Clara Jusidman
Agosto 12 2024
Los Reyes la Paz, Seminario de Cultura Mexicana
A modo de introducción
Estoy segura de que todas y todos reconocemos la existencia de una profunda e histórica desigualdad en las oportunidades de las mujeres con respecto de los varones.
También somos testigos de las diferencias que existen entre los sexos en materia de los ingresos que perciben, de la riqueza, del poder y del reconocimiento que alcanzan e incluso, del tipo de violencia que experimentan.
Seguramente cada uno tenemos una historia, un recuerdo o una experiencia personal o de alguien cercano de alguna expresión concreta de esa desigualdad y de esas brechas que nunca acaban de cerrarse y que con cierta temporalidad vuelven a abrirse.
Ya sean experiencias personales como mujeres o a través de vivencias de mujeres cercanas o incluso de prácticas observadas en los hombres como el maltrato, el acoso y las violencias de diverso tipo, o la discriminación; la desigualdad en el acceso a oportunidades de trabajo, de educación, de ingreso; o sabemos de limitaciones que los varones les imponen a la libertad de elección, a la forma de vestir, de expresarse, de divertirse.
Pensemos en las experiencias directas de las mujeres que en el transporte público son objeto de acoso sexual o de aquellas que son drogadas o engañadas en las redes sociales y terminan vendidas, esclavizadas y en la prostitución, negocio en aumento en nuestro país.
Seguramente cada uno tenemos una imagen distinta de qué es ser mujer y qué es ser hombre y cuáles son sus responsabilidades, funciones y cuáles sus derechos.
Aprendemos qué es ser mujer y qué es ser hombre en nuestro entorno: por nuestra cultura, por la educación y socialización que recibimos en casa, en la escuela, en la iglesia.
Así es que, con base en diferencias biológicas reales de los sexos, la humanidad a lo largo de la historia les ha asignado roles específicos.
Al principio de la vida de los seres humanos la mayor fuerza física de los hombres era importante cuando era fundamental para sobrevivir; asumían las tareas de caza y de protección frente a animales peligrosos u otros grupos humanos. A las mujeres, se les dejaron las tareas de reproducción y crianza para la preservación de la especie. Ellas fueron quienes iniciaron la agricultura y continúan siendo las principales productoras de alimentos en el mundo.
Quisiera destacar que una de las desigualdades fundamentales entre hombres y mujeres es el valor que la sociedad le da a sus tiempos:
- Los tiempos productivos, económicamente valiosos son los de los hombres, se asume que generan riqueza y se contabilizan en el producto interno bruto;
- A los tiempos de las mujeres en cambio, hasta hace unos veinte años, no se les daba valor económico, pues se destinan a la reproducción doméstica a la construcción de seres humanos, al cuidado.
Actualmente, una lucha fundamental de las mujeres es precisamente que se considere valioso el tiempo dedicado al cuidado de otros y se establezcan sistema de cuidados en los países y en las ciudades.
El patriarcado
En todas las culturas y mitologías encontramos relatos donde la mujer es un subproducto del hombre y se subordina a éste quien dirige, controla, impone, protege, abusa, castiga, viola, mata.
Es lo que las feministas llaman la “cultura del patriarcado”, que determina relaciones desiguales de poder entre los sexos y que se sustenta en que:
- el cuerpo de la mujer sirve fundamentalmente para dar a luz nuevos seres humanos, para criarlos y cuidarlos;
- son sus capacidades reproductivas las que importan y el resto de sus órganos no son equiparables a los de los varones:
- su cerebro es inferior, no diferente, incapaz de realizar tareas complejas que han sido asignadas al sexo masculino; por lo tanto, su capacidad de aprendizaje, concentración, análisis e inventiva es muy limitada;
- su fuerza física les impide desarrollar trabajos que requieren fortaleza y resistencia;
- deben mantenerse puras y vírgenes pues su cuerpo no les pertenece al haber sido consagradas a la reproducción y a la maternidad.
El patriarcado se define como y cito[1] “un sistema de dominio institucionalizado que mantiene la subordinación e invisibilización de las mujeres y todo aquello considerado como ‘femenino’, con respecto a los varones y lo ‘masculino’, creando así una situación de desigualdad estructural basada en la pertenencia a determinado ‘sexo biológico’.Tiene su origen histórico en la familia, cuya jefatura ejerce el padre y se proyecta a todo el orden social. Esta situación se mantiene a través de regímenes, hábitos, costumbres, prácticas cotidianas, ideas, prejuicios, leyes e instituciones sociales, religiosas y políticas que definen y difunden una serie de roles a través de los cuáles se vigila, se apropia y se controla los cuerpos de las mujeres, a quienes no se les permite gozar de una completa igualdad de oportunidades y derechos.”
