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La 4T y la desigualdad en salud y alimentación

Estamos de acuerdo con la 4T en que la desigualdad y la pobreza afectan a millones de mexicanos y mexicanas. Que las políticas que privilegian el funcionamiento del mercado como mecanismo de distribución del ingreso, exacerban esos problemas.

Actualmente en nuestro país al menos 14 familias están incluidas en la lista de Forbes con más de 1,400 millones de pesos. Aún en este pequeño grupo, las diferencias son muy grandes: la de Carlos Slim Helú cuenta con 93,000 millones de pesos, una riqueza 66 veces mayor a la de Alfredo Harp Helú. Otras familias en la lista son Larrea, Salinas Pliego, Bailleres y Aramburuzabala.

En la otra punta de la distribución, en 2020 se encontraban 10.4 millones de personas en pobreza extrema, mismas que aún si dedicaran todo su ingreso a la compra de alimentos, no podrían adquirir los nutrientes necesarios para lograr una vida sana.

Cuatro años de políticas de la 4T ¿han modificado en algo esta gran desigualdad?

Indudablemente, elevar sustantivamente los salarios mínimos y llevar a cabo reformas en materia laboral, son medidas importantes tomadas por la actual administración.

Sin embargo, muchos esperábamos acciones para reducir las desigualdades en materia de salud, educación y acceso a servicios básicos. Se optó en cambio por una mala estrategia de transferencias monetarias directas que generan gran dependencia de quienes las reciben.

Hasta el momento los dos mayores fracasos de la 4T se han expresado en dos derechos humanos   de gran relevancia: el acceso a la alimentación y el acceso a la atención en salud.

La extracción de 15 mil millones de pesos de Seguridad Alimentaria Mexicana (SEGALMEX), el doble de los extraído por el PRI en la “Estafa Maestra”, afectan claramente a los mexicanos en pobreza extrema que experimentan hambre, así como a los productores de alimentos. Además, aumentan nuestra creciente dependencia de importaciones.

Los actos de corrupción hasta ahora detectados en SEGALMEX no explican el enorme fraude cometido. Obviamente, nunca sabremos a donde fue a parar el dinero extraído de nuestras contribuciones.

Por su parte, la reducción en cuatro años de la esperanza de vida de las y los mexicanos, así como un millón de muertes por encima de la tendencia histórica en 2020 y 2021, resultan del fracaso del Instituto Nacional para el Bienestar (INSABI), del pésimo manejo de la pandemia y de la compra de medicamentos por el gobierno federal. Dos buenos ejemplos son 22 millones de recetas no surtidas por el IMSS-Ordinario en 2021 y el aumento de 70% de los gastos de bolsillo en salud de la población más pobre.

Es así que, en los cuatro años transcurridos, la 4T terminó contribuyó al aumento de las carencias y de las desigualdades en materia de alimentación y salud, mientras que los milmillonarios, bien gracias.

Otro clavo más a la concentración del poder

El 18 de abril la presidencia de la República envió una iniciativa de reformas a la Ley Orgánica de la Administración Pública para suprimir, fusionar o incorporar 18 instituciones.

Entre las que se propone fusionar están por lo menos cuatro que protegen los derechos y promueven políticas y programas entre varias instancias y niveles de gobierno.

Se trata del SIPINNA para la infancia y la adolescencia, el INJUVE para las juventudes, el INAPAM para las personas mayores y la COMAR que atiende a los refugiados. 

También será fusionado el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) que promueve la preservación y desarrollo de las lenguas indígenas que se hablan en el territorio nacional.

En una larga y bien estructurada exposición de motivos de la iniciativa se señala que “La reorganización que se propone permitirá eliminar la dispersión de recursos públicos, para dirigirlos al cumplimiento de las funciones sustantivas del Estado que consisten en satisfacer necesidades sociales y construir infraestructura indispensable para el desarrollo nacional”.

Hay cuatro planteamientos que considero sustentan la propuesta:

Que la proliferación y dispersión de organismos descentralizados y desconcentrados, responde a una política neoliberal de la administración pública que buscó satisfacer los intereses de los empresarios, académicos y de organizaciones sociales y civiles.

