November & 1 December 2017 Mexico City Committee on Family Research, RC06, International Sociological Association & National Autonomous University of Mexico.

Ampliación de la cobertura de la seguridad social a los trabajadores no asalariados autónomos o que los hacen por cuenta propia y a los trabajadores asalariados que trabajan en condiciones e informalidad.

Ampliación de la cobertura de la seguridad social a los trabajadores no asalariados autónomos o que los hacen por cuenta propia y a los trabajadores asalariados que trabajan en condiciones e informalidad.

Presentado en el marco de la 2° Semana de la Seguridad Social y el Empleo
Clara Jusidman Rapoport
26 de abril de 2017
Si bien este conversatorio es sobre pensiones suficientes el tema que quisiera yo tocar es el referido a la urgente necesidad de ampliar la cobertura de la seguridad social a todas las personas de manera progresiva si en realidad queremos reducir la desigualdad, enfrentar la pobreza y la exclusión y hacer efectivos los derechos humanos contenidos en los tratados e instrumentos internacionales de los que México es parte. Es un asunto de justicia social.
Como muchos instrumentos de la política social, la seguridad social tal como funciona en México actualmente, contribuye a ampliar la desigualdad: funcionarios públicos que gozan de altas pensiones frente a millones de trabajadores que ni siquiera llegan a obtener alguna.
Entiendo que en las últimas tres décadas la conversación se ha centrado en la sustentabilidad financiera de los esquemas actuales de pensiones y en general de la seguridad social, así como en la suficiencia de los montos que reciben las personas pensionadas. También se han desarrollado las pensiones sociales no contributivas y se estableció el seguro popular que si bien son un paso, no constituyen una red de seguridad social digna para los grupos excluidos de ésta.
Hay varias razones que considero deberían llevarnos a una reflexión más profunda sobre la pertinencia de mantener el enfoque de Bismarck de la seguridad social, limitado a crear una red de protección solamente para los trabajadores asalariados. Si bien el IMSS fue de gran utilidad en la etapa de industrialización del país y durante por lo menos cuatro décadas hasta finales de los años setenta, su pertinencia empezó a ser cuestionada en los años ochenta con el cambio de política económica y de visión sobre el papel del Estado en la provisión de bienestar.
Junto con la pérdida de poder de los sindicatos y confederaciones obreras, inicia una fase de decadencia de los servicios de seguridad social y de su presencia como una de las grandes instituciones del bienestar de las personas en el país. Así, se le deja de ver como una política que contribuye a la mejoría de la vida de las familias obreras para pasar a convertirse en una especie de pesadilla para los gobiernos conservadores.
La política de contención salarial adoptada por esos gobiernos y las bajas tasas de crecimiento del empleo formal contribuyeron a su deterioro. También ha influido la negativa de los gobiernos a ampliar la base contributiva y los impuestos a los sectores de altos ingresos.
Actualmente, la seguridad social en México enfrenta al menos el envejecimiento de la población, la prolongación de la esperanza de vida y el incremento de las enfermedades crónico degenerativas, que implican mayores costos para su atención.
El tema que me interesa destacar es que a casi 75 años de su creación, los intentos de ampliación de la cobertura de la seguridad social hacia otros trabajadores o grupos de población no han sido muy exitosos y se sitúan en el margen de sus servicios: no protegen a toda la población y limitan aquellos servicios que les proporcionan a quienes logran incorporarse mediante seguros voluntarios
La realidad en este momento en el mundo del trabajo, es que si bien cerca de tres cuartas partes de la población ocupada continúa siendo asalariada, por lo menos una tercer parte de ella trabaja en condiciones de informalidad, una de cuyas características es no tener afiliación a la seguridad social y enfrentar condiciones laborales precarias. El otro 25 por ciento es población ocupada no asalariada en la que se encuentran desde profesionistas, técnicos y trabajadores del arte hasta trabajadores en servicios personales, o trabajadores industriales, artesanos y ayudantes y un porcentaje importante de comerciantes.
Si bien es cierto que una proporción de los trabajadores asalariados en condiciones de informalidad son ocupados por empresas medianas y grandes así como por gobiernos que mediante una inspección del trabajo honesta, eficiente y bien aplicada podrían incorporarse al seguro social, otros son subcontratados por empresas que proveen servicios a esos mismos empleadores (outsourcing, terciarización); y un porcentaje alto trabajan para empresas micro y pequeñas que difícilmente alcanzan a cubrir los costos de la contratación. Muchas personas trabajadoras experimentan a lo largo de su trayectoria laboral entradas y salidas al empleo formal, al informal, al desempleo y a la inactividad y no logran alcanzar las semanas de cotización para obtener una pensión.
Este grupo de trabajadores junto con los no asalariados han sido estigmatizados como trabajadores informales en el imaginario colectivo de las élites, son un lastre para la economía por sus bajos niveles de productividad, la ocupación del espacio público para realizar sus actividades, producen y venden piratería, le quitan clientela a las empresas formales, etc.
La narrativa dominante es que la informalidad debe desaparecer, todos deben ser formalizados, son unos parias y el gobierno no debe aplicar un solo centavo del presupuesto en su beneficio o para genera con la participación de ellos, algún o algunos mecanismos de protección frente a enfermedades, accidentes, muerte, vejez y desempleo.
Esa fue la actitud asumida por los partidos conservadores en las recientes discusiones sobre el derecho humano al trabajo y del trabajo en la Constitución política de la Ciudad de México, cuando intentamos que quedara un mandato para que se desarrollaran modalidades de protección social a los trabajadores autónomos, independientes o por cuenta propia.
Otra forma de entender lo que se ha llamado informalidad que incluye a poco más de la mitad de la población ocupada en el país, podría darse si se desglosan los grupos de población que la componen:
1. Personas trabajadores que venden sus servicios a los hogares ya sea a un solo empleador o a varios. Incluye empleados domésticos, jardineros, choferes, cuidadores, enfermeros, pintores, personas que dan mantenimiento a las viviendas, que reparan aparatos domésticos, vehículos, entre otros. Los hogares no son empresas con fines de lucro y muchos de ellos tendrían dificultades para cubrir los costos de la contratación formal de trabajadores, incluyendo el pago de seguridad social.
2. Un amplio sector de ocupaciones y oficios tradicionales que existían antes de que se concibiera la categoría de informales y que se realizan por cuenta propia: artesanos, artistas, operadores de transporte, profesores, músicos, fotógrafos, modistas y costureras.
3. Personas que trabajan para organizaciones y empresas no lucrativas que son contratadas por honorarios o por remuneraciones asimiladas a salarios, con mínimas prestaciones.
4. Una proporción importante de comerciantes que trabajan por su cuenta o con apoyo de trabajadores asalariados, que lo hacen en pequeños establecimientos fijos, semifijos o en forma de ambulantes. Incluye por ejemplo a los locatarios de mercados públicos y tianguis y a vendedores de comida preparada.
Todos estos grupos de personas incluyendo a profesionales, técnicos y trabajadores del arte que trabajan por cuenta propia o como “free lance” no tienen cobertura de seguridad social.
Si se enferman y no pueden trabajar, nadie les cubre al menos una proporción del ingreso que pierden, cuando envejecen tal vez tienen acceso a una pensión social y si mueren sus familias quedan desprotegidas económicamente. Son trabajadores en la pobreza o con alto riesgo de sufrirla en alguna etapa de su vida.
Personalmente me pregunto si la calidad de vida de las élites no se vería afectada de modo importante si desaparecieran los servicios prestados por los llamados trabajadores informales o si la economía mexicana podía haber sostenido las bajas remuneraciones a las personas trabajadoras formales si no existirá una oferta de bajos precios de alimentos preparados y de ropa y calzado. La proliferación de puestos de comida en zonas donde empiezan a surgir oficinas es muy notoria.
En las nuevas modalidades de trabajo están surgiendo lo que se denominan ocupaciones atípicas que no se enmarcan en el tradicional trabajo asalariado, de tiempo completo y para un solo empleador. Un ejemplo es la terciarización o subcontratación, otros es el trabajo desde la casa, los trabajadores con contratos cero que están ahí dispuestos para una empresa que los utiliza y les paga sólo cuando tiene pedidos. La relación trabajador-empleador se va diluyendo bajo nuevas modalidades y con ello la responsabilidad que los segundos tienen para ofrecer condiciones dignas de trabajo.
Desde hace varios años en el país no se generan suficientes empleo formales, ni la precarización de las condiciones en que estos se crean ofrecen incentivos para que las personas opten por un trabajo formal.
Ahora bien, la fracción XXIX del artículo 123 de la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos señala “Es de utilidad pública la Ley del Seguro Social y ella comprenderá seguros de invalidez, de vejez, de vida, de cesación involuntaria del trabajo, de enfermedades y accidentes, de servicios de guardería y cualquier otros encaminado a la protección y bienestar de los trabajadores, campesinos, no asalariados y otros sectores sociales y sus familiares”
El derecho de toda persona a la seguridad social se encuentra consagrado tanto en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales como en el Protocolo Adicional en materia de Derechos Económicos Sociales y Culturales a la Convención Americana sobre Derechos Humanos conocido como Protocolo de San Salvador.
La Observación General No 19 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Naciones Unidas sobre la seguridad social, define el contenido y alcance del derecho a la seguridad social y es clara a señalar que “ aunque toda persona tiene derecho a la seguridad social, los Estados Parte deben prestar especial atención a las personas y los grupos que tradicionalmente han tenido dificultades para ejercer este derecho en particular. Las personas que trabajan en el sector no estructurado (párrafo 31) Además, textualmente establece que “los Estados Parte deben adoptar medidas, hasta el máximo de los recursos de que dispongan, para que la cobertura de los sistemas de seguridad social se extienda a las personas que trabajan en la economía no estructurada. Estas medidas podrían incluir a) la eliminación de los obstáculos que impiden el acceso de esas personas a los planes de seguridad social no tradicionales, como el seguro comunitario; b) el otorgamiento de un nivel mínimo de cobertura de riegos e imprevistos con una expansión progresiva en el tiempo; y c) el respecto y el apoyo a los planes de seguridad social desarrollados en el marco de la economía no estructurada, como los planes de microseguros y otros planes de microcréditos afines” También propone “se podrían desarrollar planes alternativos de bajo costo para ofrecer una cobertura inmediata a los excluidos de la seguridad social, aunque el objetivo debe ser integrarlos a los planes ordinarios de seguridad social. Se podrían adoptar políticas y un marco legislativo para integrar gradualmente a las personas que trabajan en el sector no estructurado o que por otras razones están excluidas a la seguridad social (parr. 54)
La OIT en su Recomendación 204 señala que los Estados Miembro deberían b) promover la protección de la seguridad y la salud en el trabajo y extenderla a los empleadores y los trabajadores de la economía informal.
En las buenas prácticas internacionales se ha observado que las iniciativas de ampliación de la cobertura del seguro social han tenido éxito cuando incluyen la adaptación de las prestaciones, las cotizaciones y las operaciones a las características de algunas categorías de trabajadores de la economía informal. Ente otras cosas, estas podrían consistir en:
– Dar a los beneficiarios la posibilidad de afiliarse a las ramas del seguro social que deseen, según sus necesidad y capacidad de aportar cotizaciones
– Permitir cotizaciones más flexibles a fin de tener en cuenta las fluctuaciones de los ingresos o los ingresos estacionales (por ejemplo en el caso de los trabajadores agrícolas)
– Incluir mecanismos específicos para determinar los niveles de cotización de los empleados y los trabajadores independientes cuando los ingresos reales son difíciles de evaluar
– Reducir los costos del registro y, ofrecer a los contribuyentes en pequeña escala ¨regímenes simplificados¨ en función tanto del riesgo como del cumplimiento de las obligaciones impositivas.
Esquemas como el minitributo desarrollado en Uruguay es un método particular de recaudación de seguridad social, aplicado como una categoría impositiva, para trabajadores autónomos con facturación limitada y pocas actividades comerciales en comunidades y espacios públicos. Tiene principalmente por objeto promover la cobertura de la economía informal.
La extensión universal de los servicios de salud, la creación de mutuales de salud, los regímenes de microseguros, así como diversas modalidades de transferencias monetarias como son las pensiones universales a las personas mayores, a familias con hijos o a determinados grupos, como son las personas con discapacidad, huérfanos y otras personas vulnerables han proliferado en el mundo. La OIT señala que las diferentes “políticas e iniciativas sobre la extensión de la cobertura deberían enmarcarse en el contexto de una estrategia de seguridad social nacional integrada”89ª reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo en 2001.
Desde hace muchos años he cuestionado el hecho de que las contribuciones a la seguridad social recaigan en las empresas que ofrecen trabajo pues esos pagos encarecen el costo de la fuerza de trabajo y van en contra de las políticas de generación de empleos. Lo mismo ocurre con los socorridos impuestos sobre la nómina. Consideraría más justo que fueran las empresas que se automatizan y buscan evitar la contratación de mano de obra las que deberían cubrir los costos de las prestaciones generales a los trabajadores.
Me parece también injusto que de los impuestos generales se derive la cuota gubernamental para el pago de la seguridad social que beneficia sólo a los trabajadores asalariados y excluye a los no asalariados, particularmente cuando después de tantos años de haberse implantado la seguridad social es más que evidente que estos últimos nunca se convertirán en asalariados en condiciones formales de trabajo y por el contrario están surgiendo un número creciente de trabajos atípicos por el desarrollo tecnológico y los cambios culturales. Esta situación es discriminatoria e injusta dado que seguramente un importante número de trabajadores autónomos hacen contribuciones al presupuesto público, sin recibir la contraprestación de la seguridad social.
Me parecería entonces que la aspiración debería ser un cambio progresivo del financiamiento de la seguridad social por impuestos generales, la aplicación de una reforma tributaria más equitativa que amplíe los ingresos públicos y la incorporación progresiva a la seguridad social de aquellas personas que han sido históricamente excluidas, tomando en cuenta el máximo de recursos disponibles. Esto en el fondo significa para México un cambio profundo en la perspectiva conservadora de las élites gobernantes.