El orden que impone el patriarcado es normalmente percibido como natural y no como una construcción social que puede ser transformada. Gracias a la lucha feminista y de los colectivos LGTTBI se ha demostrado que ese orden es una construcción social posible de ser transformada, que no es natural, ni inamovible, que ha venido siendo objeto de cambios reconociendo paulatinamente que las mujeres y las personas de la diversidad sexual son sujetos de derechos humanos y merecedores de una vida digna y libre de violencia.[2]
“El sexo viene determinado por la naturaleza, una persona nace con sexo masculino o femenino. En cambio, el género, varón o mujer, se aprende, puede ser educado, cambiado y manipulado”.
Mujeres y hombres son construidos socialmente de manera diferente: las mujeres para la vida privada, doméstica, para la reproducción y los hombres para la vida pública, la producción, el ejercicio del poder y del control.
El origen de la desigualdad
En mi exposición quisiera compartir mi aprendizaje de cómo llegamos hasta las brechas en la igualdad de género y responder a algunas preguntas que yo misma me he formulado como:
¿dónde está la matriz de origen de la persistencia de las brechas? ¿por qué ha sido tan difícil remover los obstáculos del sometimiento de las mujeres al poder de los hombres?
¿por qué el feminismo habla de olas cuando se refiera a la historia de la lucha de las mujeres?
¿cuáles han sido los obstáculos que ha tratado de remover cada una de las cuatro olas de los movimientos de las mujeres?
¿cuáles son los derechos que se han privilegiado en cada ola?
¿en qué medida estamos actualmente en un retroceso de los logros alcanzados por la tercera ola y qué se vislumbra en el surgimiento de la cuarta?
¿en qué medida la pandemia, la austeridad y la fata de compromiso gubernamental contribuyen a ese retroceso?
Importancia de las religiones como sostén del patriarcado
Desde mi óptica las jerarquías religiosas han tenido y siguen teniendo una fuerte influencia para normalizar y hacer aceptables las condiciones de subordinación del cuerpo, la sexualidad, las libertades, los derechos y oportunidades de las mujeres.
La mayoría de las religiones del mundo son controladas por hombres y estos construyen las reglas que deben acatar las personas frente a las distintas divinidades, dentro de ello, de manera fundamental, sus conductas sexuales y reproductivas.
Los dioses más poderosos de las distintas religiones son masculinos Zeus, Júpiter, Alá, Jehová, Cristo, Ra, Amón, Huitzilopochtli, Quetzalcóatl, Kukulkán, Odín, Brahma, Visnú. Representan a distintos elementos: el sol, el viento, el mar, el fuego, la lluvia, la guerra, el inframundo.
Las diosas en cambio se identifican generalmente en relación con los dioses hombres: son madres, esposas o hijas como Coatlicue diosa tierra, madre de Huitzilopochtli, Ix chel, esposa de Itzamná, María madre de Jesucristo, Lakshmi esposa de Visnú. Representan la fertilidad, la tierra, la belleza.
Son las jerarquías religiosas, las que interpretan los textos sagrados, las que acaban imponiendo las reglas de las relaciones entre los sexos y limitando las libertades de las mujeres sobre su propio cuerpo, como ocurre con el Corán.
Desde mi perspectiva, en ese control radica el mayor obstáculo para que las brechas de desigualdad entre los sexos se reduzcan. Crean y mantienen una relación de poder sobre las mujeres.
Los líderes religiosos o los líder populistas conservadores en lo moral que controlan el poder político en varios países y que son venerados como líderes religiosos, son los que determinan si se permite a las mujeres trabajar, estudiar, salir solas a la calle, acudir a centros de recreación; así como su forma de vestir, de casarse o separarse, de ejercer su sexualidad y el control sobre su propio cuerpo.
Desde la segunda mitad del siglo veinte hemos sido testigos de mujeres que ante regímenes laicos acceden a múltiples oportunidades: son empresarias, profesoras, investigadoras, periodistas, políticas, legisladoras, jueces y magistradas, ejercen diversas profesiones. En el momento en que llegan al poder grupos religiosos o partidos políticos conservadores y autoritarios sus libertades vuelven a ser conculcadas. Son los casos de Irán, Afganistán y Egipto, incluso China y Corea del Norte, donde se han registrado graves retrocesos en la realización de los derechos de las mujeres.
El triunfo de los talibanes en Afganistán borró veinte años de progreso en el acceso de las mujeres a la educación, al trabajo y a posiciones en el gobierno. En Brasil, Nicaragua, Rusia, Hungría y Bielorrusia con líderes autocráticos populistas de derecha o izquierda como Bolsonaro, Ortega, Putin u Orban, se ha frenado y retrocedido en los derechos de las mujeres y de las colectividades de la diversidad sexual. Incluso en Estados Unidos se ha visto un enlentecimiento de los avances logrados desde 1970 en materia de igualdad de género y derechos reproductivos[3]. La Suprema Corte de ese país deshecho el derecho a la interrupción legal del embarazo. Desde hace 50 años en un juicio histórico se había logrado que se aceptara el aborto a nivel federal.