Que la administración central del gobierno federal, formada esencialmente por las Secretarías de Estado, cuenta con la capacidad y el interés de diseñar, incluir y coordinar políticas transversales con enfoques multidisciplinarios para cumplir con las obligaciones de proteger, respetar, promover y garantizar los derechos humanos de los grupos de población mencionados.

Que, con los programas como la Pensión para adultos mayores, Jóvenes construyendo el futuro, Becas para el Bienestar Benito Juárez, Becas para la población con discapacidad, entre otros, el gobierno federal atiende los derechos de esas poblaciones, simplificando los mismos a entregas de dinero.

Que la participación de representantes de las poblaciones referidas, de organizaciones y de  expertos en su problemática, podrá realizarse en las secretarias de la administración central del gobierno federal. Ello si cambiara la política de cerrazón actual al diálogo.

Sería muy útil que el Congreso conociera de los riesgos de falta de comprensión de la complejidad de las necesidades y problemas que aquejan a estas poblaciones, de las experiencias previas con dependencias federales que tienen responsabilidades muy amplias, así como del histórico desinterés de las y los secretarios por apoyar políticas y programas cuya coordinación cae en otras secretarías, por eso de no dejar que otros se cuelguen las medallitas, si los programas tienen éxito.

Las instituciones no son las corruptas, redundantes e inservibles son las personas que las dirigen, de la reducción de los recursos que se les asignan y de la ausencia de una política social comprensiva.

Una nueva ola de autoritarismo

La decisión tomada por el Consejo del INE con el voto de siete consejeros para otorgar la mayoría calificada a la coalición de Morena en la Cámara de Diputados responde a nuestra vocación en favor de regímenes autoritarios y centralistas.

En los 200 años de vida independiente de México han existido tres prolongados regímenes autoritarios. En 2018 iniciamos el cuarto.

Antonio López de Santa Anna dominó la vida política por 32 años, entre 1823 y 1855. Fue once veces presidente y dos veces gobernador. A partir de 1876, Porfirio Díaz duró 34 años en el poder. El PRI controló al país por 71 años desde 1929 y colocó a 14 presidentes. En todos ellos hubo un dominio del poder ejecutivo federal sobre el congreso y el poder judicial.

La Constitución de 1924 definió que los Estados Unidos Mexicanos serían una república representativa, democrática, laica y federal. Sin embargo, en el siglo XIX por cerca de 50 años, se dio una batalla entre centralistas y federalistas debido al poder que tenían los jefes regionales. Es a partir de Porfirio Díaz que el ejecutivo federal empezó a controlar también a las gobernaturas.

Desde el año 2000, por un corto período de sólo 24 años, tuvimos alternancia de los partidos en la presidencia y en las gobernaturas, congresos plurales, una mayor independencia, al menos, del poder judicial federal, y la creación de varios órganos autónomos.  Parece que estamos retornando al inicio de una nueva ola de centralización del poder en la presidencia de la República. En esta ocasión con mayores posibilidades de acallar cualquier disidencia por la ampliación de las causas de prisión preventiva y por la militarización.

Otros ejemplos del retorno al autoritarismo son la desaparición en curso de varios órganos autónomos creados para quitarle al gobierno federal las herramientas que usó el PRI para mantenerse en el poder durante 71 años.

El gobierno de Morena busca recuperar el control y organización de las elecciones al subordinar al INE y al TEPJF; concentrar en lo que queda de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, las concesiones para el uso, aprovechamiento y explotación del espectro radioeléctrico, las redes y  los servicios de radiodifusión y telecomunicaciones. El control del acceso a la información gubernamental y a la protección de los datos personales se pasarán a la inútil Secretaría de la Función Pública; al INEGI se le agregará la evaluación de programas sociales. Ahora la llaman “austeridad republicana”, hermana de la austeridad neoliberal.

El peor atropello de todo el llamado Plan C a la seguridad ciudadana, son los cambios propuestos para la elección por voto popular de las autoridades del Poder Judicial. Somos un país en donde el Estado ha perdido el control de al menos, una tercera parte del territorio en manos del crimen organizado.  Un país que vive una ciudadanía de baja intensidad por el desinterés de los gobiernos de las últimas cuatro décadas para avanzar en la realización de los derechos humanos de la población.

En lugar de ser la 4T, por “cuarta transformación”, debería ser la 4R por la “cuarta regresión”. Tendremos un septiembre lleno de obscuridad.