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VOTO PARTICULAR DE LA DIPUTADA CLARA JUSIDMAN RELATIVO AL ARTICULO DE CIUDAD SEGURA

VOTO PARTICULAR QUE PRESENTA LA DIPUTADA CLARA JUSIDMAN RAPOPORT EN CONTRA  DEL DICTAMEN CON PROYECTO DE DECRETO POR EL QUE SE MODIFICAN LOS ARTÍCULOS 8, 9, 10,11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 48 Y 57, ASÍ COMO LOS TRANSITORIOS CUARTO, QUINTO, DÉCIMO PRIMERO, DÉCIMO SEGUNDO, DÉCIMO TERCERO Y DÉCIMO CUARTO DE LA PROPUESTA DE CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LA CIUDAD DE MÉXICO, PRESENTADA POR EL C. JEFE DE GOBIERNO, EL 15 DE SEPTIEMBRE DE 2016, QUE PRESENTA LA COMISIÓN DE CARTA DE DERECHOS DE LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE DE LA CIUDAD DE MÉXICO.

Con fundamento en los artículos 33 y 39 del Reglamento para el Gobierno Interior de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, manifiesto mi posición contraria al dictamen de la Comisión de Carta de Derechos de la Ciudad de México.

CONSIDERACIONES

En lo relativo al artículo 19 “Ciudad segura” del dictamen, la resolución de la Comisión no incorpora en forma alguna las reflexiones vertidas en esta instancia ni las iniciativas de constituyentes ni las propuestas ciudadanas presentadas en el tema. Resulta inexplicable la desaparición de dos apartados contenidos en el proyecto original de Constitución Política de la Ciudad de México, relativos al derecho a la convivencia pacífica y solidaria y a la protección ante acciones violentas de autoridades o grupos.

El proyecto de dictamen coloca en estado de desprotección a las personas que habitan la ciudad alomitir las obligaciones de las autoridades en la construcción de entornos seguros y pacíficos, tales como la adopción del enfoque de seguridad ciudadana en el diseño, equipamiento y desarrollo urbano; así como la implementación de soluciones participativas, integrales y multidimensionales a los problemas de seguridad.

Asimismo, de manera inexplicable, se eliminó de dicho artículo la obligación de las autoridades competentes enel desarrollo de políticas para la protección de las personas frente a conductas de terceros que pongan en riesgo su vida, integridad o patrimonio; el diseño de estrategias para impulsar una cultura de no violencia y resolución pacífica de conflictos, así como la atención y prevención de estos fenómenos; el establecimiento de instancias de mediación de conflictos y promoción de la cultura cívica; y la protección de las personas y familias ante los desalojos sin previa orden judicial.

El reconocimiento de derechos sin prever las medidas que habrán de adoptar los poderes públicos para su garantía puede derivar inmediatamente en la violación a los mismos, pues el cumplimiento de estos derechos requiere la transformación de la actuación gubernamental en la materia. De tal suerte que, de no especificarse, la autoridad continuará desempeñando sus actividades de manera incoherente respecto de la Carta de Derechos.

El articulado propuesto en el dictamen desnaturaliza el objetivo del proyecto original y se aleja de la visión del derecho a la ciudad, que concibe a la convivencia pacífica como un elemento indispensable para alcanzar una ciudad segura; por lo cual, de aprobarse en sus términos, esta Asamblea Constituyente incumpliría con la Carta de la Ciudad de México por el Derecho a la Ciudad, que es un comprimiso adquirido de la entidad.

El dictamen desconoce el enfoque de seguridad humana y las recomendaciones de los organismos internacionales en materia de desarrollo humano que, frente al fracaso evidente de las políticas tradicionales de seguridad pública,prevén la ineludible construcción de una convivencia pacífica y la cultura de paz, como un medio y no sólo como un fin, para arribar a comunidades seguras.

Diversos organismos internacionales han promovido estudios sobre el aumento y comportamiento de las violencias y la delincuencia en el mundo y han concluido que existe una mayor propensión a la presencia de estos fenómenos en las ciudades. Las investigaciones sobre la seguridad urbana, entendida por el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos como «las intervenciones que tienen por objeto garantizar la libertad y evitar agresiones entre las personas, contra los bienes públicos y privados, así como en contra del uso de la ciudad, su equipamiento y los espacios públicos por los residentes o visitantes de la ciudad” (ONU-Habitat, 2007)., mencionan que algunas de las principales amenazas a la seguridad son la criminalidad y la violencia, la inseguridad en la tenencia de la vivienda y los desalojos forzosos, así como los desastres naturales y antropogénicos.

El Banco Mundial destaca que en las ciudades el papel que juega la construcción del contexto ambiental en el sentimiento de inseguridad y la violencia urbanas y señala cuatro aspectos principales: “a) una infraestructura inadecuada, que a menudo significa la ausencia de un lugar seguro para realizar reuniones comunitarias o encuentros en lugares públicos; b) los callejones angostos o la falta de alumbrado público, los cuales crean oportunidades para los asaltos violentos; c) las limitaciones en infraestructura y servicios, que se suman a las frustraciones diarias que pueden exacerbar la sensación de exclusión (la inadecuada infraestructura torna vulnerables a los residentes que tratan de cubrir sus necesidades básicas), y d) el rápido crecimiento de las ciudades, el cual lleva aparejada la formación caótica de barrios de población con bajos ingresos en los cuales el hacinamiento y la competencia por recursos se combinan con la débil presencia de seguridad estatal para prevenir la violencia y la criminalidad.”[1]

El apartado relativo al derecho a la convivencia pacífica y solidaria contenido en el proyecto de Constitución propone un giro en la concepción de seguridad, al privilegiar al dialogo y la negociación para resolver conflictos como el delito callejero, la violencia y el crimen ejercidos en contra y por jóvenes, la violencia de género, la corrupción, la violencia ilegal por parte de actores estatales y la delincuencia organizada a través de medios no violentos. El sentido de este voto particular es recuperar la propuesta contenida en el proyecto de Constitución Política de la Ciudad de México.

La experiencia de otras sociedades que han superado graves situaciones de violencia ha demostrado la efectividad de la participación de la comunidad en el diseño, seguimiento y evaluación enlas políticas de seguridad, sobre todo en materia de prevención. El establecimiento de instrumentos de justicia restaurativa, como la mediación comunitaria son vitales para fortalecer el tejido social y el restablecimiento de las relaciones entre las personas y comunidades.

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo ha recomendado la adopción de diversas medidas en la materia desde una perspectiva de seguridad ciudadana participativa, entre otras: atender de manera integral los múltiples factores socioeconómicos asociados al delito y a la violencia; fortalecer el tejido social, como espacio de protección y movilidad social;dar respuestas integrales, pero diferenciadas, a las amenazas a la seguridad;dar una atención prioritaria a la juventud, dejando atrás las políticas que le otorgan prioridad a la mano dura;visibilizar y reducir la violencia de género; atender, proteger y reparar a las víctimas de la inseguridad, ya sean personas o colectividades; combinar el trabajo en los diferentes niveles territoriales, atendiendo las tres dimensiones vinculadas al desarrollo humano: la individual, la social y la institucional; fortalecer las capacidades del Estado, colocando al centro la protección de la integridad física y material de las personas, así como el respeto a los derechos humanos; asegurar una adecuada coordinación entre el Estado y las organizaciones de la sociedad civil; y garantizar la seguridad de los periodistas y coadyuvar a la construcción de seguridad desde los medios de comunicación.