Una materia fundamental de controversia entre partidos políticos son los derechos de las mujeres: los conservadores de derecha buscan limitar su libertad a tomar decisiones sobre sus cuerpos, postulan el derecho a la vida como uno de sus principales objetivos, rechazan el aborto, la educación sexual en las escuelas y el reconocimiento de la diversidad sexual.
Los republicanos en Estados Unidos a partir de la Presidencia de Trump, están volcados en esa línea de pensamiento y acción. En su actual campaña Donald Trump anuncia que de llegar a la presidencia decretará que sólo existen dos sexos: el femenino y el masculino.
Los conservadores morales de izquierda y de derecha no entienden, ni les interesa, ni se comprometen con la agenda por la igualdad de las mujeres. Así vemos como en nuestro país, el derecho al aborto, el acceso libre a métodos de control natal, a educación sexual y a una vida libre de violencia a veces avanza y otras, retrocede.
Son los partidos laicos progresistas los que incluyen la agenda de los derechos de las mujeres en sus promociones políticas. Por ello, la lucha por la laicidad del Estado se vuelve fundamental para las organizaciones de mujeres.
Las olas por los derechos de las mujeres
Actualmente se reconocen cuatro olas del feminismo mismas que representan cuatro formas de entender el origen de la desigualdad entre hombres y mujeres. Esto determinó los derechos y libertades defendido por los colectivos de mujeres en cada época e identificaron los obstáculos que había que remontar.
En las cuatro olas se ha compartido el interés por acceder a la distribución equitativa de los beneficios del desarrollo, ser incluidas, reconocidas y visibilizadas en un mundo regido por la cultura patriarcal.
La metáfora de olas refiere a que los logros de las mujeres a veces avanzan y en otras retroceden, no ocurren en una progresión lineal y acumulativa. Así derechos que se considera ya reconocidos son revertidos por los grupos y gobiernos conservadores.
Lo más lamentable de esta situación son los miles de niñas y mujeres que siguen perdiendo la vida o son esclavizadas por las imposiciones del patriarcado: 37,000 mujeres mueren al año por las prácticas de ablación de las poblaciones musulmanas; como resultado de las políticas de natalidad en China[4] en 2020 había una diferencia de 36.4 millones menos de mujeres que de hombres; según datos de ONU Mujeres 81,000 fueron asesinadas en el mundo por razones de género y alrededor de una de cada tres mujeres de 15 años o más ha experimentado alguna vez en su vida violencia física o sexual por parte de una pareja íntima, o violencia sexual perpetrada por alguien que no era su pareja[5].
Un reporte reciente sobre el crimen organizado detecta que la explotación de las personas, en forma de trata, se ha convertido en la economía criminal más generalizada del mundo.[6] En México este delito aumentó en 32.5% en los últimos cinco años.[7]
Las dos primeras olas de la lucha colectiva y organizada de las mujeres en los países de occidente, terminaron con encarcelamiento, violencia y muerte de varias de ellas.
América Latina en gran medida, ha seguido los pasos de las pioneras de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. Lamentablemente contamos con poca información sobre esta lucha en Asia y África.
En México en particular, la violencia contra las mujeres se presenta agravada por ser el país más violento en el mundo que no vive en una situación de guerra interna.
En un libro estupendo sobre el feminismo, citada por Nuria Varela,[8] Victoria Sau lo define como «un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del siglo XVIII y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación y explotación de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquélla requiera».
Las estrategias y tácticas aplicadas por las mujeres en su lucha por la reivindicación de sus derechos han sido ejemplo para las organizaciones defensoras de los derechos de otros grupos de población sujetos a discriminación. Las mujeres desarrollan formas de protesta y de exigencia muy imaginativas como los paros totales de sus actividades, las huelgas sexuales, la formación de barreras con sus cuerpos frente a los enemigos, la realización de actos culturales en sus marchas, componen canciones, entre otras. Hay una fuerte vinculación entre los movimientos de mujeres y los avances en democracia.
Hagamos un breve repaso de los derechos que han sido reclamados en cada una de las olas del feminismo y de algunos avances teóricos que surgieron en cada una de ellas.