Palabras de la Diputada Clara Jusidman sobre grupos de atención prioritaria en asamblea Constituyente

Estoy tomando la palabra en esta ocasión para pronunciarme en contra del Dictamen de la Comisión de Carta de Derechos al Artículo 16. Este Artículo debería expresar el compromiso de los habitantes de la Ciudad de México y de sus autoridades con grupos de población que por su edad, sexo, condición social, jurídica o de discapacidad, su preferencia o identidad sexual, origen étnico o territorial somos discriminados  al ser invisibilizados, excluidos y desconsiderados como personas con derechos.

No se trata de grupos “vulnerables”, sino de grupos vulnerabilizados por la forma en que se nos ve, por el maltrato de que somos objeto, por el aislamiento que experimentamos o por la desconfianza o la compasión que se nos tiene por ser viejos o jóvenes, personas con discapacidad,  indígenas, niños o niñas, indigentes, o al tener una piel más obscura o hablar diferente.

En el Proyecto de Constitución del Jefe de Gobierno al desarrollar este artículo, el Grupo Redactor intentó hacerlo con una perspectiva de derechos humanos, que expusiera con claridad para los habitantes de la  Ciudad los derechos que tenemos los integrantes de estos grupos y que nos resulta de particular importancia, que sean respetados y garantizados por los demás miembros de la sociedad y por las autoridades, por nuestra dignidad como personas.

Sin embargo, al revisar el resultado del dictamen me encuentro con un cambio de enfoque donde de titulares de derechos, pasamos a ser considerados sujetos de protección y solidaridad social. Esto seguramente como resultado de una metodología impuesta a la Comisión en razón de la cual nunca se revisó y discutió colectivamente el Proyecto del Jefe de Gobierno y que desde el principio, se manejó como un acuerdo paralelo de los Partidos Políticos.

Esta visión adultocéntrica como suele denominarse, nos convierte en personas dependientes, en personas disminuidas, o incluso en personas peligrosas que requerimos ser protegidas o contenidas por nuestros padres o nuestros hijos, por la sociedad adulta y blanca  o en el mejor de los casos, por un sistema de asistencia social dado que no podemos valernos por nosotras mismas.

El primer párrafo del Artículo 16 fue cambiado para iniciar diciendo “La Ciudad de México reconoce las condiciones de vulnerabilidad que enfrentan los grupos de personas que, debido a la desigualdad estructural padecen discriminación, exclusión, maltrato, abuso, violencia y riesgo de afectación constante a sus derechos y libertades fundamentales. Se les protegerá y se les garantizará una atención prioritaria para el pleno ejercicio de sus derechos”

En el texto inicial del Proyecto del Jefe de Gobierno en este Artículo se reconoce que se les protegerá porque enfrentan, no padecen, discriminación, exclusión, maltrato, abuso etc. por lo que se les garantiza una atención prioritaria. Se señala con claridad además que “las autoridades y la sociedad son corresponsables para que estas personas puedan ejercer plenamente todos los derechos reconocidos por esta Constitución especialmente:

  1. A vivir en igualdad de condiciones en la comunidad
  2. A una vida digna y libre de discriminación y violencia
  3. A decidir sobre su persona y su patrimonio
  4. A la libertad, independencia, privacidad, intimidad y a la autonomía personal
  5. Al buen trato, al afecto, a la convivencia armónica y al cuidado por parte de sus familiares, las autoridades y la sociedad
  6. A la plena inclusión y la participación en la comunidad
  7. Al trato igualitario y al amparo frente a situaciones de desprotección”

Todos estos derechos que son aplicables a todos los grupos de atención prioritaria, fueron eliminados en el Dictamen o tomados con el enfoque asistencialista dominante en el mismo.

En el seno de esta Asamblea se ha difundido una preocupación compartida por varios interesados en la agenda de niños, niñas y adolescentes. Se percataron de que a estos en el Dictamen no  los reconoce como sujetos de derechos, por lo que ya han introducido varias reservas.  Pero igual sucede con los jóvenes, con las personas mayores, con los migrantes y las personas sujetas de protección internacional, con las víctimas, con las personas en situación de calle. Los incisos donde se expresaban sus derechos en el proyecto original fueron eliminados y sólo se privilegió la actuación de “protección” que deberían tener las autoridades respecto de esos grupos. Además en varios de estos, que no en todos los incluidos en el Artículo 16, se inician los incisos correspondientes con la protección que la Constitución debe darles.

Un ejemplo que me parece dramático personalmente porque me atañe directamente, es el texto del apartado F del artículo 16 del Dictamen que señala: Las personas mayores serán protegidas por esta Constitución en razón del principio de la solidaridad social.

Yo no quiero ser protegida por un principio de solidaridad social. Yo como persona mayor quiero ser reconocida en mi calidad de titular de derechos de recibir un trato digno y con afecto, de poder decidir sobre mi vida y sobre mi patrimonio,  sobre los tratamientos médicos que me van a aplicar o sobre mi muerte con dignidad ypoder demandar el desarrollo de infraestructura, equipamiento y mobiliario urbanos que consideren mis crecientes dificultades de movilidad.

En fin quiero que mis derechos humanos sean reconocidos por todas y todos y por las autoridades, no quiero caridad, no quiero protección, no quiero asistencia social y cuando la requiera es porque ejerzo un derecho y no porque la recibo como dádiva.

Mi propuesta es que la Comisión de Carta de Derechos recupere el enfoque de derechos humanos en el Artículo 16 y que se rescaten los incisos del Proyecto donde se enlistan aquellos derechos que son de especial importancia para el grupo correspondiente.

El matrimonio igualitario dentro de la reconfiguración de los arreglos familiares

El matrimonio igualitario dentro de la reconfiguración de los arreglos familiares.

Clara Jusidman Rapoport

21 de septiembre 2016

Foro en el Senado de la República

Las familias son construcciones sociales que responden a los cambios económicos, sociales, culturales y políticos que ocurren con la evolución de las sociedades. Su configuración, su estructura y los roles que se asignan a sus miembros van variando de acuerdo a las necesidades que deben cubrir para estos integrantes. Es así que, por ejemplo, las familias en las sociedades feudales debían asumir una serie de funciones para la sobrevivencia de sus miembros muy distinta a las que ahora cumplen las familias en sociedades modernas, secularizadas, urbanas y más educadas en las cuales los Estados y el mercado juegan un papel importante en la cobertura de las necesidades de los seres humanos. En la actualidad por ejemplo, en nuestro país un número creciente de los miembros de las familias y de sus tiempos de trabajo deben dedicarse a la obtención de ingresos para la sobrevivencia de los grupos, reduciendo los tiempos destinados al cuidado y a la reproducción de los seres humanos.