A fin de establecer las líneas que habrán de orientar la legislación secundaria y la adopción de políticas para la construcción de una ciudad segura, se transcriben algunas recomendaciones en la materia:

  1. Impulsar intervenciones integrales orientadas a responder a las amenazas a la seguridad identificadas como prioritarias por parte de las comunidades afectadas. Estas intervenciones deben estar precedidas por una serie de políticas y reformas institucionales que permitan modernizar los sistemas de seguridad y justicia, así como acercar las instituciones del Estado a las comunidades.
  2. Mejorar la calidad de la información y adoptar nuevas tecnologías de recolección de datos delictivos —como la creación de estadísticas georreferenciadas— con el fin de reducir la incidencia delictiva y optimizar la utilización y asignación de recursos—como el patrullaje y las unidades de policía—. Las universidades y los centros de investigación son aliados clave en esta materia. Es recomendable que se generen alianzas estratégicas con estos actores en aras de modernizar la gestión de información y adoptar nuevas tecnologías.
  3. Asegurar el compromiso sostenido de los tomadores de decisión en la implementación de intervenciones que han demostrado resultados exitosos, más allá de cambios electorales o divisiones partidistas. Cambiar o abandonar una política de seguridad que ha funcionado resulta muy costoso en términos de la construcción de seguridad ciudadana. En este sentido, la participación ciudadana es clave para promover la rendición de cuentas y la continuidad en una política de seguridad ciudadana. También es importante el compromiso político de los distintos actores y partidos al interior de un país.
  4. Fomentar la participación activa de los ciudadanos en la formulación e implementación de estas intervenciones. En particular, la participación directa de los barrios y comunidades en los cuales dichas intervenciones se llevan a cabo debe ser entendida como un requisito. Los actores locales necesitan ser parte integral de los programas, informar a las autoridades sobre cuáles son las necesidades y prioridades locales, y coadyuvar en el monitoreo y evaluación de los alcances que éstos tengan.
  5. Fortalecer la evaluación de estas iniciativas y establecer medidores de éxito más claros y transparentes. A pesar de que algunas intervenciones se han evaluado de manera más rigurosa, existen retos importantes en la mayoría de los casos. En este rubro, la coparticipación de organizaciones de la sociedad civil y de actores internacionales resulta fundamental para asegurar la provisión de recursos financieros y conocimiento.[2]

En el mismo sentido, la presente propuesta obliga alas autoridades de la Ciudad de México a desarrollar mecanismos en las cuatro fases de la atención de amenazas a la seguridad urbana: protección, prevención, mitigación, atención de riesgos ambientales, urbanos y sociales apropiados a cada contexto, en el ámbito de sus competencias; y en su caso, a que adopten medidas de reparación de daño.Una visión integral de este artículo debería reflejarse en diversas acciones de las autoridades en materia de seguridad urbana, tales como:

  1. La vigilancia estricta y mantenimiento oportuno y adecuado de la infraestructura urbana entendida como el conjunto de redes básicas de conducción y distribución: vialidad, agua potable, drenaje y alcantarillado, energía eléctrica, gas, teléfono, internet y sistemas de televisión por cable.
  2. El desarrollo y actualización de la normatividad para los nuevos desarrollos de infraestructura y construcciones privadas con visión de seguridad ciudadana.
  3. La adopción de mecanismos de alerta para mitigar los posibles efectos de catástrofes y/o accidentes e informar adecuadamente a la población.
  4. La elaboración, actualización y publicación constante de mapas de riesgos ambientales, urbanos y sanitarios.
  5. La adopción de políticas y programas para reducir la contaminación del aire, del agua, del ruido, la destrucción de zonas de reserva, verdes y boscosas, y el agotamiento de los mantos freáticos.
  6. El desarrollo de estrategias para garantizar la seguridad vial.
  7. El mantenimiento, capacitación y dotación adecuada de los equipos de rescate, salvamento y auxilio.
  8. El impulso y el apoyo a procesos organizativos que incluyan la prevención de desastres, accidentes y la mitigación de riesgos con la más amplia participación ciudadana.

En materia de seguridad ciudadana y prevención de las violencias y la delincuencia, las  autoridades deben:

  1. Emitir políticas de seguridad ciudadana integrales y sustentables privilegiando el diseño e implementación de planes y programas de protección, prevención y sanción
  2. Instrumentar medidas preventivas para la mejora del entorno urbano, el mantenimiento adecuado de los espacios públicos, el alumbrado público y el desarrollo de nuevas edificaciones con un enfoque de seguridad ciudadana.
  3. Implementar sistemas de alerta y vigilancia y difundir estrategias de autoprotección.
  4. Reforzar las capacidades, articulación y coordinación de los mecanismos locales y metropolitanos de seguridad ciudadana.
  5. Promover el diálogo entre autoridades y ciudadanos para buscar soluciones integrales y multidimensionales a los problemas de seguridad.

Por todo lo anterior, someto a la consideración de este pleno retomar la propuesta contenida para los apartados B, C y D del artículo 18 del Proyecto de Constituión Política de la Ciudad de México, para ser incorporada en el artículo relativo a Ciudad segura en los siguientes términos:

Dice Debe decir

Artículo 19
Ciudad segura

A.(…)

Artículo 19
Ciudad segura

A. (…)

B. Derecho a la seguridad ciudadana y a la prevención de las violencias y del delitoToda persona tiene derecho a la convivencia pacífica y solidaria, a la seguridad ciudadana y a vivir libre de amenazas generadas por el ejercicio de las violencias y los delitos. Las autoridades adoptarán las medidas necesarias para impulsar una cultura restaurativa y de no violencia, así como para brindar protección y seguridad a las personas frente a riesgos y amenazas. B. Derecho a la seguridad ciudadana y a la prevención de las violencias y la delincuencia1.         Toda persona tiene derecho a vivir libre de amenazas generadas por las violencias y delitos.2.         Las autoridades de la ciudad adoptarán las medidas necesarias para brindar protección a las personas frente a los riesgos generados por la violencia y la delincuencia a través de mecanismos efectivos de vigilancia policial, inversión en infraestructura de seguridad ciudadana y de procuración e impartición de justicia.3.         Corresponde a las autoridades de la ciudad, en el ámbito de sus competencias:a)        Incorporar el enfoque de seguridad ciudadana en el diseño, equipamiento y desarrollo urbano;b)        Emitir políticas de seguridad ciudadana privilegiando el diseño e implementación de planes y programas de protección, prevención y sanción;c)        Reforzar las capacidades, articulación y coordinación de los mecanismos locales y metropolitanos de seguridad ciudadana; yd)        Promover el diálogo entre autoridades y ciudadanía para buscar soluciones participativas, integrales y multidimensionales a los problemas de seguridad.

C. Derecho a la convivencia pacífica y solidaria

1.         Toda persona tiene derecho a la convivencia pacífica y solidaria.

2.         Las autoridades de la ciudad:

a)        Desarrollarán políticas para la protección de las personas frente a conductas de terceros que pongan en riesgo su vida, integridad o patrimonio;

b)        Diseñarán estrategias para impulsar una cultura de no violencia y resolución pacífica de conflictos, así como la atención y prevención de estos fenómenos; y

c)        Establecerán instancias de mediación de conflictos y promoción de la cultura cívica.

D. Derecho a la protección ante acciones violentas de autoridades o grupos

1.         Ninguna persona o familia será desalojada sin previa orden judicial.

2.         En los casos de desalojos sustentados legalmente, las autoridades de la ciudad garantizarán la protección y la seguridad de las personas y de su patrimonio.

 

PROYECTO DE DECRETO:

PRIMERO. Se modifica los apartados B, C y D del artículo 19, Ciudad segura, del Dictamen con proyecto de decreto de la Comisión de Carta de Derechos, para quedar como sigue:

Artículo 19

Ciudad segura

  1. (…)
  2. Derecho a la seguridad ciudadana y a la prevención de las violencias y la delincuencia
  3. Toda persona tiene derecho a vivir libre de amenazas generadas por las violencias y delitos.
  4. Las autoridades de la ciudad adoptarán las medidas necesarias para brindar protección a las personas frente a los riesgos generados por la violencia y la delincuencia a través de mecanismos efectivos de vigilancia policial, inversión en infraestructura de seguridad ciudadana y de procuración e impartición de justicia.
  5. Corresponde a las autoridades de la ciudad, en el ámbito de sus competencias:
  6. Incorporar el enfoque de seguridad ciudadana en el diseño, equipamiento y desarrollo urbano;
  7. Emitir políticas de seguridad ciudadana privilegiando el diseño e implementación de planes y programas de protección, prevención y sanción;
  8. Reforzar las capacidades, articulación y coordinación de los mecanismos locales y metropolitanos de seguridad ciudadana; y
  9. Promover el diálogo entre autoridades y ciudadanía para buscar soluciones participativas, integrales y multidimensionales a los problemas de seguridad.

 

  1. Derecho a la convivencia pacífica y solidaria
  2. Toda persona tiene derecho a la convivencia pacífica y solidaria.
  3. Las autoridades de la ciudad:
  4. Desarrollarán políticas para la protección de las personas frente a conductas de terceros que pongan en riesgo su vida, integridad o patrimonio;
  5. Diseñarán estrategias para impulsar una cultura de no violencia y resolución pacífica de conflictos, así como la atención y prevención de estos fenómenos; y
  6. Establecerán instancias de mediación de conflictos y promoción de la cultura cívica.