Fuente: Simón, Elena texto basado en los datos extraídos de Álvarez González, M. Isabel. “Los orígenes y la celebración del día Internacional de la Mujer: 1910-1945”. Univ. Oviedo. KRK ed. 1999. Disponible en: https://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:9JESBnCY5PcJ:https://ieg.ua.es/es/documentos/boletines-2015/boletin-7/las-olas-del-feminismo.pdf+&cd=1&hl=es-419&ct=clnk&gl=mx [Consultada el 20 de abril de 2022]
Los énfasis en los derechos que las distintas olas han promovido han variado, aun cuando algunos permanecen o se persiguen desde enfoques nuevos. Todos se relacionan con alcanzar igualdad o derechos equiparables a los de los varones. Las mujeres buscan ser reconocidas como personas dignas, libres, visibles, respetadas y remover las estructuras institucionales, legales, culturales que las someten.
Aun cuando en toda la historia de la humanidad existen mujeres que fueron críticas y tuvieron conductas de ruptura con sus entornos de sujeción[9], es a partir de la Ilustración y de los movimientos revolucionarios y libertarios, cuando se constituyen colectivos de mujeres que al asociarse y participar en la promoción de cambios políticos en sus sociedades, toman conciencia del nivel de subordinación en que se encuentran ellas mismas. Ello las motiva a iniciar una lucha abierta por su propia emancipación.
El feminismo ilustrado
Es la etapa de lo que posteriormente se llamó “feminismo ilustrado” de finales del siglo XVIII, las mujeres lucharon por que los postulados de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa se aplicaran también a ellas.
Fundamentalmente, demandaban el derecho a la educación, al trabajo, al voto, derechos matrimoniales y respecto a los hijos, eliminación de los malos tratos y abusos dentro del matrimonio y abolición de la prostitución. Reclamaban una mayor protección de sus intereses personales y económicos en el matrimonio y la familia y una representación de sus intereses en las instituciones políticas que fueron creadas al triunfo de la Revolución Francesa.
A modo de resumen, cito: «el debate feminista ilustrado afirmó la igualdad entre hombres y mujeres, criticó la supremacía masculina, identificó los mecanismos sociales y culturales que influían en la construcción de la subordinación femenina y elaboró estrategias para conseguir la emancipación de las mujeres. Los textos fundacionales del feminismo ilustrado avanzaron haciendo énfasis en la idea acerca de la cual las relaciones de poder masculino sobre las mujeres ya no se podían atribuir a un designio divino, ni a la naturaleza, sino que eran el resultado de una construcción social. […] Al apelar al reconocimiento de los derechos de las mujeres como tales, situaron las demandas feministas en la lógica de los derechos»[10].
La respuesta del poder masculino “ilustrado” fue totalmente contraria. Mujeres que destacaron en la consecución de la Revolución Francesa, entre ellas Olimpia de Gauge, murieron en la guillotina entre 1993 y 1995. Los clubes republicanos femeninos que florecieron antes y durante la revolución francesa fueron cerrados y se prohibió que más de cinco mujeres se reunieran en público.
A pesar de que la Revolución Francesa de 1789 fue el origen de la Declaración de los Derechos del Hombre fundamento del desarrollo de los derechos humanos, excluyó la consideración de las mujeres como ciudadanas.
Sólo quince años después en 1804 quedó consagrada la minoría de edad de las mujeres en el Código de Napoleón, que fue imitado después en toda Europa. Este señalaba que las mujeres:
«Eran consideradas hijas o madres en poder de sus padres,
esposos e incluso hijos. No tenían derecho a administrar su
propiedad, fijar o abandonar su domicilio, ejercer la patria
potestad, mantener una profesión o emplearse sin permiso,
rechazar a su padre o marido violentos. La obediencia, el respeto,
la abnegación y el sacrificio quedaban fijados como sus virtudes
obligatorias. El nuevo derecho penal fijó para ellas delitos
específicos que, como el adulterio y el aborto, consagraban que sus cuerpos no les pertenecían. A todo efecto ninguna mujer era
dueña de sí misma, todas carecían de lo que la ciudadanía
aseguraba, la libertad.»[11]
El feminismo sufragista
La segunda ola es conocida como el “feminismo sufragista”. La lucha de las mujeres que va de la segunda mitad del siglo XIX al primer tercio del siglo XX tiene como antecedente el haber quedado excluidas del ámbito de los derechos civiles y de participación política.
Los objetivos de esta etapa se dirigen precisamente al ámbito de los derechos políticos: a conseguir el voto, el acceso a instituciones de educación superior, a las profesiones y a cargos de todo tipo, así como condiciones laborales y derechos y deberes matrimoniales equiparables a los de los varones.[12]
Las mujeres que inician esta segunda ola fueron activas participantes en los movimientos para la abolición de la esclavitud y es nuevamente a partir de una experiencia de organización y participación política para emancipar a otros, que reconocen los niveles de sujeción que padecen ellas mismas. El movimiento empieza en Estados Unidos y se transmite a Inglaterra.