Las personas se reúnen en familias con propósitos muy diversos. Si bien es cierto que varias lo hacen con fines de procreación y subsistencia otras privilegian la convivencia, el afecto, la protección, el cuidado o la seguridad económica actual y futura. No pocas forman familias para evitar la soledad y lo hacen particularmente en la vejez y en la juventud.

Las familias contribuyen en la construcción de los seres humanos ofreciendo medios de subsistencia, afecto, transmitiendo valores y dotando de habilidades para la vida, pero aun estas funciones tan fundamentales pueden ser compartidas por otras estructuras sociales como son las organizaciones comunitarias, las escuelas, el Estado o las empresas del mercado.

El surgimiento del Estado y del mercado redistribuyó funciones en el desarrollo de los seres humanos que anteriormente eran sólo competencia de las familias y las comunidades: la provisión de alimentos, de educación, de salud, de transporte, entre otras. Las llamadas organizaciones de la sociedad civil ofrecen ahora talleres y cursos sobre valores y habilidades para la vida.

La evolución de las sociedades desde el siglo XIX donde se inicia el reconocimiento de los derechos humanos de las personas hasta llegar a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y a la secuela de instrumentos internacionales que derivan de la misma, introducen un cambio fundamental en las relaciones que se dan al interior de las familias entre sexos y generaciones.

Las relaciones familiares experimentan modificaciones importantes frente al reconocimiento de las mujeres como personas con igualdad de derechos y obligaciones que los varones, el reconocimiento de los niños y las niñas como personas de pleno derecho y la postulación del interés superior de la infancia, así como la aceptación de la existencia de diversidad sexual entre los seres humanos. Las relaciones de subordinación de las mujeres y los miembros jóvenes de las familias con respecto a la autoridad de los hombres sufre un vuelco al reconocerse los derechos humanos de todos y todas y la cultura machista que tanto dolor y violencia causa resultó profundamente cuestionada.

A ello se agregan varios derechos reconocidos para todo ser humano: a la igualdad, a la no discriminación, a la autodeterminación, a la libertad de creencia, a la autonomía personal, a la dignidad, a una vida libre de violencia, entre otros.

Desde mi perspectiva, la compartición de funciones que antes eran exclusivas de las familias con el Estado y el mercado, el reconocimiento de que todas las personas tenemos derechos humanos y los avances en las ciencias de la reproducción humana determinan cambios sustanciales en la configuración de las familias de principios del siglo XXl.

Al nivel del Estado  obligan a la actualización de los marcos jurídicos y de las políticas y programas públicos dirigidos a las personas y las familias. Al nivel de la vida social generan modificaciones que paulatinamente van siendo aceptadas y que rompen con concepciones rígidas que ya no se adaptan a la realidad.

Así la negativa a reconocer configuraciones familiares que no se ajustan a la concepción de la llamada familia “natural” o nuclear formada por hombre y mujer unidos por matrimonio civil y religioso y sus hijos, cuyo propósito es la procreación, está siendo controvertida por las constantes transformaciones sociales que ocurren en la realidad y que van modificando los arreglos familiares que realizan las personas para la convivencia cotidiana.

Desde la creciente presencia de familias monoparentales, familias recompuestas formadas por personas que tuvieron matrimonios o arreglos de convivencia previos, las familias extensas, las familias de parejas homosexuales,  las formadas por parientes o incluso por no parientes sólo con fines de convivencia, protección, crianza y cuidado determinan que la proporción de familias nucleares de parejas heterosexuales se vaya reduciendo  en el extenso y diverso mundo de los arreglos familiares.

Es en razón de esta realidad que se transforma permanentemente y  honrando los derechos humanos de la personas de la diversidad sexual se hace indispensable en el marco jurídico que rige nuestras relaciones sociales, económicas y políticas que el matrimonio igualitario entre parejas de igual sexo sea reconocido de manera que estas parejas puedan disfrutar de iguales derechos que las de personas heterosexuales, incluyendo la herencia, la seguridad social, la propiedad compartida de bienes e incluso la adopción.

Cossío Díaz y Orozco y Villa señalan que si bien debe establecerse que en nuestro país ”existen otras figuras- como el concubinato y la sociedad de convivencia, que pueden dar protección jurídica a las parejas homosexuales-, nos parece que sería un error no reconocer el peso que aún tiene el matrimonio como institución y mecanismo de legitimación de las relaciones sociales”

El matrimonio continúa teniendo un valor simbólico importante en el compromiso de convivencia que realizan las parejas, aunque también se observa en el país que la tasa de matrimonios de parejas heterosexuales se va reduciendo en el tiempo y la edad para contraerlo se va retrasando.

Diversos estudios realizados muestran que son las mujeres, las personas con ideología progresista, las que habitan en zonas urbanas, las personas jóvenes, las personas con mayor número de años de educación y  aquellas con mayores niveles de ingreso las que muestran mayor aceptación de los matrimonios igualitarios.

La mayor resistencia y oposición se presenta entre los hombres, las personas mayores que fueron socializadas en otras épocas, los habitantes en territorios rurales, las personas con menores grados de educación y con niveles económicos más bajos y aquellas para los cuales la religión es muy importante y acuden a reuniones de grupos religiosos.

México junto con Canadá, Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Brasil, Chile y Colombia son los países de América donde existe mayor aceptación de la población al matrimonio entre personas del mismo sexo.

El reconocimiento de la diversidad sexual y de los derechos de la población LGTBITTT, así como del matrimonio igualitario son parte de la evolución en las relaciones sociales en una sociedad moderna, secular, con mayor educación e información y crecientemente urbana.

Referencias:

Cossío, J y L. Orozco (2016), “Reconfigurando las familias desde el derecho y el matrimonio igualitario”, Coyuntura demográfica, Núm. 10, pp- 15-23.

Lodola, G y M. Corral (2010), “Apoyo al matrimonio entre personas del mismo sexo en América Latina”, Perspectivas desde el Barómetro de las Américas, Núm. 44, disponible en http://www.vanderbilt.edu/lapop/insights/I0844.esrevised.pdf

Maldonado, A (2015), “Matrimonio entre personas del mismo sexo resuena fuertemente entre los jóvenes en las Américas”, Barómetro de la Américas: Actualidad, LAPOP, disponible en http://www.vanderbilt.edu/lapop/insights/ITB021es.pdf

 

Los derechos humanos en México en 2016. Una apreciación general.

Los derechos humanos en México en 2016. Una apreciación general[1]

Clara Jusidman

Por México Hoy

El avance en materia legislativa que logramos en 2011 al incorporar los derechos humanos  como eje rector de la Constitución Federal, se puede considerar como un punto culminante de un proceso de aceptación del enfoque de derechos humanos en la política pública de nuestro país y de apertura de México al escrutinio de los organismos internacionales en la materia.

Este proceso se inició a finales de la década de los años noventa del siglo pasado. Caminó en paralelo con la llamada “ciudadanización” del Instituto Federal Electoral concretada con la reforma política de 1996/97.

De 1997 a 2003 podríamos afirmar que el país avanzo en materia de democracia electoral y de derechos humanos. En 2003 realizamos un importante diagnóstico sobre los obstáculos que impedían la realización de estos últimos en México que contenía 31 recomendaciones y se inició la elaboración participación ciudadana el primer Programa Nacional de Derechos Humanos. Se empezó también a recibir relatores especializados de la Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y se instaló una Oficina en México de esa Alta Comisionada.

Sin embargo desde 2003 los partidos políticos empezaron a repartirse las instituciones, las posiciones y los recursos de los tres poderes del Estado Nacional, así como de los gobiernos de los Estados, incluyendo a los consejos y directivos de los órganos autónomos. Desde ese año lo que hemos llamado “partidocracia”, sustituyó al autoritarismo del Partido de Estado. La pluralidad de partidos en México ha conspirado contra los avances democráticos y bloqueado la participación ciudadana en los procesos políticos. Tenemos cúpulas partidarias crecientemente corruptas y alejadas de la población que negocian entre ellas cuotas de poder.

En 2016 enfrentamos un discurso retórico que abusa del concepto de derechos humanos incompatible con la profunda crisis humanitaria en la que el país es sumido.

En la actualidad todos estamos agobiados por las violaciones generalizadas a los derechos civiles cometidas por diversos agentes: el crimen organizado, las empresas transnacionales, los diversos poderes de hecho,  las policías, el ejército, los políticos en el poder; esas violaciones afectan a todo tipo de personas jóvenes, mujeres, niños y niñas, adolescentes, migrantes; ocurren en todo el territorio nacional y se expresan en muy diversas modalidades de violación: homicidios dolosos, desapariciones forzadas, despojos, secuestros, extorsiones,  desplazamientos, violaciones y trata de mujeres, niñas y niños, sometimiento y esclavitud, tortura y malos tratos. Estos son los términos y las realidades que se han incorporado a la vida y al léxico de los mexicanos en la última década. Nuestro derecho al Estado, nuestro derecho a una buena administración, se encuentra conculcado profundamente. Reflejan una ausencia grave de Estado.

Los derechos políticos  son conculcados mediante el manejo clientelar de las elecciones, la compra de votos, el abuso de los recursos públicos, los reiterados fraudes y el control de las instituciones electorales. Las campañas y procesos electorales han corrompido la vida pública y aumentan la conflictividad social.

En materia de derechos económicos, sociales y culturales los programas de transferencias monetarias condicionadas que pronto celebrarán 20 años de estar operando con su programa emblemático Progresa/ Opotunidades/Prospera, lo más que han logrado es mantener los niveles de pobreza iguales a los que prevalecían en 1992. Se montaron en un aparato de educación y salud que fue desarrollado a partir de la Segunda Guerra Mundial que se ha venido deteriorando en su calidad y pertinencia y que en nada contribuye a romper la transmisión intergeneracional de la pobreza. Las brechas de desigualdad permanecen iguales.

El trabajo  y el salario en lugar de fortalecerse como mecanismos redistributivos del ingreso para permitir a las familias acceder a mejores niveles de bienestar así como a una reproducción saludable, digna  y positiva de la fuerza de trabajo, se han convertido en mecanismos de control y empobrecimiento de los sectores asalariados y han propiciado la fuga de muchos jóvenes a la migración y hacia actividades informales, ilegales e incluso criminales.