 

  1. Derecho a la protección ante acciones violentas de autoridades o grupos
  2. Ninguna persona o familia será desalojada sin previa orden judicial.
  3. En los casos de desalojos sustentados legalmente, las autoridades de la ciudad garantizarán la protección y la seguridad de las personas y de su patrimonio.

 

[1]Cepal. El crecimiento urbano y las violencias en México.Serie Estudios y Perspectivas – México – N° 168

[2]Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Informe Regional de Desarrollo Humano 2013-2014. Seguridad ciudadana con rostro humano: diagnóstico y propuestas para América Latina, Centro Regional de Servicios para América Latina y el Caribe Dirección Regional para América Latina y el Caribe- PNUD, 2013, p. 213.

La integración de la Asamblea Constituyente de la CDMX

La integración de la Asamblea Constituyente de la CDMX.

Clara Jusidman.

El 15 de septiembre pasado tomaron protesta los diputados y diputadas de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México. Con una integración cuestionada de origen y definida  en la Reforma Política del Distrito Federal aprobada en febrero pasado, la Asamblea quedó integrada por 100 personas: 60  elegidas por listas de partidos en junio pasado con una votación de sólo el 28% de la lista nominal de electores de la Ciudad y 40  designados por poderes ya constituido: 28 por las Cámaras del Congreso, 6 por el Presidente de la República y otros 6 por el Jefe de Gobierno de la Ciudad.

La integración final de la Asamblea Constituyente nada tiene que ver con la distribución de las preferencias electorales de los habitantes de la Ciudad de México. Veamos qué ha pasado.

Sin incluir la filiación partidista de los designados por el Jefe de Gobierno y por el Presidente y al distribuir por partidos a los designados por las Cámaras de Senadores y de Diputados, Morena contará con 22 diputados, el PRD con 23, el PAN con 15 y el PRI y sus partidos satélite con 24, dos más pertenecen al Movimiento Ciudadano. Hay un sólo diputado independiente.

Al agregar los designados por Mancera y Peña Nieto a pesar de las triquiñuelas introducidas en la Reforma Constitucional en la conformación de la Asamblea, es muy probable que la izquierda cuente con 54 representantes, el PRI y sus aliados con 30 y el PAN con 15.

Las protestas expresadas por Morena respecto de la integración final de la Asamblea se sustentan en la enorme desconfianza que se tiene respecto de los manejos parlamentarios del PRI. Tres hechos relacionados con la Asamblea lo prueban: en primer lugar 20 diputaciones de las 30 que tienen del PRI y sus aliados se obtuvieron por la vía de las designaciones del Congreso y del Presidente. Un segundo hecho se relaciona con la distribución de asientos en la antigua sede del Senado donde el PRI y sus aliados ocupan los asientos colocados en medio de sala, exactamente enfrente del presídium, en tanto que los diputados y las diputadas de Morena fueron enviados casi a la galería. El tercer hecho fue la enorme habilidad del PRI para conseguir un representante entre los designados por el Presidente, para que fungiera como presidente de la Junta Instaladora de la Asamblea, posición que recayó en la persona de Augusto Gómez Villanueva.

En este momento 12 de los integrantes de la Asamblea están discutiendo el reglamento que regirá sus trabajos, seguramente encontraremos más sorpresas donde el PRI, un partido claramente minoritario en la Ciudad de México, buscará imponer su control. Sería una pena que lo lograra en un proceso tan valorado por la ciudadanía activa y organizada de la Ciudad y tan importante para sus habitantes.

No obstante que ya existe un Proyecto de Constitución para la Ciudad que fue entregado por el Dr. Mancera al instalarse la Asamblea, los poderes de hecho,  frecuentemente acogidos por los partidos políticos, buscarán conservar sus privilegios y avanzar en el usufructo de la plusvalía y de los ingresos que se generan en la Ciudad. Tendremos que estar muy alertas.

El matrimonio igualitario dentro de la reconfiguración de los arreglos familiares

El matrimonio igualitario dentro de la reconfiguración de los arreglos familiares.

Clara Jusidman Rapoport

21 de septiembre 2016

Foro en el Senado de la República

Las familias son construcciones sociales que responden a los cambios económicos, sociales, culturales y políticos que ocurren con la evolución de las sociedades. Su configuración, su estructura y los roles que se asignan a sus miembros van variando de acuerdo a las necesidades que deben cubrir para estos integrantes. Es así que, por ejemplo, las familias en las sociedades feudales debían asumir una serie de funciones para la sobrevivencia de sus miembros muy distinta a las que ahora cumplen las familias en sociedades modernas, secularizadas, urbanas y más educadas en las cuales los Estados y el mercado juegan un papel importante en la cobertura de las necesidades de los seres humanos. En la actualidad por ejemplo, en nuestro país un número creciente de los miembros de las familias y de sus tiempos de trabajo deben dedicarse a la obtención de ingresos para la sobrevivencia de los grupos, reduciendo los tiempos destinados al cuidado y a la reproducción de los seres humanos.

Las personas se reúnen en familias con propósitos muy diversos. Si bien es cierto que varias lo hacen con fines de procreación y subsistencia otras privilegian la convivencia, el afecto, la protección, el cuidado o la seguridad económica actual y futura. No pocas forman familias para evitar la soledad y lo hacen particularmente en la vejez y en la juventud.

Las familias contribuyen en la construcción de los seres humanos ofreciendo medios de subsistencia, afecto, transmitiendo valores y dotando de habilidades para la vida, pero aun estas funciones tan fundamentales pueden ser compartidas por otras estructuras sociales como son las organizaciones comunitarias, las escuelas, el Estado o las empresas del mercado.

El surgimiento del Estado y del mercado redistribuyó funciones en el desarrollo de los seres humanos que anteriormente eran sólo competencia de las familias y las comunidades: la provisión de alimentos, de educación, de salud, de transporte, entre otras. Las llamadas organizaciones de la sociedad civil ofrecen ahora talleres y cursos sobre valores y habilidades para la vida.

La evolución de las sociedades desde el siglo XIX donde se inicia el reconocimiento de los derechos humanos de las personas hasta llegar a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y a la secuela de instrumentos internacionales que derivan de la misma, introducen un cambio fundamental en las relaciones que se dan al interior de las familias entre sexos y generaciones.

Las relaciones familiares experimentan modificaciones importantes frente al reconocimiento de las mujeres como personas con igualdad de derechos y obligaciones que los varones, el reconocimiento de los niños y las niñas como personas de pleno derecho y la postulación del interés superior de la infancia, así como la aceptación de la existencia de diversidad sexual entre los seres humanos. Las relaciones de subordinación de las mujeres y los miembros jóvenes de las familias con respecto a la autoridad de los hombres sufre un vuelco al reconocerse los derechos humanos de todos y todas y la cultura machista que tanto dolor y violencia causa resultó profundamente cuestionada.

A ello se agregan varios derechos reconocidos para todo ser humano: a la igualdad, a la no discriminación, a la autodeterminación, a la libertad de creencia, a la autonomía personal, a la dignidad, a una vida libre de violencia, entre otros.

Desde mi perspectiva, la compartición de funciones que antes eran exclusivas de las familias con el Estado y el mercado, el reconocimiento de que todas las personas tenemos derechos humanos y los avances en las ciencias de la reproducción humana determinan cambios sustanciales en la configuración de las familias de principios del siglo XXl.

Al nivel del Estado  obligan a la actualización de los marcos jurídicos y de las políticas y programas públicos dirigidos a las personas y las familias. Al nivel de la vida social generan modificaciones que paulatinamente van siendo aceptadas y que rompen con concepciones rígidas que ya no se adaptan a la realidad.

Así la negativa a reconocer configuraciones familiares que no se ajustan a la concepción de la llamada familia “natural” o nuclear formada por hombre y mujer unidos por matrimonio civil y religioso y sus hijos, cuyo propósito es la procreación, está siendo controvertida por las constantes transformaciones sociales que ocurren en la realidad y que van modificando los arreglos familiares que realizan las personas para la convivencia cotidiana.