Fue una etapa de grandes rupturas respecto de los patrones esperados de conducta, lo que les costó vidas, encarcelamiento, exilio y maltrato. Cito: “Escriben, publican, viajan, intercambian ideas y experiencias, escandalizan, se arriesgan, se asocian, se oponen a las autoridades, desafían al poder, consiguen adhesiones, efectúan alianzas interclasistas, interracistas e internacionales, se oponen al matrimonio “obligado”, investigan y practican el control de la natalidad, exigen igual salario, se declaran librepensadoras, se enfrentan a sus correligionarios de izquierdas exigiendo coherencia con las ideas de justicia e igualdad a sus compañeros y camaradas, exigen, incluso de la Iglesia, mayor apertura de miras y consideración de iguales.
Cambian su vestimenta: se cortan las faldas y el cabello. El corsé es eliminado en 1912. Salen, practican deportes, conducen coches y aviones, frecuentan locales de esparcimiento, diversión y relación social”[13].
Esta etapa del movimiento de mujeres tiene lugar durante la expansión del colonialismo británico, las dos primeras revoluciones industriales, el surgimiento de los movimientos obreros, del socialismo y de las grandes revoluciones sociales, así como de la Primera Guerra Mundial.
La tercera ola
La tercera ola tiene lugar entre la segunda mitad y el final del siglo XX. Es la etapa de la Guerra Fría, la creación de grandes organizaciones e instrumentos internacionales entre ellos de manera destacada, Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los Pactos Internacionales de derechos civiles y políticos y económicos, sociales y culturales; desaparece el bloque soviético, se impone el Consenso de Washington y la globalización y con ello, un capitalismo financiero altamente concentrador de riqueza y explotador de las fuerza de trabajo y los recursos naturales de los países que habían sido colonizados.
Desde la mirada de las mujeres. Surge dos instrumentos fundamentales:
- la CEDAW (Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra las Mujeres) adoptada en 1979 por Naciones Unidas y puesta a ratificación de los países y
- la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres de Belém do Pará aprobada por la OEA y puesta a ratificación en 1994.
Ambas promueven la protección y el respeto de los derechos humanos de las mujeres y su derecho a una vida sin violencia.
A partir de 1975 tienen lugar las Conferencias Internacionales de la Mujer:
“Las Naciones Unidas han organizado cuatro conferencias mundiales sobre la mujer, que se celebraron en Ciudad de México (1975), Copenhague (1980), Nairobi (1985) y Beijing (1995). A ésta última siguió una serie de exámenes quinquenales.
La Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing en 1995, marcó un importante punto de inflexión para la agenda mundial de igualdad de género. La Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, adoptada de forma unánime por 189 países, constituye un programa en favor del empoderamiento de la mujer y en su elaboración se tuvo en cuenta el documento clave de política mundial sobre igualdad de género. La Declaración y Plataforma de Acción de Beijing establece una serie de objetivos estratégicos y medidas para el progreso de las mujeres y el logro de la igualdad de género en 12 esferas cruciales:
- La mujer y la pobreza
- Educación y capacitación de la mujer
- La mujer y la salud
- La violencia contra la mujer
- La mujer y los conflictos armados
- La mujer y la economía
- La mujer en el ejercicio del poder y la adopción de decisiones
- Mecanismos institucionales para el adelanto de la mujer
- Los derechos humanos de la mujer
- La mujer y los medios de difusión
- La mujer y el medio ambiente
- La niña”[14]
En este periodo de la tercera ola se logra un notable avance en los estudios y teorías sobre las relaciones entre los sexos.
Se acuñan términos, se describen las injusticias como impuestas por las culturas y no por la naturaleza.
Se desarrolla la categoría de género como relaciones de poder asimétricas que construyen socialmente identidades diferenciadas. Se analiza, nombra y describe al patriarcado y las desigualdades y discriminaciones de sexo-género.
Es una etapa donde las mujeres de todo el mundo se encuentran y constituyen colectivos y organizaciones locales, nacionales e internacionales que adquieren influencia. Se crean organismos regionales e internacionales como ONU Mujeres para visibilizar sus áreas de preocupación y promover sus derechos.
Se establecen organismos nacionales especializados en la defensa y promoción de los derechos de las mujeres en forma de Institutos, Secretarías, Centros, Consejos. Se realiza un importante esfuerzo por desarrollar y aplicar metodologías para incorporar las perspectiva o enfoque de género en las políticas públicas, en los presupuestos públicos, en la aplicación de la justicia, en la formulación de leyes, en el acceso al trabajo por pago.