Ni que decir del desastre que priva en el campo mexicano a partir de las reformas al 27 constitucional y la firma del TLC: la destrucción del ejido y la propiedad comunal, el neolatifundismo, la competencia en el uso del suelo y de los recursos hídricos, la irracional expansión horizontal de las ciudades y la aparición de nuevos agentes económicos extraños en la vida de las comunidades rurales, la entrega del subsuelo a las empresas mineras que sumados a las consecuencias del cambio climático han acelerado las migraciones del campo, el abandono del campo, el desalojo de comunidades enteras, la ruptura de identidades y tejidos social y el aumento de la dependencia alimentaria del país.

El discurso político oficial en materia de derechos humanos no se compadece con lo que realmente está ocurriendo en el territorio nacional en materia de violación sistemática y generalizada de la dignidad,  la integridad, el patrimonio y  la vida de las personas. Sólo las miradas y críticas externas  han obligando a nuestros precarios, fallidos y omisos gobiernos a mirarse al espejo y darse cuenta que mientras ellos viven en las nubes el país se está deshaciendo.

La triste realidad es que la tan esperada transición a la democracia se convirtió en una transición al desastre, a la dispersión del poder entre múltiples agentes económicos y políticos que no encuentran límites ni contrapeso a sus desmedidas ambiciones y que pueden cometer todo tipo de arbitrariedades sin consecuencia alguna.

Porque la transición fue trunca, se limitó a la materia electoral y por ello fue rápidamente revertida. Ni el perjudicial modelo económico neoliberal fue cambiado, frustrando con ello el cierre de brechas de desigualdad y  el tránsito hacia una democracia económica; ni la concentración del poder mediático fue alterada persistiendo el duopolio informativo y una renovada violación a la libertad de expresión; ni el aparato de justicia se movió un ápice de sus espacios de privilegio y confort, consintiendo la corrupción y la impunidad que permea toda la vida pública del país.

Varias  preguntas surgen:

¿Por qué ante tal desastre permanecemos impasibles?

¿Por qué no estamos dispuestos a sacrificar parte de nuestros propósitos para construir consensos que nos permitan avanzar?

¿Por qué no encontramos agendas que nos unifiquen y modalidades que nos permitan cambiar este estado de cosas, sin esperar que sean los grupos en el poder político y económico  los que cambien?

Cambiar el modelo económico dominante, recuperar al Estado, democratizar los medios de comunicación y recuperar la libertad de expresión, alcanzar una profunda reforma de la justicia, enfrentar el deterioro ambiental y el cambio climático y conseguir una sociedad que conviva en paz, son sólo algunos de los posibles temas de confluencia.

Necesitamos construir fortalezas ciudadanas, encontrar formas de organizarnos para frenar y sancionar la corrupción y la impunidad, empoderarnos económicamente y enfrentar los abusos que se sustentan en la subordinación y pobreza de millones de mexicanos; echar mano de las acciones y amparos colectivos, protestar frente a cada agravio que proviene de decisiones de los tres poderes del Estado, de los partidos políticos y de los poderes de hecho, aprovechar en fin, nuestro poder como trabajadores, consumidores, educadores, mujeres organizadas, padres y madres de familia, estudiantes, víctimas, activistas cívicos y defensores de derechos humanos.

 

[1] Intervención en el Espacio de Diálogo para a Articulación de Agendas 12/05/2016

¿Por qué es necesario reivindicar el derecho a la ciudad? Obstáculos para reivindicar el derecho a la ciudad en México

Seminario Internacional de gobiernos locales por el Derecho a la Ciudad

Panel 1 En la nueva etapa de urbanización mundial, ¿por qué es necesario reivindicar el derecho a la ciudad?

Obstáculos para reivindicar el derecho a la ciudad en México

Abril 20, 2015

Las ciudades mexicanas han experimentado una gran transformación en los últimos 20 años. Esa transformación ha ido en sentido contrario a la realización del derecho a la ciudad de sus habitantes. Las ciudades mexicanas se han convertido en lugares poco propicios para una vida digna con bienestar y seguridad para las personas, dificultan la convivencia y la creación de solidaridad y comunidad. Son aglomeraciones humanas desordenadas, saturadas, conflictivas, contaminadas ambientalmente y con altos niveles de segregación socioeconómica.

Cuando uno recorre el territorio mexicano y particularmente las zonas donde se asientan las grandes ciudades, uno se cuestiona si realmente en algún momento en el futuro en México será posible alcanzar el derecho a la ciudad considerada ésta como un espacio de vida digna para quienes la habitan. Las heridas profundas que se han infringido a las ciudades y al paisaje urbano en los últimos veinte años que derivan de fuertes inversiones en desarrollos inmobiliarios de vivienda y comerciales, así como de vialidades para el transporte en automóvil privado; la destrucción imparable del patrimonio arquitectónico y de colonias emblemáticas en varias de esas ciudades, así como la destrucción del medio ambiente físico; el abuso de los recursos hídricos y los niveles alcanzados de contaminación del aire, de ruido y del espacio por medio de anuncios espectaculares, la privatización del espacio público, representan grandes obstáculos para recuperar ciudades para el bienestar y la convivencia  humana.

Al poner en el horizonte la realización del derecho a la ciudad como un gran objetivo, considero que es indispensable reconocer esos obstáculos con el propósito de distinguir aquellos que son irremontables porque constituyen heridas profundas en el entorno urbano, de aquellos otros sobre los que hay que actuar de inmediato para evitar la profundización del daño aunque se obtengan resultados hasta el mediano y largo plazos. Por ello en esta exposición quisiera referirme al origen y a la naturaleza de algunos de estos obstáculos que al ser reconocidos por el Estado y los causantes de su existencia conduciría a  un compromiso y a una política de Estado para frenar su crecimiento y de ser posible, revertirlos.

Varios factores han detonado lo que podríamos considerar una crisis urbana en México. Entre ellos destacan los siguientes:

1.El desorden y la ilegalidad en las formas de poblamiento precario de las periferias urbanas a través de la adquisición ilegal de predios en terrenos agrícola circundantes o de invasiones propiciadas por liderazgos políticos.

  1. La liberación del mercado de tierras ejidales y comunales a partir de la Reforma al Artículo 27 de nuestra Constitución en 1992 que eliminó los cinturones afgrícolas que limitaban la expansión horizontal de varias ciudades.
  2. La transferencia del control del uso del suelo a los gobiernos municipales sin haberlos dotado de capacidades y estructuras institucionales para regular y controlar las expansiones ilegales, ni de recursos para la adquisición de tierras, la constitución de reservas territoriales y la dotación de servicios sociales y de seguridad e infraestructura urbana para los nuevos desarrollos sean estos formales o precarios.
  1. La presencia ancestral de especuladores de la tierra que promueven la revalorización de terrenos cercanos a las ciudades en connivencia con las autoridades locales y que han aprovechado la liberación del mercado de tierras para aumentar sus riquezas.
  2. El crecimiento del capital inmobiliario y de las llamadas empresas vivienderas y la transformación de la participación del Estado de promotor y productor de vivienda a financiador de los desarrollos de éstas.
  3. La desaparición de las políticas y programas gubernamentales de desarrollo urbano a través de los planes reguladores del crecimiento urbano, de institutos de planeación y desarrollo, así como de diversas medidas, instituciones y normas que permitían ordenar el crecimiento de las ciudades. En su caso también, la violación sistemática de las normas de uso del suelo y de los planes de desarrollo urbano cuando estos existen por pobladores, constructoras y funcionarios con total impunidad.
  4. Altos niveles de corrupción de los funcionarios, legisladores y regidores relacionados con el ordenamiento y planeación urbana y uso de la dotación de terrenos y viviendas para la formación de clientelas políticas con fines electorales.
  5. Presencia de la delincuencia y el crimen organizado en muchas ciudades donde crean gobiernos paralelos, extorsionan y cobran uso del suelo, venden protección y seguridad y reclutan jóvenes para el sicariato.
  6. La profunda desigualdad socioeconómica y el traslado de la pobreza rural hacia las ciudades por el abandono de políticas de apoyo y promoción a los pequeños productores rurales.
  7. La utilización de la dotación de viviendas con financiamiento bancario como un mecanismo de control de la protesta social al convertir a las familias de bajos recursos en propietarias.

Este conjunto de factores han contribuido a que el crecimiento urbano y el desarrollo de las ciudades en los últimos 20 años tenga entre otras tres  características que me permitiría destacar:

  1. Un crecimiento horizontal de las ciudades que con frecuencia excede al crecimiento de la población. Hay tres fuentes principales de ese crecimiento horizontal:

A) La invasión u ocupación de tierras de mala calidad o en zonas de riesgo en las periferias urbanas por pobladores pobres expulsados de actividades económicas del campo como fue el caso de Mérida con el desalojo de trabajadores al caer la industria henequenera, el desplazamiento creciente de poblaciones por el crimen organizado o por las empresas mineras como ocurre en Guerrero, Sinaloa o Chihuahua o en sentido inverso, la atracción de trabajadores por el desarrollo de nuevas actividades como fueron las maquiladoras en las ciudades de la frontera norte o el desarrollo de centros turísticos como Cancún o Acapulco.

B) Un segundo factor que contribuye al crecimiento urbano horizontal ha sido el desarrollo de proyectos inmobiliarios de vivienda alejados de los centros de la ciudades muchas veces de gran tamaño que se ha extendido en todo el país, y que tiene su origen en la adquisición de terrenos de bajo costo, las enormes ganancias del capital inmobiliario y la connivencia con autoridades locales o financiadoras. En zonas circundantes de las ciudades mexicanas ahora es frecuente observar grandes desarrollos de vivienda aislados en medio del campo o construidos encima de montes, que se asemejan a palomares por la gran cantidad de viviendas con lotes y tamaños ínfimos y en ocasiones con una baja calidad de construcción como ocurre en la Ciudad de Chihuahua.

C) La construcción de instalaciones públicas alejadas de las ciudades como son centros universitarios, centros de oficinas gubernamentales o incorporación interesada y corrupta al fundo urbano de terrenos para parques industriales  como es el caso de San Jerónimo en Ciudad Juárez. Esta estrategia permite la revaloración de las tierras que quedan entre la ciudad y esos desarrollos, tierras que con frecuencia están en manos de especuladores vinculados con los políticos locales o municipales. Es el caso también en Ciudad Juárez por ejemplo de la Ciudad del Conocimiento construida por la UACJ a 25 km. de distancia del centro de esa ciudad.