Desde la creciente presencia de familias monoparentales, familias recompuestas formadas por personas que tuvieron matrimonios o arreglos de convivencia previos, las familias extensas, las familias de parejas homosexuales,  las formadas por parientes o incluso por no parientes sólo con fines de convivencia, protección, crianza y cuidado determinan que la proporción de familias nucleares de parejas heterosexuales se vaya reduciendo  en el extenso y diverso mundo de los arreglos familiares.

Es en razón de esta realidad que se transforma permanentemente y  honrando los derechos humanos de la personas de la diversidad sexual se hace indispensable en el marco jurídico que rige nuestras relaciones sociales, económicas y políticas que el matrimonio igualitario entre parejas de igual sexo sea reconocido de manera que estas parejas puedan disfrutar de iguales derechos que las de personas heterosexuales, incluyendo la herencia, la seguridad social, la propiedad compartida de bienes e incluso la adopción.

Cossío Díaz y Orozco y Villa señalan que si bien debe establecerse que en nuestro país ”existen otras figuras- como el concubinato y la sociedad de convivencia, que pueden dar protección jurídica a las parejas homosexuales-, nos parece que sería un error no reconocer el peso que aún tiene el matrimonio como institución y mecanismo de legitimación de las relaciones sociales”

El matrimonio continúa teniendo un valor simbólico importante en el compromiso de convivencia que realizan las parejas, aunque también se observa en el país que la tasa de matrimonios de parejas heterosexuales se va reduciendo en el tiempo y la edad para contraerlo se va retrasando.

Diversos estudios realizados muestran que son las mujeres, las personas con ideología progresista, las que habitan en zonas urbanas, las personas jóvenes, las personas con mayor número de años de educación y  aquellas con mayores niveles de ingreso las que muestran mayor aceptación de los matrimonios igualitarios.

La mayor resistencia y oposición se presenta entre los hombres, las personas mayores que fueron socializadas en otras épocas, los habitantes en territorios rurales, las personas con menores grados de educación y con niveles económicos más bajos y aquellas para los cuales la religión es muy importante y acuden a reuniones de grupos religiosos.

México junto con Canadá, Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Brasil, Chile y Colombia son los países de América donde existe mayor aceptación de la población al matrimonio entre personas del mismo sexo.

El reconocimiento de la diversidad sexual y de los derechos de la población LGTBITTT, así como del matrimonio igualitario son parte de la evolución en las relaciones sociales en una sociedad moderna, secular, con mayor educación e información y crecientemente urbana.

Referencias:

Cossío, J y L. Orozco (2016), “Reconfigurando las familias desde el derecho y el matrimonio igualitario”, Coyuntura demográfica, Núm. 10, pp- 15-23.

Lodola, G y M. Corral (2010), “Apoyo al matrimonio entre personas del mismo sexo en América Latina”, Perspectivas desde el Barómetro de las Américas, Núm. 44, disponible en http://www.vanderbilt.edu/lapop/insights/I0844.esrevised.pdf

Maldonado, A (2015), “Matrimonio entre personas del mismo sexo resuena fuertemente entre los jóvenes en las Américas”, Barómetro de la Américas: Actualidad, LAPOP, disponible en http://www.vanderbilt.edu/lapop/insights/ITB021es.pdf

 

Los derechos humanos en México en 2016. Una apreciación general.

Los derechos humanos en México en 2016. Una apreciación general[1]

Clara Jusidman

Por México Hoy

El avance en materia legislativa que logramos en 2011 al incorporar los derechos humanos  como eje rector de la Constitución Federal, se puede considerar como un punto culminante de un proceso de aceptación del enfoque de derechos humanos en la política pública de nuestro país y de apertura de México al escrutinio de los organismos internacionales en la materia.

Este proceso se inició a finales de la década de los años noventa del siglo pasado. Caminó en paralelo con la llamada “ciudadanización” del Instituto Federal Electoral concretada con la reforma política de 1996/97.

De 1997 a 2003 podríamos afirmar que el país avanzo en materia de democracia electoral y de derechos humanos. En 2003 realizamos un importante diagnóstico sobre los obstáculos que impedían la realización de estos últimos en México que contenía 31 recomendaciones y se inició la elaboración participación ciudadana el primer Programa Nacional de Derechos Humanos. Se empezó también a recibir relatores especializados de la Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y se instaló una Oficina en México de esa Alta Comisionada.

Sin embargo desde 2003 los partidos políticos empezaron a repartirse las instituciones, las posiciones y los recursos de los tres poderes del Estado Nacional, así como de los gobiernos de los Estados, incluyendo a los consejos y directivos de los órganos autónomos. Desde ese año lo que hemos llamado “partidocracia”, sustituyó al autoritarismo del Partido de Estado. La pluralidad de partidos en México ha conspirado contra los avances democráticos y bloqueado la participación ciudadana en los procesos políticos. Tenemos cúpulas partidarias crecientemente corruptas y alejadas de la población que negocian entre ellas cuotas de poder.

En 2016 enfrentamos un discurso retórico que abusa del concepto de derechos humanos incompatible con la profunda crisis humanitaria en la que el país es sumido.

En la actualidad todos estamos agobiados por las violaciones generalizadas a los derechos civiles cometidas por diversos agentes: el crimen organizado, las empresas transnacionales, los diversos poderes de hecho,  las policías, el ejército, los políticos en el poder; esas violaciones afectan a todo tipo de personas jóvenes, mujeres, niños y niñas, adolescentes, migrantes; ocurren en todo el territorio nacional y se expresan en muy diversas modalidades de violación: homicidios dolosos, desapariciones forzadas, despojos, secuestros, extorsiones,  desplazamientos, violaciones y trata de mujeres, niñas y niños, sometimiento y esclavitud, tortura y malos tratos. Estos son los términos y las realidades que se han incorporado a la vida y al léxico de los mexicanos en la última década. Nuestro derecho al Estado, nuestro derecho a una buena administración, se encuentra conculcado profundamente. Reflejan una ausencia grave de Estado.

Los derechos políticos  son conculcados mediante el manejo clientelar de las elecciones, la compra de votos, el abuso de los recursos públicos, los reiterados fraudes y el control de las instituciones electorales. Las campañas y procesos electorales han corrompido la vida pública y aumentan la conflictividad social.

En materia de derechos económicos, sociales y culturales los programas de transferencias monetarias condicionadas que pronto celebrarán 20 años de estar operando con su programa emblemático Progresa/ Opotunidades/Prospera, lo más que han logrado es mantener los niveles de pobreza iguales a los que prevalecían en 1992. Se montaron en un aparato de educación y salud que fue desarrollado a partir de la Segunda Guerra Mundial que se ha venido deteriorando en su calidad y pertinencia y que en nada contribuye a romper la transmisión intergeneracional de la pobreza. Las brechas de desigualdad permanecen iguales.

El trabajo  y el salario en lugar de fortalecerse como mecanismos redistributivos del ingreso para permitir a las familias acceder a mejores niveles de bienestar así como a una reproducción saludable, digna  y positiva de la fuerza de trabajo, se han convertido en mecanismos de control y empobrecimiento de los sectores asalariados y han propiciado la fuga de muchos jóvenes a la migración y hacia actividades informales, ilegales e incluso criminales.

Ni que decir del desastre que priva en el campo mexicano a partir de las reformas al 27 constitucional y la firma del TLC: la destrucción del ejido y la propiedad comunal, el neolatifundismo, la competencia en el uso del suelo y de los recursos hídricos, la irracional expansión horizontal de las ciudades y la aparición de nuevos agentes económicos extraños en la vida de las comunidades rurales, la entrega del subsuelo a las empresas mineras que sumados a las consecuencias del cambio climático han acelerado las migraciones del campo, el abandono del campo, el desalojo de comunidades enteras, la ruptura de identidades y tejidos social y el aumento de la dependencia alimentaria del país.

El discurso político oficial en materia de derechos humanos no se compadece con lo que realmente está ocurriendo en el territorio nacional en materia de violación sistemática y generalizada de la dignidad,  la integridad, el patrimonio y  la vida de las personas. Sólo las miradas y críticas externas  han obligando a nuestros precarios, fallidos y omisos gobiernos a mirarse al espejo y darse cuenta que mientras ellos viven en las nubes el país se está deshaciendo.