En esta tercera ola se busca la incorporación de las mujeres al desarrollo, el acceso a los derechos sociales, al poder y a una vida libre de violencia. Se logran avances notables en su acceso a la educación, al trabajo, al ingreso económico, a la seguridad social y a pensiones, a la propiedad de la tierra y de la vivienda, al crédito, a la educación sexual, a métodos de control natal, a la regulación y control de la fecundidad, a la despenalización del aborto, a puestos de elección popular y posiciones en la administración pública; al divorcio y a condiciones más equitativas en las relaciones de pareja, sobre los hijos e hijas y sobre los bienes de la familia. Se generalizan las escuelas mixtas y la coeducación. La violencia doméstica deja de verse como un asunto que atañe sólo a la vida privada.
Sin embargo, las brechas de desigualdad y los rezagos se mantienen: el mal trato, la exclusión, la pobreza, las brechas salariales, la división sexual de los trabajos, las dobles y triples jornadas, la desigualdad en el acceso a la salud, a la educación, a las oportunidades de trabajo, al crédito, a la tecnología, a la justicia, al goce del tiempo libre, a la recreación.
Las expresiones de violencias de género se vuelven más cruentas y se normaliza. El comercio internacional de mujeres con fines de prostitución, los feminicidios, el acoso en distintas modalidades se hacen visibles con amplios grados de impunidad por la colusión entre crimen organizado, empresarios, funcionarios y políticos en nuestro país.
El desarrollo de las comunicaciones hace evidente que las condiciones de desarrollo y realización de los derechos de las mujeres difieren entre países, entre grupos socioeconómicos, razas, etnias y religiones.
Se toma conciencia de la desigualdad entre las mujeres relacionado con lo que ahora se llama interseccionalidad, que se refiere a mujeres en las que se suman características diversas como ser indígena, ser pobre, ser vieja y analfabeta o ser blanca, católica, con una profesión, un trabajo, ingresos y propiedades. Ya no es sólo la brecha entre hombres y mujeres, sino también la que se observa entre mujeres. Se reconoce que muchos de los avances logrados benefician a las mujeres de los estratos medios y altos de ingreso especialmente en los países de Occidente y que el rezago se mantiene para las mujeres afrodescendientes, indígenas, pobres, rurales y de la diversidad sexual.
Se inicia un cuestionamiento profundo a las adscripciones e identidades sexo-género para dar paso a una nueva ola del feminismo.
La cuarta ola
Las guerras, la violencia del crimen organizado y de la delincuencia común, la pandemia, la austeridad del neoliberalismo, así como los retrocesos en los derechos de las mujeres ante el surgimiento de gobiernos autoritarios y conservadores, parecen indicar una retracción de los avances logrados en la tercera ola del feminismo y el riesgo de que la espiral de violencia contra las mujeres tanto doméstica, como criminal, que ha caracterizado las primeras décadas de este siglo, se agudice.
Se plantea la llegada de una cuarta ola relacionada con el desarrollo de la teoría queer, el transfeminismo[15], el ciberfeminismo, el anarquismo feminista, los escraches, el movimiento Femen, entre otras manifestaciones que se rebelan contra la permanencia de concepciones, prácticas, estructuras e instituciones que mantienen la explotación de las mujeres en un sistema capitalista que sigue dominado por los varones.
El acoso sexual y laboral, la trata y el turismo sexual, los feminicidios, los secuestros y las desapariciones, el aumento de la violencia doméstica y la violencia política de género son expresiones extremas que se generalizan en el mundo y que prueban la persistencia del patriarcado y el machismo.
Los retrocesos por la pandemia y las políticas para contenerla
La pandemia y las políticas de encierro adoptadas para enfrentarla provocaron efectos distintos entre hombres y mujeres. Ello en el marco de una prolongada y sostenida política de austeridad en el país que ha afectado la calidad, la disponibilidad y el acceso a servicios públicos de salud y educación, que se agregó a la previa destrucción de capacidades nacionales de producción de medicamentos, vacunas, equipos e insumos para la atención de la salud y una ausencia de respuesta de las políticas de gobierno en materia de apoyo a las familias y a las empresas a la altura de las requeridas para enfrentar la emergencia sanitaria y evitar la destrucción de empleos e ingresos de la población.
Si bien parece que en número de afectados y defunciones la COVID 19 tuvo mayores efectos en los varones, el impacto en diversos ámbitos de la vida fue mayor en las mujeres:
- Mayor pérdida de trabajos e ingresos– Debido a que la proporción de mujeres que trabajan en el sector informal de la economía era mayor, resultaron más afectadas por la pérdida de más de 10 millones de trabajos en ese sector. Entre el primer trimestre y el segundo trimestre del 2020, 3.5 millones de mujeres perdieron sus ocupaciones en el sector informal.