Estos tres procesos provocan que las ciudades se vayan extendiendo pues aparecen corredores de servicios y comercios, servicios de transporte hacia las nuevas instalaciones públicas o hacia los nuevos desarrollos de vivienda.

Algunos de los efectos en la vida de las personas y de las familias de ese crecimiento horizontal conllevan a la ruptura del tejido familiar y social en razón de que las familias recién formadas tienden a buscar vivienda en los nuevos desarrollos alejándose de sus familias de origen. Las visitas y el mantenimiento de los lazos con estas se dificultan por la carencia, alto costo y tiempo prolongado que toma el trasportarse.

Así, la horizontalización de las ciudades mexicanas conlleva un aumento en el tiempo de traslado e impacta al gasto de las familias destinando una mayor proporción al pago de transporte que se convierte en irreductible. Provoca desgaste, cansancio, conflictos y enojo de la población.

Otro efecto se relaciona con la descolocación de la infraestructura de servicios sociales y comerciales desarrollada en las zonas céntricas de las ciudades con inversiones públicas a lo largo de muchos años, debido al abandono de esas zonas por las familias y su traslado a los nuevos desarrollos. Ello obliga a nuevas inversiones para el desarrollo de infraestructura, servicios sociales y comerciales en las zonas de nuevo poblamiento, para lo cual las autoridades municipales nunca disponen de suficientes recursos o como en el caso de las inversiones para infraestructura de salud, se quedan en manos y han sido desviadas por los gobiernos estatales.

La ocupación de terrenos no aptos para la construcción de vivienda que es frecuente en esos nuevos desarrollos como son humedales, zonas de bajadas de agua, terrenos con fracturas subterráneas o con grandes pendientes ponen permanentemente en riesgo a las poblaciones que habitan esos desarrollos ante fenómenos ambientales provocando catástrofes y el colapso de nuevos desarrollos inmobiliarios como ha ocurrido en Tabasco, Guerrero, Monterrey con las tormentas y huracanes de los últimos años.

Desde la mirada del derecho a la ciudad habría que impedir esa expansión horizontal, obligar a la redensificación de las colonias céntricas que ya cuentan con infraestructura urbana, servicios sociales y comerciales, respetando sin embargo los usos del suelo, las construcciones emblemáticas, pero adecuando las normas y actualizando y modernizando las vialidades, el transporte público  y la  servicios urbanos de manera que los pobladores originales no recientan la invasión de sus territorios y la destrucción de su entorno.

Impedir desarrollos urbanos en terrenos no aptos y riesgosos y en terrenos alejados de la ciudad, no autorizando las construcciones y no dotándolos de servicios públicos; también serviría evitar proyectos gubernamentales alejados de los centros de las ciudades.

  1. Una segunda tendencia que caracteriza la transformación de las ciudades mexicanas en los últimos años es que han sido ciudades construidas para los automóviles y no para las personas que las habitan.

El crecimiento horizontal de las ciudades y la insuficiencia y baja calidad de la transportación pública alientan el uso de transporte individual o determinan que las personas tengan que destinar varias horas del día para trasladarse, así como una proporción de su gasto para el pago de traslados como ya señalamos.

Una queja sistemática de los habitantes de muchas ciudades mexicanas se relaciona con el congestionamiento vial y el uso y apropiación de los espacios públicos para el tránsito y estacionamiento de vehículos. Son los el caso de Apatzingan o de Tijuana. La pérdida de tiempo, el cansancio, la contaminación, la inseguridad y el enojo permean la vida de los habitantes de las ciudades para el automóvil.

Por muchos años las autoridades de las ciudades mexicanas han destinado fuertes inversiones para el desarrollo de vialidades para el transporte particular. Un ejemplo son las inversiones para los segundos pisos en el Área Metropolitana de la Ciudad de México o de puentes, periféricos y pasos a desnivel como Monterrey, Jalapa, Zacatecas o Aguascalientes.

Las nuevas vialidades, especialmente las vías rápidas con puentes y pasos a desnivel se constituyen en barreras infranqueables para las personas que se mueven a pie o en vehículos de menor tamaño como son las bicicletas. Rompen el tejido social de las comunidades, colonias y barrios, aumentan la inseguridad por accidentes viales y propician el aislamiento de las familias al interior de sus viviendas.

Asimismo, las inversiones público-privadas en el desarrollo de vialidades cuyo uso implica un pago, profundizan la segregación socioeconómica y abonan a la conflictividad urbana.

Cambiar esta tendencia de construir ciudades para automóviles y transformarlas en ciudades para los seres humanos, demandaría de un proyecto consistente y sostenido de transformación en el largo plazo  de las ciudades mexicanas. Requeriría de una mejoría sustantiva en el desarrollo de transporte público y en su calidad para provocar que los propietarios de automóviles estén dispuestos a abandonar o reducir su utilización. Esta tarea ya se ha iniciado en varias ciudades con el desarrollo de transporte público en carriles confinados.

También implicaría alentar otro tipo de movilidad humana como es la peatonal o la de bicicletas o pequeños transportes de proximidad lo que requeriría de una transformación profunda en los usos del suelo de manera que se permitiera la combinación de usos comerciales, de trabajo, escolares, de recreación con usos de vivienda para evitar los traslados largos y prolongados entre vivienda y trabajo, vivienda y escuela, vivienda y  servicios sociales y recreativos, a fin de que las personas pudieran caminar a donde tiene que acudir durante el día.

Pero el aspecto más difícil de cambiar tiene que ver con la cultura del automóvil como símbolo de estatus social y económico, alentado por los fabricantes de automóviles, las empresas financiadoras y los medios de comunicación. Estos son poderes de hecho que representan obstáculos poderosos para el cambio cultural.

  1. Una tercera característica de las ciudades mexicanas es su creciente segregación socioeconómica que profundiza en algunas de ellas, una vieja segregación étnica.

Desde la colonia varias ciudades como Puebla, Mérida y San Cristobal de las Casas tenían zonas destinadas a los pueblos indios y las mejores zonas destinadas a las poblaciones criollas y españolas. En algunas otras como en San Andrés Tuxtepec las comunidades indígenas fueron despojadas y expulsadas de sus tierras colindantes con la ciudad.

En todas las ciudades mexicanas existe una segregación física de los distintos estratos socio económicos de manera tal que la desigualdad característica de la sociedad mexicana se consolida mediante una segregación física. Las viviendas de los distintos estratos sociales no conviven, están claramente separadas por zonas, colonias y barrios; la Mérida del sur es donde habitan los pobres y la del norte es de los ricos; en el poniente de Ciudad Juárez se desarrollaron los asentamientos para los trabajadores de las maquilas; Iztapalapa y Gustavo A. Madero son delegaciones dominadas por familias de ingresos bajos y medio bajos y el poniente de la ciudad donde se ubica Cuajimalpa y Miguel Hidalgo concentran colonias de altos ingresos.

La desigualdad se acentúa por la desigualdad en la disponibilidad y calidad de los servicios e infraestructura urbana y de los servicios sociales como son el acceso a agua potable de calidad y con suministro constante, el mantenimiento y la pavimentación de calles y avenidas, la disponibilidad de espacios públicos de recreación y entretenimiento, la calidad y presencia de servicios de seguridad pública, de recolección de basura, entre otros.

En las últimas décadas han surgido colonias y fraccionamientos cerrados por murallas y con controles severos de acceso, o también colonias de población pobre que quedan atrapadas por los desarrollos de vialidades o por el poblamiento desordenado e ilegal y que enfrentan grandes dificultades de acceso como ocurre en algunas colonias pobres del Área Metropolitana de Guadalajara. Este fenómeno se conoce como la guetización de las ciudades.

Una tendencia interesante está ocurriendo con el retorno o la llegada de jóvenes a ocupar las zonas céntricas de algunas ciudades en razón del menor costo de las rentas por el previo abandono de las viviendas en esas zonas. Los jóvenes recuperan la vida social de las colonias viejas a las que llegan, disfrutan del uso combinado del suelo al convivir comercios, oficinas y viviendas y finalmente revalorizan el terreno  lo que lo vuelve atractivo para el capital inmobiliario. Este llega con agresividad a desalojar a los viejos habitantes en casas y vecindades deterioradas y levanta edificios sin el mayor sentido de preservación de la estética urbana específica. Estos edificios son adquiridos por población joven yuppie y retorna el modelo desigual. Un caso emblemático es el de la Colonia Roma de la Ciudad de México.

Sería posible continuar caracterizando la evolución de las ciudades en México con temas como la carencia, descuido, abandono, deterioro y privatización de espacios públicos, áreas verdes y recreativas y la apropiación privada de éstos; las crecientes dificultades para acceder a fuentes de agua potable, el problema que representa la contaminación ambiental y la gran cantidad de desechos sólidos y residuos tóxicos; la presencia de terrenos baldíos y de viviendas abandonadas; el hacinamiento de viviendas y en viviendas; la inseguridad urbana;; la ausencia de armonización del desarrollo urbano con el desarrollo de las zonas agropecuarias proveedoras de alimentos, etc.

En conclusión, la realización del derecho a la ciudad en el caso mexicano implica enfrentarse a intereses económicos y políticos arraigados, a inversiones ya realizadas que marcan en forma permanente la configuración deshumanizada de las ciudades y a una cultura depredadora y poco respetuosa de los espacios y el medio ambiente urbano.

Exigiría la mayor participación efectiva de sus habitantes en la gestión de las ciudades, la presencia de funcionarios y servidores públicos honestos y que se apeguen a la ley, la recuperación de los planes y capacidades gubernamentales  de ordenamiento del desarrollo urbano, de nueva normatividad acorde a esos nuevos planes, de jueces que no amparen los abusos cometidos por los especuladores de la tierra, por las empresas inmobiliarias y por líderes políticos; del desarrollo de programas de movilidad humana que cambien profundamente la organización de las ciudades y las hagan más vivibles; de la redensificación planeada, controlada y con participación de sus pobladores de determinadas zonas con buena infraestructura urbana y baja densidad de construcciones y población, entre otros aspectos.

Insistiría en que si no empezamos ahora a recuperar el control de las ciudades como espacios de vida digna para las personas, los intereses de hecho y la enorme corrupción e impunidad que prevalece en el sistema político mexicano, están conduciendo a muchas de ellas al colapso. Baste recordar lo que ocurrió a las grandes ciudades prehispánicas que fueron abandonadas por catástrofes derivadas del abuso de sus habitantes de los recursos para que sobrevivieran como fueron los alimentos y el acceso al agua.