La triste realidad es que la tan esperada transición a la democracia se convirtió en una transición al desastre, a la dispersión del poder entre múltiples agentes económicos y políticos que no encuentran límites ni contrapeso a sus desmedidas ambiciones y que pueden cometer todo tipo de arbitrariedades sin consecuencia alguna.

Porque la transición fue trunca, se limitó a la materia electoral y por ello fue rápidamente revertida. Ni el perjudicial modelo económico neoliberal fue cambiado, frustrando con ello el cierre de brechas de desigualdad y  el tránsito hacia una democracia económica; ni la concentración del poder mediático fue alterada persistiendo el duopolio informativo y una renovada violación a la libertad de expresión; ni el aparato de justicia se movió un ápice de sus espacios de privilegio y confort, consintiendo la corrupción y la impunidad que permea toda la vida pública del país.

Varias  preguntas surgen:

¿Por qué ante tal desastre permanecemos impasibles?

¿Por qué no estamos dispuestos a sacrificar parte de nuestros propósitos para construir consensos que nos permitan avanzar?

¿Por qué no encontramos agendas que nos unifiquen y modalidades que nos permitan cambiar este estado de cosas, sin esperar que sean los grupos en el poder político y económico  los que cambien?

Cambiar el modelo económico dominante, recuperar al Estado, democratizar los medios de comunicación y recuperar la libertad de expresión, alcanzar una profunda reforma de la justicia, enfrentar el deterioro ambiental y el cambio climático y conseguir una sociedad que conviva en paz, son sólo algunos de los posibles temas de confluencia.

Necesitamos construir fortalezas ciudadanas, encontrar formas de organizarnos para frenar y sancionar la corrupción y la impunidad, empoderarnos económicamente y enfrentar los abusos que se sustentan en la subordinación y pobreza de millones de mexicanos; echar mano de las acciones y amparos colectivos, protestar frente a cada agravio que proviene de decisiones de los tres poderes del Estado, de los partidos políticos y de los poderes de hecho, aprovechar en fin, nuestro poder como trabajadores, consumidores, educadores, mujeres organizadas, padres y madres de familia, estudiantes, víctimas, activistas cívicos y defensores de derechos humanos.

 

[1] Intervención en el Espacio de Diálogo para a Articulación de Agendas 12/05/2016

¿Por qué es necesario reivindicar el derecho a la ciudad? Obstáculos para reivindicar el derecho a la ciudad en México

Seminario Internacional de gobiernos locales por el Derecho a la Ciudad

Panel 1 En la nueva etapa de urbanización mundial, ¿por qué es necesario reivindicar el derecho a la ciudad?

Obstáculos para reivindicar el derecho a la ciudad en México

Abril 20, 2015

Las ciudades mexicanas han experimentado una gran transformación en los últimos 20 años. Esa transformación ha ido en sentido contrario a la realización del derecho a la ciudad de sus habitantes. Las ciudades mexicanas se han convertido en lugares poco propicios para una vida digna con bienestar y seguridad para las personas, dificultan la convivencia y la creación de solidaridad y comunidad. Son aglomeraciones humanas desordenadas, saturadas, conflictivas, contaminadas ambientalmente y con altos niveles de segregación socioeconómica.

Cuando uno recorre el territorio mexicano y particularmente las zonas donde se asientan las grandes ciudades, uno se cuestiona si realmente en algún momento en el futuro en México será posible alcanzar el derecho a la ciudad considerada ésta como un espacio de vida digna para quienes la habitan. Las heridas profundas que se han infringido a las ciudades y al paisaje urbano en los últimos veinte años que derivan de fuertes inversiones en desarrollos inmobiliarios de vivienda y comerciales, así como de vialidades para el transporte en automóvil privado; la destrucción imparable del patrimonio arquitectónico y de colonias emblemáticas en varias de esas ciudades, así como la destrucción del medio ambiente físico; el abuso de los recursos hídricos y los niveles alcanzados de contaminación del aire, de ruido y del espacio por medio de anuncios espectaculares, la privatización del espacio público, representan grandes obstáculos para recuperar ciudades para el bienestar y la convivencia  humana.

Al poner en el horizonte la realización del derecho a la ciudad como un gran objetivo, considero que es indispensable reconocer esos obstáculos con el propósito de distinguir aquellos que son irremontables porque constituyen heridas profundas en el entorno urbano, de aquellos otros sobre los que hay que actuar de inmediato para evitar la profundización del daño aunque se obtengan resultados hasta el mediano y largo plazos. Por ello en esta exposición quisiera referirme al origen y a la naturaleza de algunos de estos obstáculos que al ser reconocidos por el Estado y los causantes de su existencia conduciría a  un compromiso y a una política de Estado para frenar su crecimiento y de ser posible, revertirlos.

Varios factores han detonado lo que podríamos considerar una crisis urbana en México. Entre ellos destacan los siguientes:

1.El desorden y la ilegalidad en las formas de poblamiento precario de las periferias urbanas a través de la adquisición ilegal de predios en terrenos agrícola circundantes o de invasiones propiciadas por liderazgos políticos.

  1. La liberación del mercado de tierras ejidales y comunales a partir de la Reforma al Artículo 27 de nuestra Constitución en 1992 que eliminó los cinturones afgrícolas que limitaban la expansión horizontal de varias ciudades.
  2. La transferencia del control del uso del suelo a los gobiernos municipales sin haberlos dotado de capacidades y estructuras institucionales para regular y controlar las expansiones ilegales, ni de recursos para la adquisición de tierras, la constitución de reservas territoriales y la dotación de servicios sociales y de seguridad e infraestructura urbana para los nuevos desarrollos sean estos formales o precarios.
  1. La presencia ancestral de especuladores de la tierra que promueven la revalorización de terrenos cercanos a las ciudades en connivencia con las autoridades locales y que han aprovechado la liberación del mercado de tierras para aumentar sus riquezas.
  2. El crecimiento del capital inmobiliario y de las llamadas empresas vivienderas y la transformación de la participación del Estado de promotor y productor de vivienda a financiador de los desarrollos de éstas.
  3. La desaparición de las políticas y programas gubernamentales de desarrollo urbano a través de los planes reguladores del crecimiento urbano, de institutos de planeación y desarrollo, así como de diversas medidas, instituciones y normas que permitían ordenar el crecimiento de las ciudades. En su caso también, la violación sistemática de las normas de uso del suelo y de los planes de desarrollo urbano cuando estos existen por pobladores, constructoras y funcionarios con total impunidad.
  4. Altos niveles de corrupción de los funcionarios, legisladores y regidores relacionados con el ordenamiento y planeación urbana y uso de la dotación de terrenos y viviendas para la formación de clientelas políticas con fines electorales.
  5. Presencia de la delincuencia y el crimen organizado en muchas ciudades donde crean gobiernos paralelos, extorsionan y cobran uso del suelo, venden protección y seguridad y reclutan jóvenes para el sicariato.
  6. La profunda desigualdad socioeconómica y el traslado de la pobreza rural hacia las ciudades por el abandono de políticas de apoyo y promoción a los pequeños productores rurales.
  7. La utilización de la dotación de viviendas con financiamiento bancario como un mecanismo de control de la protesta social al convertir a las familias de bajos recursos en propietarias.

Este conjunto de factores han contribuido a que el crecimiento urbano y el desarrollo de las ciudades en los últimos 20 años tenga entre otras tres  características que me permitiría destacar:

  1. Un crecimiento horizontal de las ciudades que con frecuencia excede al crecimiento de la población. Hay tres fuentes principales de ese crecimiento horizontal:

A) La invasión u ocupación de tierras de mala calidad o en zonas de riesgo en las periferias urbanas por pobladores pobres expulsados de actividades económicas del campo como fue el caso de Mérida con el desalojo de trabajadores al caer la industria henequenera, el desplazamiento creciente de poblaciones por el crimen organizado o por las empresas mineras como ocurre en Guerrero, Sinaloa o Chihuahua o en sentido inverso, la atracción de trabajadores por el desarrollo de nuevas actividades como fueron las maquiladoras en las ciudades de la frontera norte o el desarrollo de centros turísticos como Cancún o Acapulco.