- Aumento de su carga de trabajo– Uno de los persistentes rezagos culturales es la desigual distribución de las tareas de cuidado entre sexos y generaciones y entre el Estado, el mercado, las familias y la comunidad. Las tareas de cuidado de las familias siguen atribuyéndose a las mujeres. Las políticas de reclusión para evitar la propagación del virus, provocó que tanto servicios públicos, como de las empresas y de la comunidad que apoyan a las familias en el cuidado y atención de sus integrantes, fueran cerrados y que esos cuidados volvieran a recaer en las familias, es decir en las mujeres. El cierre de estancias infantiles, escuelas, casas de retiro, así como la saturación de clínicas y hospitales y el aislamiento de personas que prestan servicios en los hogares, provocó un aumento del tiempo que las mujeres tuvieron que destinar al cuidado doméstico de las niñez y adolescencia, de personas mayores, de afectadas por la COVID, de enfermos crónicos, que no pudieron ser atendidos por los saturados e insuficientes servicios de salud.
Las mujeres que tuvieron la posibilidad de mantener sus trabajos mediante el uso de plataformas aumentaron sus jornadas; otras en cambio, perdieron sus trabajos y sus ingresos:
De acuerdo con el INEGI en 2020 el valor económico del trabajo no remunerado en los hogares fue de 6.4 billones de pesos. Es una cifra equivalente al 27.6 % del PIB del país. De ese valor, por cada peso que aportaron los hombres a las labores domésticas y de cuidados del hogar, las mujeres aportaron tres.
Obviamente el mayor peso recayó en las mujeres casadas o unidas con hijos e hijas menores.
- Aumento de la violencia doméstica y de problemas de salud mental– El aumento de la convivencia diaria de todos los integrantes de las familias, muchas veces en espacios reducidos de vivienda, conllevó a un aumento de la violencia doméstica, de los divorcios, abandono y efectos en la salud mental y emocional particularmente de las mujeres. Abuso, violaciones, golpes, suicidios y hasta homicidios se incrementaron en el ámbito de las familias siendo el mayor número de víctimas mujeres. La violencia doméstica fue el único delito que aumentó durante la pandemia.
- Deserción escolar– Poco más de un millón de mujeres de 3 a 29 años no se inscribió en el ciclo escolar 2020-2021 debido a la COVID. El 86% de los niños y niñas que recibieron apoyo en las actividades escolares durante ese mismo ciclo lo hicieron de sus mamás o de alguna familiar mujer. Otra información señala que 2.6 millones de mujeres renunciaron a sus estudios. De acuerdo con el CONAPRED las niñas representan un 15% más que los niños que no tienen educación.
- Mayor riesgo de contagio– Siete de cada diez trabajadores en el sector salud son mujeres. Al ser la pandemia un grave problema que requirió ser atendido en clínicas y hospitales, las mujeres estuvieron más expuestas a ser contagiadas por el virus, así como sus familias al tener una mayor presencia en los trabajos en la primera línea como enfermeras, cuidadoras, responsables del aseo y la limpieza, incluso médicas. La falta de protección apropiada y suficiente provocó que México fuera el país donde falleció el mayor número de personas del sector salud con motivo de la pandemia.
A modo de conclusión
La pandemia volvió a evidenciar y agudizar la desigualdad estructural entre mujeres y hombres incluso hizo retroceder avances que se habían logrado en la tercera ola del feminismo. Mostró, asimismo, las grandes brechas en la realización de derechos entre mujeres de distintos estratos socioeconómicos, ubicación geográfica y país de origen.
La carga de la pandemia recayó en las espaldas de las mujeres pobres que viven en colonias marginadas de las grandes urbes, no tienen seguridad social, ni servicios de salud accesibles física y económicamente. Perdieron sus trabajos e ingresos y aumentaron sus horas de cuidado a otros integrantes de las familias, se incrementó la violencia que las afecta y sus malestares emocionales y mentales se agudizaron.
Son muchos siglos de opresión, de invisibilización, de maltrato y de violencia y de no reconocer y valorar los aportes de las mujeres al bienestar de la humanidad. Siglos de no ser consideradas como personas dignas con derechos y libertades.
La metáfora de las olas continúa siendo vigente. En los últimos tres siglos se ha avanzado, pero también retrocedido en eliminar obstáculos para alcanzar una igualdad sustantiva. Ello ante a la persistencia de estructuras patriarcales que se niegan a perder sus privilegios y la adopción de un modelo económico y social cuyo objetivo central es obtener lucro y no procurar el bienestar de las personas.
Parecería que es nuevamente el machismo, la misoginia y la fuerza física, así como la construcción androcéntrica de legislación e instituciones, lo que sigue sometiendo a las mujeres y manteniendo las brechas de desigualdad.
