Palabras de Clara Jusidman al recibir el Premio al Compromiso Social de los premios Compartir de 2023

Quiero empezar agradeciendo al jurado del Premio Compartir el otorgarme el correspondiente a “compromiso social” de este 2023.

El proceso de selección no debe ser una tarea fácil, debido a la complejidad y heterogeneidad de lo que llamamos sociedad civil en México.

Lo agradezco además porque al asignármelo a mí y a SERAPAZ, se tiende un puente hacia los activistas civiles que luchamos por la justicia social y el reconocimiento de los derechos humanos de nuestra diversidad social. Nos hemos enfrentado, por años, a los poderes políticos y económicos que desconocen, maltratan, controlan o discriminan a las poblaciones por su condición social y económica, o por su origen, raza, género o diversidad sexual.

En el contexto actual de violencia crónica, pobreza, polarización política y desastres naturales, es necesario que reunamos nuestras fuerzas, nuestros recursos de conocimiento y experticia y nos convirtamos en un actor social fuerte, que ofrezca alternativas y realice proyectos para impedir que el país continúe cayendo por el tobogán en el que estamos.

Pero, además, frente al cambio de época que estamos viviendo y ante la falta de perspectiva de mediano y largo plazo que domina a nuestra esfera política, tenemos que construir juntos escenarios posibles de futuro para nuestro país.

Los cambios geopolíticos y económicos a nivel mundial nos están asignando   un papel que asumimos simplemente como un hecho, cuando tendrán un efecto profundo en lo social, en lo económico, en lo cultural y en el medio ambiente.

Si desde la sociedad civil no asumimos una actividad proactiva frente a nuestro futuro, con visiones de mediano y largo plazo, todo México se convertirá en una Ciudad Juárez, como lo advertía yo hace varios años: un país maquilador, que genera pobreza laboral, destruye el tejido social y de las familias, padece del crimen organizado y conduce a los adolescentes y a las juventudes al mundo de la criminalidad como opción de movilidad social.

Por ejemplo, ¿Cuál será el efecto social del near-shoring si no presionamos a gobiernos y a empresas para que tomen responsabilidad sobre el bienestar de los trabajadores y sus familias como lo hicieron en su momento Don Eugenio Garza Sada y Don Antonio Ruiz Galindo?

Además, debemos reconocer que la situación política que estamos viviendo es resultado de una profundización de la desigualdad, no sólo económica y territorial, sino también social.

Es así por la contención y el deterioro de los salarios por 40 años, la segregación territorial entre pobres y ricos encerrados en guetos en las ciudades, el acceso diferenciado a servicios de salud, de educación, de transporte, al agua, a empleos dignos, más la destrucción de espacios públicos de encuentro entre personas y familias.

Se fue generado una brecha de tal magnitud, que tenía que llevarnos, tarde o temprano, al tipo de gobierno que hoy tenemos.

La cancelación de los canales de movilidad social -educación, empleo y seguridad social- y la creciente precarización de los trabajos, determinaron que los modelos de consumo promovidos por los medios de comunicación y practicados por las élites mexicanas, se transformaran en modelos aspiracionales para la adolescencia y las juventudes.

Lamentablemente, algunos optaron por el camino de la delincuencia, apoyados incluso por sus familias, para poder acceder a las grandes camionetas, a las residencias, relojes y ropa de lujo. Para empoderarse y ser reconocidos.

Se convirtieron así de víctimas de la profunda desigualdad, en victimarios.  Como sociedad, debemos encontrar vías para rescatarlos e impedir que sigan aumentando como víctimas-victimarios.

Para terminar, quisiera mencionar que toda mi vida pública la he dedicado a observar y visibilizar injusticias como las cometidas en el mundo del empleo y la informalidad, o en el crecimiento urbano desordenado y segregador, así como por la exclusión y violación de los derechos de las mujeres, de las personas mayores o de la primera infancia.

Siempre le aposté a la escucha y al diálogo y participé activamente en la lucha por la democracia, por el respeto a los derechos políticos y a la participación ciudadana. Promoví diversos espacios de encuentro y diálogo para la construcción de acuerdos.

Mi pasión siempre fue el desarrollo de instituciones públicas y civiles, de capacidades de buen gobierno y de políticas públicas, así como de proyectos concretos particularmente en los ámbitos del desarrollo social.

Mi mayor fracaso ha sido la imposibilidad de crear suficiente conciencia sobre los profundos cambios en los entornos familiares donde se construye a los seres humanos.

No es un tema que atañe sólo a la esfera privada. Las unidades familiares son construcciones sociales y es necesario que se asuman responsabilidades públicas que contribuyan a la crianza y al desarrollo de personas dignas.

Todos tenemos el derecho a cuidar y a ser cuidados, así como al tiempo propio.

Por último, no quisiera de dejar de felicitar a Premios Compartir y al Centro Mexicano para la Filantropía, A.C. por su aniversario número 35 y dar las gracias nuevamente por el reconocimiento.