B) Un segundo factor que contribuye al crecimiento urbano horizontal ha sido el desarrollo de proyectos inmobiliarios de vivienda alejados de los centros de la ciudades muchas veces de gran tamaño que se ha extendido en todo el país, y que tiene su origen en la adquisición de terrenos de bajo costo, las enormes ganancias del capital inmobiliario y la connivencia con autoridades locales o financiadoras. En zonas circundantes de las ciudades mexicanas ahora es frecuente observar grandes desarrollos de vivienda aislados en medio del campo o construidos encima de montes, que se asemejan a palomares por la gran cantidad de viviendas con lotes y tamaños ínfimos y en ocasiones con una baja calidad de construcción como ocurre en la Ciudad de Chihuahua.

C) La construcción de instalaciones públicas alejadas de las ciudades como son centros universitarios, centros de oficinas gubernamentales o incorporación interesada y corrupta al fundo urbano de terrenos para parques industriales  como es el caso de San Jerónimo en Ciudad Juárez. Esta estrategia permite la revaloración de las tierras que quedan entre la ciudad y esos desarrollos, tierras que con frecuencia están en manos de especuladores vinculados con los políticos locales o municipales. Es el caso también en Ciudad Juárez por ejemplo de la Ciudad del Conocimiento construida por la UACJ a 25 km. de distancia del centro de esa ciudad.

Estos tres procesos provocan que las ciudades se vayan extendiendo pues aparecen corredores de servicios y comercios, servicios de transporte hacia las nuevas instalaciones públicas o hacia los nuevos desarrollos de vivienda.

Algunos de los efectos en la vida de las personas y de las familias de ese crecimiento horizontal conllevan a la ruptura del tejido familiar y social en razón de que las familias recién formadas tienden a buscar vivienda en los nuevos desarrollos alejándose de sus familias de origen. Las visitas y el mantenimiento de los lazos con estas se dificultan por la carencia, alto costo y tiempo prolongado que toma el trasportarse.

Así, la horizontalización de las ciudades mexicanas conlleva un aumento en el tiempo de traslado e impacta al gasto de las familias destinando una mayor proporción al pago de transporte que se convierte en irreductible. Provoca desgaste, cansancio, conflictos y enojo de la población.

Otro efecto se relaciona con la descolocación de la infraestructura de servicios sociales y comerciales desarrollada en las zonas céntricas de las ciudades con inversiones públicas a lo largo de muchos años, debido al abandono de esas zonas por las familias y su traslado a los nuevos desarrollos. Ello obliga a nuevas inversiones para el desarrollo de infraestructura, servicios sociales y comerciales en las zonas de nuevo poblamiento, para lo cual las autoridades municipales nunca disponen de suficientes recursos o como en el caso de las inversiones para infraestructura de salud, se quedan en manos y han sido desviadas por los gobiernos estatales.

La ocupación de terrenos no aptos para la construcción de vivienda que es frecuente en esos nuevos desarrollos como son humedales, zonas de bajadas de agua, terrenos con fracturas subterráneas o con grandes pendientes ponen permanentemente en riesgo a las poblaciones que habitan esos desarrollos ante fenómenos ambientales provocando catástrofes y el colapso de nuevos desarrollos inmobiliarios como ha ocurrido en Tabasco, Guerrero, Monterrey con las tormentas y huracanes de los últimos años.

Desde la mirada del derecho a la ciudad habría que impedir esa expansión horizontal, obligar a la redensificación de las colonias céntricas que ya cuentan con infraestructura urbana, servicios sociales y comerciales, respetando sin embargo los usos del suelo, las construcciones emblemáticas, pero adecuando las normas y actualizando y modernizando las vialidades, el transporte público  y la  servicios urbanos de manera que los pobladores originales no recientan la invasión de sus territorios y la destrucción de su entorno.

Impedir desarrollos urbanos en terrenos no aptos y riesgosos y en terrenos alejados de la ciudad, no autorizando las construcciones y no dotándolos de servicios públicos; también serviría evitar proyectos gubernamentales alejados de los centros de las ciudades.

  1. Una segunda tendencia que caracteriza la transformación de las ciudades mexicanas en los últimos años es que han sido ciudades construidas para los automóviles y no para las personas que las habitan.

El crecimiento horizontal de las ciudades y la insuficiencia y baja calidad de la transportación pública alientan el uso de transporte individual o determinan que las personas tengan que destinar varias horas del día para trasladarse, así como una proporción de su gasto para el pago de traslados como ya señalamos.

Una queja sistemática de los habitantes de muchas ciudades mexicanas se relaciona con el congestionamiento vial y el uso y apropiación de los espacios públicos para el tránsito y estacionamiento de vehículos. Son los el caso de Apatzingan o de Tijuana. La pérdida de tiempo, el cansancio, la contaminación, la inseguridad y el enojo permean la vida de los habitantes de las ciudades para el automóvil.

Por muchos años las autoridades de las ciudades mexicanas han destinado fuertes inversiones para el desarrollo de vialidades para el transporte particular. Un ejemplo son las inversiones para los segundos pisos en el Área Metropolitana de la Ciudad de México o de puentes, periféricos y pasos a desnivel como Monterrey, Jalapa, Zacatecas o Aguascalientes.

Las nuevas vialidades, especialmente las vías rápidas con puentes y pasos a desnivel se constituyen en barreras infranqueables para las personas que se mueven a pie o en vehículos de menor tamaño como son las bicicletas. Rompen el tejido social de las comunidades, colonias y barrios, aumentan la inseguridad por accidentes viales y propician el aislamiento de las familias al interior de sus viviendas.

Asimismo, las inversiones público-privadas en el desarrollo de vialidades cuyo uso implica un pago, profundizan la segregación socioeconómica y abonan a la conflictividad urbana.

Cambiar esta tendencia de construir ciudades para automóviles y transformarlas en ciudades para los seres humanos, demandaría de un proyecto consistente y sostenido de transformación en el largo plazo  de las ciudades mexicanas. Requeriría de una mejoría sustantiva en el desarrollo de transporte público y en su calidad para provocar que los propietarios de automóviles estén dispuestos a abandonar o reducir su utilización. Esta tarea ya se ha iniciado en varias ciudades con el desarrollo de transporte público en carriles confinados.

También implicaría alentar otro tipo de movilidad humana como es la peatonal o la de bicicletas o pequeños transportes de proximidad lo que requeriría de una transformación profunda en los usos del suelo de manera que se permitiera la combinación de usos comerciales, de trabajo, escolares, de recreación con usos de vivienda para evitar los traslados largos y prolongados entre vivienda y trabajo, vivienda y escuela, vivienda y  servicios sociales y recreativos, a fin de que las personas pudieran caminar a donde tiene que acudir durante el día.

Pero el aspecto más difícil de cambiar tiene que ver con la cultura del automóvil como símbolo de estatus social y económico, alentado por los fabricantes de automóviles, las empresas financiadoras y los medios de comunicación. Estos son poderes de hecho que representan obstáculos poderosos para el cambio cultural.

  1. Una tercera característica de las ciudades mexicanas es su creciente segregación socioeconómica que profundiza en algunas de ellas, una vieja segregación étnica.

Desde la colonia varias ciudades como Puebla, Mérida y San Cristobal de las Casas tenían zonas destinadas a los pueblos indios y las mejores zonas destinadas a las poblaciones criollas y españolas. En algunas otras como en San Andrés Tuxtepec las comunidades indígenas fueron despojadas y expulsadas de sus tierras colindantes con la ciudad.

En todas las ciudades mexicanas existe una segregación física de los distintos estratos socio económicos de manera tal que la desigualdad característica de la sociedad mexicana se consolida mediante una segregación física. Las viviendas de los distintos estratos sociales no conviven, están claramente separadas por zonas, colonias y barrios; la Mérida del sur es donde habitan los pobres y la del norte es de los ricos; en el poniente de Ciudad Juárez se desarrollaron los asentamientos para los trabajadores de las maquilas; Iztapalapa y Gustavo A. Madero son delegaciones dominadas por familias de ingresos bajos y medio bajos y el poniente de la ciudad donde se ubica Cuajimalpa y Miguel Hidalgo concentran colonias de altos ingresos.

La desigualdad se acentúa por la desigualdad en la disponibilidad y calidad de los servicios e infraestructura urbana y de los servicios sociales como son el acceso a agua potable de calidad y con suministro constante, el mantenimiento y la pavimentación de calles y avenidas, la disponibilidad de espacios públicos de recreación y entretenimiento, la calidad y presencia de servicios de seguridad pública, de recolección de basura, entre otros.