A pesar de que en nuestro país presumimos de haber alcanzado paridad en el Congreso Federal, en los puestos del gabinete presidencial, en las gobernaturas, en las presidencias municipales no son necesariamente las mujeres más valiosas, capacitadas y trabajadoras las que llegan a ser diputadas, senadoras, secretarias de gobierno, gobernadoras, etc. Lamentablemente siguen siendo las que eligen los varones políticos: el presidente y los lideres hombres de los partidos políticos. Las escogen porque piensan que son las que obedecerán, se someterán a lo que ellos les ordenen, levantarán sus manos para votar por la legislación que ellos propongan. Indudablemente en los últimos 50 años ha habido mujeres políticas de gran valor y mérito, tristemente son las menos.
Para muchas que participamos en la tercera ola del feminismo pueden resultarnos extraños y lejanos los desarrollos teóricos, las preocupaciones y las formas de actuación de las mujeres de la cuarta ola que se inicia en la última década.
Comprender que hicimos lo posible por lograr avances y dejar una mejor plataforma de partida para las nuevas generaciones, debe llevarnos también a reconocer la enorme capacidad de iniciativa que históricamente hemos mostrado las mujeres en la lucha por la igualdad. Es la hora de las nuevas generaciones.
Bibliografía
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[1] Diccionario de Asilo. Comisión de Ayuda al Refugiado en Euskadi. Disponible en: https://diccionario.cear-euskadi.org/patriarcado/ [Consulta: 18 de abril de 2022]
[2] Ibidem.
[3] Chenoweth, Erica y Zoe M. (march/April 2022) Revenge of the Patriarchs. Why autocrats fear women. Foreign Affairs. Disponible en: https://www.foreignaffairs.com/articles/china/2022-02-08/women-rights-revenge-patriarchs [Consulta: 10 de abril de 2022]
[4] Ambrós, Isidre. La Vanguardia. 01 de diciembre de 2016 https://www.lavanguardia.com/internacional/20161207/412448784640/millones-mujeres-china-no-registradas-nacer.html [Consulta: el 22 de abril de 2022]
[5] ONU Mujeres. Hechos y cifras: poner fin a la violencia contra las mujeres. https://www.unwomen.org/es/what-we-do/ending-violence-against-women/facts-and-figures
[Consulta: 25 de abril de 2022]
[6] The Global Initiative Against Transnational Organized Crime (2021) Global Organized Crime Index. Disponible en: https://globalinitiative.net/ [Consulta: 10 de abril de 2022]
[7] Galván, Melissa. La trata crece en México, junto con el desconocimiento oficial del problema. Expansión política, 30 de julio de 2021. Disponible en: https://politica.expansion.mx/mexico/2021/07/30/la-trata-crece-en-mexico-junto-con-el-desconocimiento-oficial-del-problema#:~:text=Un%20informe%20de%20Hispanics%20in,a%C3%B1os%2C%20sin%20pol%C3%ADticas%20para%20encararlo. [Consulta: 10 de abril de 2022]
[8] Varela, Nuria. (2008) Feminismo para principiantes. Barcelona. Ediciones B, S.A. Disponible en: https://kolectivoporoto.cl/wp-content/uploads/2015/11/Varela-Nuria-Feminismo-Para-Principiantes.pdf
[9] Sagot Rodríguez, Montserrat (Coord.). Feminismos, pensamiento crítico y propuestas alternativas en América Latina. Buenos Aires: CLACSO, 2017.
[10] Bonilla Vélez, Gloria. (2010) “Teoría feminista, ilustración, modernidad: Notas para un debate. Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica. No. 11. enero-junio de 2010, p.200. Barranquilla – Cartagena de Indias, Colombia.
[11] Sánchez, Víctor. (2017) “Feminismo para principiantes” (2005, Nuria Varela) Disponible en: http://circulosdehombres.es/?p=123 [Consultada el 15 de abril de 2022]
[12] Thomen, Marta. Las cuatro Olas del Feminismo. Disponible en: https://www.psicologia-online.com/las-cuatro-olas-del-feminismo-4627.html [Consultada el 15 de abril de 2022]
[13] Simón, Elena texto basado en los datos extraídos de Álvarez González, M. Isabel. “Los orígenes y la celebración del día Internacional de la Mujer: 1910-1945”. Univ. Oviedo. KRK ed. 1999. Disponible en: https://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:9JESBnCY5PcJ:https://ieg.ua.es/es/documentos/boletines-2015/boletin-7/las-olas-del-feminismo.pdf+&cd=1&hl=es-419&ct=clnk&gl=mx [Consultada el 20 de abril de 2022]
[14] https://www.unwomen.org/es/how-we-work/intergovernmental-support/world-conferences-on-women consultado 04/08/2024
[15] Herramienta epistemológica que no se desliga del feminismo ni se propone como la superación de éste sino como una red que es capaz de abrir espacios y campos discursivos a todas aquellas prácticas y sujetos de la contemporaneidad y del devenir minoritario que no habían sido considerados de manera directa por el feminismo blanco o institucional. Sayak Valencia Triana, Colegio de la Frontera, Tijuana; México