 

En busca de la instauración de un Estado Social y Democrático de Derecho

Introducción

Este texto busca plantear algunos interrogantes desde una perspectiva social sobre la posibilidad de instaurar en México un Estado de Derecho que funcione y responda a las diversas expectativas que tienen las personas y grupos económicos, sociales, políticos y culturales que demandan su establecimiento y que sostienen que con ello se atendería la crisis de Estado y de derechos humanos que experimenta el país. No son solo los nacionales quienes así lo piensan sino también los intereses externos como los potenciales inversionistas, diversos organismos internacionales entre ellos los responsables de dar seguimiento a los tratados y convenios internacionales de los que México hace parte o las organizaciones civiles internacionales preocupadas por lo que ocurre en nuestro país.

Se revisan someramente el significado y los requisitos que debería cumplir un Estado de Derecho de acuerdo a algunos marcos teóricos, para pasar a destacar algunos de los obstáculos estructurales que parecerían erigirse para la instauración del mismo en México, así como otros de naturaleza instrumental que se han hecho evidentes en los esfuerzos que se han llevado a cabo en las últimas décadas y que han estado encaminados a ese propósito.

Finalmente se sugieren algunos aspectos críticos para lograr avanzar en el futuro.

  1. Expectativas respecto de la instauración del Estado de Derecho en México

El tema  del Estado de Derecho surge recurrentemente como una solución necesaria y urgente para dar seguridad y proteger la libertad, los derechos, la integridad, la vida y la propiedad de las personas, empresas, organizaciones, comunidades, así como para alcanzar una vida digna y la paz. Sin embargo, en una sociedad de mercado, desigual, multicultural y con la persistencia de gobiernos autoritarios en los distintos niveles, las expectativas de los distintos grupos que integran la sociedad nacional varían en muchos sentidos.

Pedro Salazar señala que “Por eso, cuando escuchamos voces que claman la necesidad de instaurar/lograr/consolidar un Estado de Derecho en nuestro país, tal vez, están diciendo muchas cosas. Para algunos la idea evoca el ideal de un Estado jurídico estructurado en clave autoritaria que busca imponer el orden, conservar el statu quo y proteger los privilegios de la clase dominante a toda costa. Para otros puede tratarse de un ideal sustancialmente distinto que aspira a la existencia de reglas mínimas para coordinar la convivencia entre personas libres que solo excepcionalmente tienen que lidiar con una autoridad limitada. Para algunos más, el ideal se inspira en una entidad estatal con poderes limitados pero con amplias facultades para distribuir los recursos económicos con la finalidad de promover un orden social libre pero, sobre todo, justo y equitativo. Y la lista de posibilidades es mucho más amplia. Por lo mismo creo que los llamados para consolidar un “Estado de Derecho” en el país no dicen mucho. (Pedro Salazar, Brújula Ciudadana 63)

Continúa Pedro Salazar especulando sobre este concepto polisémico “Algunos asociarán la idea con un modelo de autoridad implacable inspirada en la lógica de la tolerancia cero; otros imaginarán un estado mínimo y eficaz que recurre excepcionalmente a la violencia y; otros querrán un estado –como se decía antes- liberal, democrático y social de derecho.  (Pedro Salazar, Brújula Ciudadana 63)

Desde esa perspectiva parecería interesante intentar examinar cuáles serían las demandas que distintos estratos socioeconómicos de población estarían formulando ante la instauración de un Estado de Derecho.

Las personas en niveles socioeconómicos altos y sus empresas esperarían el apego a las leyes que protegen sus privilegios y que refieren principalmente al mantenimiento y a la posibilidad de heredar su riqueza en general y sus propiedades en particular, es decir una legislación fiscal y sobre derechos de propiedad que no las afecte. Asimismo una legislación económica que les permite continuar con los procesos de acumulación de riqueza e ingresos de que gozan como son las que permiten las elevadas concentraciones de mercados en pocas manos tales como los monopolios en los medios de comunicación, en la industria farmacéutica, en la explotación minera, en la construcción de infraestructura, como ejemplos o las que les permiten eludir el pago de altos impuestos. En los últimos años también se interesan por una mayor seguridad y una mejor aplicación de la justicia frente a los estragos de la violencia que comparten con otros grupos y que los ha convertido en víctimas de secuestros, extorsiones e incluso, expropiación de sus propiedades. Su reciente inquietud por la promoción de un Estado de Derecho deviene del constante aumento de los porcentajes que deben pagar a funcionarios y servidores públicos para poder ser beneficiarios de las licitaciones y contratos de gobierno.  Estos grupos poblacionales viven al interior del castillo o bajo  capelos construidos por la protección que les brindan las autoridades. Sin embargo lentamente están siendo alcanzados por la inseguridad, la violencia y una corrupción creciente y preferirían un Estado con tolerancia cero a las trasgresiones a las leyes en materia de seguridad.

Para los sectores medios de la población sobre cuyas espaldas recae buena parte del sostenimiento del Estado,  una preocupación creciente y de larga data son la corrupción, impunidad, patrimonialismo, abuso del poder y colusión con empresas y crimen organizado que se observa en los funcionarios y servidores públicos de todos los niveles de gobierno y en los  poderes ejecutivos, judiciales y legislativos federal y estatales; el enorme presupuesto que se llevan los partidos políticos y el costo de las elecciones y todo aquello que significa que los recursos que mayormente aporta este sector de población al erario mediante el pago de impuestos, se conviertan en ingresos ilícitos de otros o sean gastados para acceder o mantenerse en el poder y no se traduzca en beneficios sociales. Como consumidores les preocupa la poca protección que tienen frente a la impunidad y abuso con que opera el sistema financiero mexicano especialmente en relación con el funcionamiento de las tarjetas de crédito; el monto y el cambio constante en las tarifas, así como las arbitrariedades de los que operan los servicios públicos (teléfonos, luz, agua, combustibles), y de los impuestos prediales; la indefensión frente a los precios y calidad de los bienes y servicios que adquiere en el mercado; la elevación constante de los precios de los seguros médicos, de automóvil y de sus propiedades; los cambios incontrolables en el uso del suelo de sus entornos de vida, el creciente congestionamiento vial y la falta de opciones de transporte público. Su dificultad de acceso a información veraz y creíble de lo que acontece en el país por la ausencia de libertad de expresión y por el control de los medios de comunicación por los gobiernos y el crimen organizado. Los robos y asaltos a sus viviendas, a sus vehículos y personas que derivan de la delincuencia común también los afectan. Las desapariciones forzadas y las pérdidas de vidas inocentes o el viacrucis por el que transitan las víctimas indirectas del crimen organizado y de la violación a derechos humanos por parte de las fuerzas de seguridad, forman parte también de su desesperación ante la ausencia de un Estado de Derecho en el país.

Dentro de estos sectores medios, los pequeños y medianos empresarios padecen los abusos de los inspectores; los altos pagos por la seguridad social, el INFONAVIT y los impuestos; la competencia de empresarios que operan en el sector informal de la economía y que evaden los impuestos y el pago de prestaciones laborales y que les hacen competencia con mercancías robadas o de contrabando de otros países que muchas veces se tramitan por la vía de las actividades informales; el robo de mercancías, el cobro de piso, la expropiación de sus propiedades, equipo, maquinaria, ganado y los secuestros por parte del crimen organizado. Padecen de una economía que no crece, no genera empleos, no genera ingresos, no desarrolla mercado interno por que por Ley y en estricto apego a ella, el Banco de México sólo se ocupa de que la inflación no aumente.

Los sectores de población en estratos medios populares comparten la preocupación por el pésimo desempeño de la economía, la política de control de los salarios mínimos legales y por tanto, los bajísimos salarios que reciben  por su trabajo; o si operan en actividades informales la necesidad de hacer pagos a los líderes del comercio ambulante, a los inspectores de calle y al crimen organizado; la carencia de opciones de empleo, ingresos y educación para sus hijos adolescentes y jóvenes; el deterioro de la calidad de los servicios públicos de salud y educación y el alto costo de los servicios sociales privados; los precios que deben pagar por las viviendas de interés social que adquieren y que con frecuencia son muy pequeñas, están muy alejadas de sus lugares de trabajo y de las escuelas y que además son de mala calidad; la insuficiencia, la deficiencias, los riesgos de seguridad y el alto costo que les representa el transporte público; la violación a sus derechos humanos por funcionarios y servidores públicos de los sistemas de seguridad y justicia y el maltrato por parte de aquellos que operan las ventanillas de los servicios de gobierno.

Los sectores pobres de los cuales poco más de 20 millones de personas de acuerdo a las cifras recientes de CONEVAL[1] no obtienen siquiera ingresos suficientes para adquirir una canasta alimentaria y sufren la ausencia de una Estado Social de Derecho en su propia pobreza: no tienen trabajo o si lo tienen es precario, los ingresos que reciben, crecientemente integrados por programas públicos de transferencias de ingreso, no les alcanzan para llevar una vida digna. Una proporción creciente vive en las ciudades y otra en comunidades muy alejadas de los centros donde se dispone de servicios públicos de salud y de educación; habitan viviendas precarias y presentan déficits en alimentación, salud y educación. No acceden a la seguridad social. Forman parte de las clientelas de los partidos políticos que los utilizan electoralmente para ganar posiciones de poder. No gozan de libertad, ni tienen acceso a la justicia. Los jóvenes hombres de estos estratos de población son capturados u optan por integrarse al crimen organizado que los utiliza como ejércitos para sus guerras o se incorporan a las filas del ejército o como maestros rurales; otros junto con las mujeres jóvenes migran a las ciudades o al exterior para prestar en su mayoría servicios personales de trabajo del hogar, aseo y limpieza, cargadores,  trabajos de la construcción o como peones agrícolas en otros estados en donde no cuentan con protección laboral, trabajan horas prolongadas, reciben bajas remuneraciones y experimentan altos riesgos de trabajo.

Los pueblos originarios buscan la defensa de la posesión y el usufructo de sus recursos naturales frente a los intereses del crimen organizado y de las empresas nacionales y transnacionales de minería, turismo, energías alternativas, producción de productos de exportación y extracción de otros recursos naturales. Defienden sus usos y costumbres y sus propios sistemas de seguridad y justicia.

Los migrantes nacionales y de otros países que transitan por México esperan una legislación y un Estado que proteja sus derechos humanos, especialmente su vida, su integridad y su dignidad.