En las últimas décadas han surgido colonias y fraccionamientos cerrados por murallas y con controles severos de acceso, o también colonias de población pobre que quedan atrapadas por los desarrollos de vialidades o por el poblamiento desordenado e ilegal y que enfrentan grandes dificultades de acceso como ocurre en algunas colonias pobres del Área Metropolitana de Guadalajara. Este fenómeno se conoce como la guetización de las ciudades.

Una tendencia interesante está ocurriendo con el retorno o la llegada de jóvenes a ocupar las zonas céntricas de algunas ciudades en razón del menor costo de las rentas por el previo abandono de las viviendas en esas zonas. Los jóvenes recuperan la vida social de las colonias viejas a las que llegan, disfrutan del uso combinado del suelo al convivir comercios, oficinas y viviendas y finalmente revalorizan el terreno  lo que lo vuelve atractivo para el capital inmobiliario. Este llega con agresividad a desalojar a los viejos habitantes en casas y vecindades deterioradas y levanta edificios sin el mayor sentido de preservación de la estética urbana específica. Estos edificios son adquiridos por población joven yuppie y retorna el modelo desigual. Un caso emblemático es el de la Colonia Roma de la Ciudad de México.

Sería posible continuar caracterizando la evolución de las ciudades en México con temas como la carencia, descuido, abandono, deterioro y privatización de espacios públicos, áreas verdes y recreativas y la apropiación privada de éstos; las crecientes dificultades para acceder a fuentes de agua potable, el problema que representa la contaminación ambiental y la gran cantidad de desechos sólidos y residuos tóxicos; la presencia de terrenos baldíos y de viviendas abandonadas; el hacinamiento de viviendas y en viviendas; la inseguridad urbana;; la ausencia de armonización del desarrollo urbano con el desarrollo de las zonas agropecuarias proveedoras de alimentos, etc.

En conclusión, la realización del derecho a la ciudad en el caso mexicano implica enfrentarse a intereses económicos y políticos arraigados, a inversiones ya realizadas que marcan en forma permanente la configuración deshumanizada de las ciudades y a una cultura depredadora y poco respetuosa de los espacios y el medio ambiente urbano.

Exigiría la mayor participación efectiva de sus habitantes en la gestión de las ciudades, la presencia de funcionarios y servidores públicos honestos y que se apeguen a la ley, la recuperación de los planes y capacidades gubernamentales  de ordenamiento del desarrollo urbano, de nueva normatividad acorde a esos nuevos planes, de jueces que no amparen los abusos cometidos por los especuladores de la tierra, por las empresas inmobiliarias y por líderes políticos; del desarrollo de programas de movilidad humana que cambien profundamente la organización de las ciudades y las hagan más vivibles; de la redensificación planeada, controlada y con participación de sus pobladores de determinadas zonas con buena infraestructura urbana y baja densidad de construcciones y población, entre otros aspectos.

Insistiría en que si no empezamos ahora a recuperar el control de las ciudades como espacios de vida digna para las personas, los intereses de hecho y la enorme corrupción e impunidad que prevalece en el sistema político mexicano, están conduciendo a muchas de ellas al colapso. Baste recordar lo que ocurrió a las grandes ciudades prehispánicas que fueron abandonadas por catástrofes derivadas del abuso de sus habitantes de los recursos para que sobrevivieran como fueron los alimentos y el acceso al agua.

 

En busca de la instauración de un Estado Social y Democrático de Derecho

Introducción

Este texto busca plantear algunos interrogantes desde una perspectiva social sobre la posibilidad de instaurar en México un Estado de Derecho que funcione y responda a las diversas expectativas que tienen las personas y grupos económicos, sociales, políticos y culturales que demandan su establecimiento y que sostienen que con ello se atendería la crisis de Estado y de derechos humanos que experimenta el país. No son solo los nacionales quienes así lo piensan sino también los intereses externos como los potenciales inversionistas, diversos organismos internacionales entre ellos los responsables de dar seguimiento a los tratados y convenios internacionales de los que México hace parte o las organizaciones civiles internacionales preocupadas por lo que ocurre en nuestro país.

Se revisan someramente el significado y los requisitos que debería cumplir un Estado de Derecho de acuerdo a algunos marcos teóricos, para pasar a destacar algunos de los obstáculos estructurales que parecerían erigirse para la instauración del mismo en México, así como otros de naturaleza instrumental que se han hecho evidentes en los esfuerzos que se han llevado a cabo en las últimas décadas y que han estado encaminados a ese propósito.

Finalmente se sugieren algunos aspectos críticos para lograr avanzar en el futuro.

  1. Expectativas respecto de la instauración del Estado de Derecho en México

El tema  del Estado de Derecho surge recurrentemente como una solución necesaria y urgente para dar seguridad y proteger la libertad, los derechos, la integridad, la vida y la propiedad de las personas, empresas, organizaciones, comunidades, así como para alcanzar una vida digna y la paz. Sin embargo, en una sociedad de mercado, desigual, multicultural y con la persistencia de gobiernos autoritarios en los distintos niveles, las expectativas de los distintos grupos que integran la sociedad nacional varían en muchos sentidos.

Pedro Salazar señala que “Por eso, cuando escuchamos voces que claman la necesidad de instaurar/lograr/consolidar un Estado de Derecho en nuestro país, tal vez, están diciendo muchas cosas. Para algunos la idea evoca el ideal de un Estado jurídico estructurado en clave autoritaria que busca imponer el orden, conservar el statu quo y proteger los privilegios de la clase dominante a toda costa. Para otros puede tratarse de un ideal sustancialmente distinto que aspira a la existencia de reglas mínimas para coordinar la convivencia entre personas libres que solo excepcionalmente tienen que lidiar con una autoridad limitada. Para algunos más, el ideal se inspira en una entidad estatal con poderes limitados pero con amplias facultades para distribuir los recursos económicos con la finalidad de promover un orden social libre pero, sobre todo, justo y equitativo. Y la lista de posibilidades es mucho más amplia. Por lo mismo creo que los llamados para consolidar un “Estado de Derecho” en el país no dicen mucho. (Pedro Salazar, Brújula Ciudadana 63)

Continúa Pedro Salazar especulando sobre este concepto polisémico “Algunos asociarán la idea con un modelo de autoridad implacable inspirada en la lógica de la tolerancia cero; otros imaginarán un estado mínimo y eficaz que recurre excepcionalmente a la violencia y; otros querrán un estado –como se decía antes- liberal, democrático y social de derecho.  (Pedro Salazar, Brújula Ciudadana 63)

Desde esa perspectiva parecería interesante intentar examinar cuáles serían las demandas que distintos estratos socioeconómicos de población estarían formulando ante la instauración de un Estado de Derecho.

Las personas en niveles socioeconómicos altos y sus empresas esperarían el apego a las leyes que protegen sus privilegios y que refieren principalmente al mantenimiento y a la posibilidad de heredar su riqueza en general y sus propiedades en particular, es decir una legislación fiscal y sobre derechos de propiedad que no las afecte. Asimismo una legislación económica que les permite continuar con los procesos de acumulación de riqueza e ingresos de que gozan como son las que permiten las elevadas concentraciones de mercados en pocas manos tales como los monopolios en los medios de comunicación, en la industria farmacéutica, en la explotación minera, en la construcción de infraestructura, como ejemplos o las que les permiten eludir el pago de altos impuestos. En los últimos años también se interesan por una mayor seguridad y una mejor aplicación de la justicia frente a los estragos de la violencia que comparten con otros grupos y que los ha convertido en víctimas de secuestros, extorsiones e incluso, expropiación de sus propiedades. Su reciente inquietud por la promoción de un Estado de Derecho deviene del constante aumento de los porcentajes que deben pagar a funcionarios y servidores públicos para poder ser beneficiarios de las licitaciones y contratos de gobierno.  Estos grupos poblacionales viven al interior del castillo o bajo  capelos construidos por la protección que les brindan las autoridades. Sin embargo lentamente están siendo alcanzados por la inseguridad, la violencia y una corrupción creciente y preferirían un Estado con tolerancia cero a las trasgresiones a las leyes en materia de seguridad.