De lo expuesto las expectativas varían grandemente entre un grupo y otro de población sobre lo que sería necesario asegurar al desarrollar el Estado de Derecho. En algunos casos sus expectativas se contraponen. Es posible encontrar algunos aspectos compartidos como son:

  • El acceso a una justicia expedita y la igualdad frente a la ley,
  • la superación de la corrupción, de la impunidad y de la privatización de los recursos públicos,
  • la regulación y el establecimiento de límites a las empresas que funcionan en los mercados y que abusan de los consumidores y usuarios de sus servicios,
  • el mejoramiento en la disponibilidad y calidad de servicios público sociales y el control y protección de los usuarios cuando estos son proporcionados por empresas privadas u organizaciones civiles.
  • la protección frente al crimen organizado y la delincuencia común

Desde la perspectiva de los derechos humanos tenemos un Estado que no cumple con sus obligaciones de proteger, respetar y garantizar los derechos de todos y todas. No es un Estado de Derecho posiblemente para ninguno de los grupos de población mencionados, pues aún para los estratos con mayores ingresos es un Estado que falla en sus obligaciones de proteger y brindar seguridad, aunque respete y proteja sus privilegios económicos y sociales y les facilita en su caso, el acceso a la justicia.

Para los otros grupos el Estado Mexicano falla tanto en garantizar las libertades fundamentales como los derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales.

Antonella Attili concluye “Tenemos un Estado débil e ineficaz, incluso en sus funciones fundamentales de garante exclusivo de la seguridad en distintas vertientes. Es un Estado ineficiente en la administración pública, con instituciones (públicas) de diverso tipo marcadas por el anquilosamiento burocrático y la corrupción; ineficaz en el cumplimiento de sus funciones (seguridad, justicia, educación, salud) y, asimismo, en la afirmación de una política hacendaria (fiscal) nacional adecuada para el desempeño de sus políticas públicas. Tenemos un Estado de derecho que todavía en ciernes y necesitado de las urgentes reformas políticas estructurales –llamadas de segunda y tercera generación-, para que, junto con los derechos políticos vigentes, sea capaz de hacer efectivos también los derechos civiles (seguridad, justicia) y sociales (salud, educación)”. (Democracia y Estado de derecho en México. Entre pasado y porvenir).

  1. Conceptualización de Estado de derecho.

Después de la revisión anterior parecería necesario tener una definición de Estado de derecho lo más comprensiva posible y que no sólo destaque la garantía a las libertades, la vida, la integridad y la propiedad de los individuos como ocurrió en su origen cuando se trataba de proteger a estos frente a los gobiernos absolutistas. Es necesario que la definición incluya la protección de los derechos colectivo, considerados a veces como derechos prestacionales que atienden a condiciones fundamentales para lograr una vida digna como son los relativos al trabajo y del trabajo, a la seguridad social, a la educación, a los niveles más altos de salud, a la vivienda digna, al agua, entre otros.

Mariella Saettone nos recuerda que “Desde el punto de vista de la filosofía política, el Estado de derecho surge en el contexto de la teoría política y económica del liberalismo, que sienta el principio de la libertad individual, reafirmando como premisa fundamental la autonomía del individuo”. (El estado de derecho y los derechos económicos sociales y culturales de la persona humana).

Continúa señalando que “Desde la perspectiva individual, la persona humana obtuvo especialmente el respeto a sus derechos civiles y políticos lo que determinaba fundamentalmente para el Estado la obligación de no interferir en el goce de estos derechos, configurando así lo que la doctrina ha llamado “libertad negativa#, en el sentido de que el Estado tiene la obligación de no hacer”. ( Mariella Saettone)

“El concepto de derechos económicos, sociales y culturales (DESC) se refiere por lo tanto a un nuevo relacionamiento del Estado con la persona humana, en tanto éste en su carácter de institución instrumental al servicio de la misma, se obliga a hacer y a destinar recursos para la realización progresiva de estos derechos que hacen al pleno desarrollo de la persona humana. Aparece así el concepto de libertad positiva, “libertad para”, lo que complementa perfectamente el concepto de libertad negativa, propia de los derechos civiles y políticos”. (Mariella Saettone).

Algunos autores consideran que aún para la realización de los derechos civiles y políticos el Estado no sólo tiene que dejar de hacer sino que tiene que invertir recursos y desarrollar capacidades como son las instituciones y sistemas electorales, las capacidades de investigación de violaciones a los derechos civiles y la operación de un complejo y extenso sistema de justicia.

Las fallas en el funcionamiento del Estado de Derecho con frecuencia se originan en el insuficiente desarrollo de capacidades estatales y de inversión para que las personas sean atendidas y servidas con igualdad y equidad.

Ahora bien Naciones Unidas[2] define Estado de derecho en los siguientes términos:

Se refiere a un principio de gobierno según el cual todas las personas, instituciones y entidades, públicas y privadas, incluido el propio Estado, están sometidas a unas leyes que

  • se promulgan públicamente,
  • se hacen cumplir por igual y se aplican con independencia, además de ser compatibles con las normas y los principios internacionales de derechos humanos.

Asimismo sugiere se adopten medidas para garantizar el respeto de los principios de

  • primacía de la ley,
  • igualdad ante la ley,
  • rendición de cuentas ante la ley,
  • equidad en la aplicación de la ley,
  • separación de poderes,
  • participación en la adopción de decisiones,
  • legalidad,
  • no arbitrariedad, y
  • transparencia y proceso legal

Elías Díaz en su libro Estado de Derecho y Sociedad Democrática, citado por Sergio R. Márquez Rábago[3], ubica los elementos necesarios al Estado de Derecho como sigue:

  1. Imperio de la ley: ley como expresión de la voluntad general.
  2. División de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.
  3. Legalidad de la Administración: actuación según ley y suficiente control judicial
  4. Derechos y libertades fundamentales: garantía jurídico formal.”.

De acuerdo con el Índice del Estado de Derecho publicado anualmente por proyecto mundial de justicia (The World Justice Project)[4], un Estado de Derecho es aquel en el cual se respetan los siguientes cuatro principios:

  1. El gobierno en su conjunto y sus funcionarios son públicamente responsables ante la ley;
  2. El proceso a través del cual las leyes son aprobadas, administradas, e implementadas es accesible, justo, y eficiente;
  3. Las leyes son claras, públicas, estables, y justas, y protegen derechos fundamentales tales como la seguridad de los ciudadanos y la defensa de su propiedad;
  4. El acceso a la justicia es garantizado por representantes e instancias jurídicas que son competentes, independientes, éticas, suficientes en número, que tienen recursos suficientes, y que reflejan las características de las comunidades que sirven.

A partir de las tres definiciones anteriores interesaría destacar cómo se construye, cómo opera y a quién aplica el Estado de Derecho.

¿Cómo se construye?

Un postulado fundamental es que el proceso a través del cual las leyes son aprobadas, administradas, e implementadas es accesible, justo, y eficiente. Existe participación en la adopción de decisiones. Las leyes son claras, públicas, estables y justas, y protegen derechos y libertades fundamentales. Por lo que se acepta el imperio de la ley como expresión de la voluntad general[5].

Hay una división de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. Existe una independencia entre estos y cada quien ejerce sus funciones con autonomía y con apego a la ley.

¿Cómo opera?

Legalidad de la Administración: actuación según ley y suficiente control judicial

El acceso a la justicia es garantizado por representantes e instancias jurídicas que son competentes, independientes, éticas, suficientes en número, que tienen recursos suficientes y  reflejan las características de las comunidades que sirven.

Primacía de la ley bajo los principios de Igualdad ante la ley, rendición de cuentas ante la ley, equidad en su aplicación, no arbitrariedad y existe transparencia y proceso legal

Se hacen cumplir por igual y se aplican con independencia, además de ser compatibles con las normas y los principios  internacionales de derechos humanos.

¿A quién aplica?

Todas las personas, instituciones y entidades, públicas y privadas, incluido el propio Estado, están sometidas a la ley.

El gobierno en su conjunto y sus funcionarios son públicamente responsables ante la ley

Si se utiliza el desglose anterior de los componentes del Estado de Derecho para examinar lo que ocurre en México y en sus diversos territorios, se observa un grave déficit en la mayoría de ellos. Por ejemplo, no existe una real separación de poderes y aunque se ha avanzado en ello al nivel federal, recientemente, con la designación de Ministros de la Suprema Corte de Justicia y con las últimas elecciones plagadas de irregularidades, se observa nuevamente un retroceso. El Poder Ejecutivo busca recuperar el pleno control sobre los Poderes Legislativo y  Judicial.

Al nivel de los Gobiernos Estatales la situación se agrava pues en la mayoría de ellos la promulgación de leyes se hace de acuerdo a los intereses del Ejecutivo y de los poderes de hecho; por su parte los poderes judiciales locales se encuentran sometidos a los designios de los gobernadores.

Incluso los diversos órganos autónomos de Estado que se fueron creando para generar mayores contrapesos y para regular a los agentes que intervienen en materias específicas como son derechos humanos, elecciones, transparencia y acceso a la información, libertad de expresión, competencia, entre otros, no llegan a constituirse como tales ni al nivel Federal y mucho menos estatal. Estos se encuentran capturados por los partidos políticos, por los poderes ejecutivos o por los agentes a quienes deben regular.

Esta condición básica de los poderes del Estado provoca que no exista igualdad ante la Ley, ni equidad en su aplicación, que predomine la arbitrariedad y la falta de transparencia y de rendición de cuentas en los procesos legales. La legalidad es una ilusión y los primeros en corromper las leyes son los funcionarios y servidores públicos que al hacerlo obtienen beneficios privados y poder. Determina una situación de subordinación de las personas a redes de intermediación para poder realizar sus derechos como lo analiza Gisela Zaremberg en ……………

Los representantes e instancias jurídicas que aplican la ley no son en su mayoría  competentes, ni independientes, ni éticas, dado que con frecuencia resuelven de acuerdo a las instrucciones que reciben de sus superiores o de  los intereses que protegen. Tampoco son suficientes en número y se encuentran alejadas de las poblaciones que son más vulneradas por actos ilegales, abusos, subordinación, despojo y violación de sus derechos. Tampoco tienen recursos suficientes, ni  reflejan las características de las comunidades que sirven. 

  1. Obstáculos para la instauración de un Estado de Derecho

A continuación se señalan algunos obstáculos que dificultan la instauración de un Estado de Derecho en México.

En primer lugar destacaría la persistente desigualdad combinada con discriminación y exclusión. La desigualdad económica combinada con la discriminación de género, étnica, religiosa, de orientación sexual, de origen nacional entre otras, conlleva a la desigualdad social que se traduce en condiciones diferenciadas de acceso a la realización de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales de la población. También significa desigualdad de agencia para exigir al Estado la realización de esos derechos, para participar efectivamente en las deliberaciones que conducen a la promulgación de leyes y en la definición de políticas y programas públicos y  termina en  falta de igualdad frente a la ley y de equidad en su aplicación. Existen grupos de población totalmente excluidos de las deliberaciones públicas que son sometidos a decisiones que no tienen en cuenta sus intereses o inclusive se contraponen a estos como sería el caso de las concesiones mineras de casi la mitad del subsuelo mexicano que tanta molestia han generado en las comunidades que viven en los territorios concesionados.

El tamaño, la diversidad de la población y su dispersión en el territorio se erigen como otro obstáculo para la instauración de un Estado de Derecho. Combinada con la desigualdad y las limitaciones en el acceso libre y oportuno a información, se dificultan grandemente las posibilidades de participación, establecimiento de diálogos y construcción de consensos que la democracia electoral y la elección de representantes para los poderes legislativos por sus enormes fallas, no acaba por resolver. Las leyes se formulan al margen de las mayorías y minorías, no son traducidas para hacerlas accesibles a la población y menos son ampliamente publicitadas. Se habla popularmente de que las leyes se formulan para ser violadas,  sería más correcto decidir que se formulan para ser usadas sólo por aquellos que las tienen que aplicar, o porque las conocen por que intervinieron en su desarrollo y que derivan beneficios de las mismas.

Los partidos políticos y su disputa por el poder y por el acceso a los recursos que el mismo significa, se convierten en un obstáculo para la revisión colectiva de las normas que deberían regir la  convivencia; generan y diseminan el conflicto político al nivel de comunidades e incluso familiar y atenta contra la solidaridad, el tejido social y  la paz.

La enorme y compleja infraestructura física, social y económica desarrollada a lo largo de varias décadas en México constituye una expresión concreta, presente, visible y difícilmente reversible de violaciones sostenidas a la ley, de omisiones legales y de la corrupción, captura e impunidad de los poderes del Estado en todo el territorio nacional. Las ciudades han tenido un fuerte crecimiento en el mayor de los desórdenes sin planeación ni regulación alguna, sin respetar usos de suelo,  invadiendo zonas de riesgo y reservas ecológicas, con mafias apoderadas del comercio ambulante, del autotransporte público y de los desarrollos inmobiliarios. Son un ejemplo en términos físico y materiales de la ilegalidad que permea la vida de la población. Más del 80 por ciento de la población en México vive en zonas urbanas y su gestión se ha salido de las posibilidades de sus gobiernos.

La ilegalidad ha sido la base del desarrollo de muchas ciudades en México, de numerosas actividades económicas ahora agrupadas en el sector informal de la economía, del surgimiento de establecimientos que hacen una oferta de sustancias y actividades prohibidas y  origen de la riqueza de varias personas y familias.

Así las ciudades de la frontera norte se fundaron a partir de permitir en su territorio la realización de una serie de actividades que estaban prohibidas en Estados Unidos, particularmente la venta de alcohol en la época de la prohibición derivada la Ley Volstead. Son ciudades que crecieron rápidamente como espacios francos, donde lo no legal era la normalidad. Tijuana y Ciudad Juárez permitieron el juego y las apuestas, la prostitución y el consumo de alcohol; Matamoros se caracterizó por permitir el contrabando de productos traídos sin control; lo que marcó a Mexicali fue la producción y consumo de drogas desde principios del siglo XX.[6] Posteriormente se incorporaron los abortos ilegales y los matrimonios y divorcios al vapor y en años más recientes el tráfico de armas, drogas, órganos y la trata de personas.

Las actividades en el sector informal de la economía surgieron en los años setenta frente a la incapacidad de desarrollo de la industria de absorber en ocupaciones protegidas por ley, a todos los trabajadores  que migraron a las urbes como resultado de la crisis del campo. Eran actividades que ofrecían servicios de bajo costo a la población obrera realizadas en su mayoría por trabajadores por cuenta propia y sus familias y que su establecimiento requería de muy bajo capital y poca capacitación. Eran de algún modo actividades lícitas. El desarrollo posterior de este sector hasta llevarlo a ocupar al menos el 60 por ciento de la población trabajadora del país incorporó actividades subterráneas de empresas formales para evitar el cumplimiento de la ley y la venta de productos pirata, de contrabando y robados o cuya fecha de utilización ha expirado. Es decir, es un sector cuyo fundamento se encuentra en la operación fuera de la ley y que proporciona las bases de la subsistencia de millones de familias mexicanas. Contribuye fuertemente a generar una cultura de la ilegalidad considerada como normal.

El surgimiento de establecimientos que ofrecen productos y servicios prohibidos que son un factor precursor de las violencias y la delincuencia es un ámbito en crecimiento en todas las ciudades del país y su presencia significa la violación de disposiciones legales y la corrupción y connivencia de autoridades locales. La proliferación de casinos y establecimientos de juego, de antros, bares y cantinas donde se vende alcohol y se tiene acceso a drogas, la tolerancia a loterías y apuestas como la “bolita” en Mérida, la operación de lugares clandestinos donde se obliga a la prostitución de mujeres y niñas son muestra de un creciente relajamiento del Estado de Derecho precario que se tenía en el país

La descentralización del poder y los poderes locales. Desigualdad en la naturaleza de los gobiernos locales, de sus capacidades reales de gobierno, de su captura por intereses de hecho (empresarios, caciques locales y crimen organizado)

La desestructuración de capacidades de ejercicio de gobierno y la desigualdad  en poder, en recursos, en infraestructura y en recursos humanos y tecnológicos

“El difícil proceso de consolidación de la democracia mexicana debe hacer un ajuste de cuentas con: a) unas elites que desoyen las críticas a su actuar político y los reclamos de susperar la política efectista y sensacionalista prevaleciente; b) la corrupción y la irresponsabilidad pública; c) muestras de supervivencia entre las diversas fuerzas políticas del autoritarismo, del caudillismo, así como con una política apoyada en el clientelismo; d) el clima hostil y de degeneración política para la actuación de las nuevas instituciones del sistema político mexicano; e) la persistencia cultural de la ilegalidad y la falta de cultura cívica; f) ,medios de comunicación irresponsables”. (Antonella Atilli)

Qué hacer?

«El actual déficit de arraigo de la credibilidad institucional subraya las ingentes labores por realizar (dese el fortalecimiento institucional a las reformas oportunas, así como la labor informativa y formativa de los ciudadanos)” (Atilli) .

“La mexicana, como toda democracia, es una forma de gobierno y un conjunto de normas para organizar la formación de la voluntad política de una sociedad; puede garantizarnos formas pluralistas incluyentes, pacíficas, así como que el ejercicio de poderes públicos se someta a controles y asuma responsabilidades legales y políticas. El que llegue a tener los contenidos y la calidad deseados depende, en primer lugar, de la acción de los políticos, de sus decisiones y de las políticas concretas que produzcan. También depende de que la sociedad (ciudadanos, instituciones públicas, medios de comunicación, intelectuales, élites de poder) sea capaz de exigírselo” (Atilli).

Separación de poderes

Parece importante, para continuar con la transición democrática y la reforma del Estado, pensar en independizar más los poderes, con lo cual quedarían como pendientes a resolver:

  1. Desarrollo y formulación de legislación que permita avanzar hacia una democracia participativa en donde las figuras de consulta popular, plebiscito, referéndum, iniciativa popular y revocación de mandato se incorporen a la legislación de manera clara y plena y se facilite su realización eliminando los requisitos complejos y costosos.
  2. Buscar una nueva forma de designación de los Ministros de la SCJN, sin participación del Ejecutivo Federal.
  3. Nueva forma de designación de las autoridades y consejos de los órganos constitucionales autónomos sin intervención de los Poderes.
  4. Independencia Presupuestal del poder Judicial, Poder Legislativo, y órganos constitucionales autónomos, asignando recursos fijos del Presupuesto de Egresos de la Federación, sin intervención del Ejecutivo Federal” Sergio R. Márquez Rábago Estado de derecho en México
  5. Mejor distribución y acceso a instancias de procuración, administración e impartición de justicia en el territorio; mayor proximidad con la población y hacer más accesibles y accesibles los procesos de denuncia.
  6. Traducción de la legislación a formatos y a un lenguaje más accesible a la población para hacerla claras y públicas.
  7. Facilitar las consultas públicas relativas a leyes que se encuentran en proceso de ser promulgadas para recabar la opinión de la población.
  8. Revisar la composición y operación de los Consejos de la Judicatura de manera que se constituya en un mecanismo efectivo y autónomo de control del desempeño de los funcionarios de los poderes judiciales, facilitando además la presentación de quejas.
  9. Revisar los recursos (fideicomisos) que se allegan los poderes judiciales por diversos pagos que reciben de la población y que en ocasiones terminan aplicándose para beneficio de los funcionarios y servidores públicos de los Poderes Judiciales.

[1] Consejo nacional de Evaluación de la Política Social. Medición de la pobreza en México. Resumen ejecutivo 2015.

[2] Naciones Unidas Consejo de Seguridad (2004), El Estado de derecho y la justicia de transición en las sociedades que sufren o han sufrido conflictos. S/2004/616 pár. 6)

[3] Sergio R. Márquez Rábago. Estado de derecho en México

[4] http://worldjusticeproject.org/sites/default/files/files/wjp_rule_of_law_index_2014_report.pdf consultado el 27 de enero de 2015

[5] “El Estado de Derecho se compone no solo por instituciones estatales sino que requiere que la sociedad civil organizada y no organizada participe de la deliberación sobre las cosas públicas, las cosas que nos conciernen y afectan -para bien y para mal- a todos. No solo eso, para que exista un verdadero Estado de Derecho se requiere una agenda social que se refleje en los hechos y en la vida de todas las personas” (Pedro Salazar, Brújula Ciudadana 63)

[6] INCIDE Social (2015)  Resumen sobre los factores precursores, de riesgo, detonantes y de contención de las violencias en varios municipios de México. Investigación en curso.