Para los sectores medios de la población sobre cuyas espaldas recae buena parte del sostenimiento del Estado,  una preocupación creciente y de larga data son la corrupción, impunidad, patrimonialismo, abuso del poder y colusión con empresas y crimen organizado que se observa en los funcionarios y servidores públicos de todos los niveles de gobierno y en los  poderes ejecutivos, judiciales y legislativos federal y estatales; el enorme presupuesto que se llevan los partidos políticos y el costo de las elecciones y todo aquello que significa que los recursos que mayormente aporta este sector de población al erario mediante el pago de impuestos, se conviertan en ingresos ilícitos de otros o sean gastados para acceder o mantenerse en el poder y no se traduzca en beneficios sociales. Como consumidores les preocupa la poca protección que tienen frente a la impunidad y abuso con que opera el sistema financiero mexicano especialmente en relación con el funcionamiento de las tarjetas de crédito; el monto y el cambio constante en las tarifas, así como las arbitrariedades de los que operan los servicios públicos (teléfonos, luz, agua, combustibles), y de los impuestos prediales; la indefensión frente a los precios y calidad de los bienes y servicios que adquiere en el mercado; la elevación constante de los precios de los seguros médicos, de automóvil y de sus propiedades; los cambios incontrolables en el uso del suelo de sus entornos de vida, el creciente congestionamiento vial y la falta de opciones de transporte público. Su dificultad de acceso a información veraz y creíble de lo que acontece en el país por la ausencia de libertad de expresión y por el control de los medios de comunicación por los gobiernos y el crimen organizado. Los robos y asaltos a sus viviendas, a sus vehículos y personas que derivan de la delincuencia común también los afectan. Las desapariciones forzadas y las pérdidas de vidas inocentes o el viacrucis por el que transitan las víctimas indirectas del crimen organizado y de la violación a derechos humanos por parte de las fuerzas de seguridad, forman parte también de su desesperación ante la ausencia de un Estado de Derecho en el país.

Dentro de estos sectores medios, los pequeños y medianos empresarios padecen los abusos de los inspectores; los altos pagos por la seguridad social, el INFONAVIT y los impuestos; la competencia de empresarios que operan en el sector informal de la economía y que evaden los impuestos y el pago de prestaciones laborales y que les hacen competencia con mercancías robadas o de contrabando de otros países que muchas veces se tramitan por la vía de las actividades informales; el robo de mercancías, el cobro de piso, la expropiación de sus propiedades, equipo, maquinaria, ganado y los secuestros por parte del crimen organizado. Padecen de una economía que no crece, no genera empleos, no genera ingresos, no desarrolla mercado interno por que por Ley y en estricto apego a ella, el Banco de México sólo se ocupa de que la inflación no aumente.

Los sectores de población en estratos medios populares comparten la preocupación por el pésimo desempeño de la economía, la política de control de los salarios mínimos legales y por tanto, los bajísimos salarios que reciben  por su trabajo; o si operan en actividades informales la necesidad de hacer pagos a los líderes del comercio ambulante, a los inspectores de calle y al crimen organizado; la carencia de opciones de empleo, ingresos y educación para sus hijos adolescentes y jóvenes; el deterioro de la calidad de los servicios públicos de salud y educación y el alto costo de los servicios sociales privados; los precios que deben pagar por las viviendas de interés social que adquieren y que con frecuencia son muy pequeñas, están muy alejadas de sus lugares de trabajo y de las escuelas y que además son de mala calidad; la insuficiencia, la deficiencias, los riesgos de seguridad y el alto costo que les representa el transporte público; la violación a sus derechos humanos por funcionarios y servidores públicos de los sistemas de seguridad y justicia y el maltrato por parte de aquellos que operan las ventanillas de los servicios de gobierno.

Los sectores pobres de los cuales poco más de 20 millones de personas de acuerdo a las cifras recientes de CONEVAL[1] no obtienen siquiera ingresos suficientes para adquirir una canasta alimentaria y sufren la ausencia de una Estado Social de Derecho en su propia pobreza: no tienen trabajo o si lo tienen es precario, los ingresos que reciben, crecientemente integrados por programas públicos de transferencias de ingreso, no les alcanzan para llevar una vida digna. Una proporción creciente vive en las ciudades y otra en comunidades muy alejadas de los centros donde se dispone de servicios públicos de salud y de educación; habitan viviendas precarias y presentan déficits en alimentación, salud y educación. No acceden a la seguridad social. Forman parte de las clientelas de los partidos políticos que los utilizan electoralmente para ganar posiciones de poder. No gozan de libertad, ni tienen acceso a la justicia. Los jóvenes hombres de estos estratos de población son capturados u optan por integrarse al crimen organizado que los utiliza como ejércitos para sus guerras o se incorporan a las filas del ejército o como maestros rurales; otros junto con las mujeres jóvenes migran a las ciudades o al exterior para prestar en su mayoría servicios personales de trabajo del hogar, aseo y limpieza, cargadores,  trabajos de la construcción o como peones agrícolas en otros estados en donde no cuentan con protección laboral, trabajan horas prolongadas, reciben bajas remuneraciones y experimentan altos riesgos de trabajo.

Los pueblos originarios buscan la defensa de la posesión y el usufructo de sus recursos naturales frente a los intereses del crimen organizado y de las empresas nacionales y transnacionales de minería, turismo, energías alternativas, producción de productos de exportación y extracción de otros recursos naturales. Defienden sus usos y costumbres y sus propios sistemas de seguridad y justicia.

Los migrantes nacionales y de otros países que transitan por México esperan una legislación y un Estado que proteja sus derechos humanos, especialmente su vida, su integridad y su dignidad.

De lo expuesto las expectativas varían grandemente entre un grupo y otro de población sobre lo que sería necesario asegurar al desarrollar el Estado de Derecho. En algunos casos sus expectativas se contraponen. Es posible encontrar algunos aspectos compartidos como son:

  • El acceso a una justicia expedita y la igualdad frente a la ley,
  • la superación de la corrupción, de la impunidad y de la privatización de los recursos públicos,
  • la regulación y el establecimiento de límites a las empresas que funcionan en los mercados y que abusan de los consumidores y usuarios de sus servicios,
  • el mejoramiento en la disponibilidad y calidad de servicios público sociales y el control y protección de los usuarios cuando estos son proporcionados por empresas privadas u organizaciones civiles.
  • la protección frente al crimen organizado y la delincuencia común

Desde la perspectiva de los derechos humanos tenemos un Estado que no cumple con sus obligaciones de proteger, respetar y garantizar los derechos de todos y todas. No es un Estado de Derecho posiblemente para ninguno de los grupos de población mencionados, pues aún para los estratos con mayores ingresos es un Estado que falla en sus obligaciones de proteger y brindar seguridad, aunque respete y proteja sus privilegios económicos y sociales y les facilita en su caso, el acceso a la justicia.

Para los otros grupos el Estado Mexicano falla tanto en garantizar las libertades fundamentales como los derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales.

Antonella Attili concluye “Tenemos un Estado débil e ineficaz, incluso en sus funciones fundamentales de garante exclusivo de la seguridad en distintas vertientes. Es un Estado ineficiente en la administración pública, con instituciones (públicas) de diverso tipo marcadas por el anquilosamiento burocrático y la corrupción; ineficaz en el cumplimiento de sus funciones (seguridad, justicia, educación, salud) y, asimismo, en la afirmación de una política hacendaria (fiscal) nacional adecuada para el desempeño de sus políticas públicas. Tenemos un Estado de derecho que todavía en ciernes y necesitado de las urgentes reformas políticas estructurales –llamadas de segunda y tercera generación-, para que, junto con los derechos políticos vigentes, sea capaz de hacer efectivos también los derechos civiles (seguridad, justicia) y sociales (salud, educación)”. (Democracia y Estado de derecho en México. Entre pasado y porvenir).

  1. Conceptualización de Estado de derecho.

Después de la revisión anterior parecería necesario tener una definición de Estado de derecho lo más comprensiva posible y que no sólo destaque la garantía a las libertades, la vida, la integridad y la propiedad de los individuos como ocurrió en su origen cuando se trataba de proteger a estos frente a los gobiernos absolutistas. Es necesario que la definición incluya la protección de los derechos colectivo, considerados a veces como derechos prestacionales que atienden a condiciones fundamentales para lograr una vida digna como son los relativos al trabajo y del trabajo, a la seguridad social, a la educación, a los niveles más altos de salud, a la vivienda digna, al agua, entre otros.

Mariella Saettone nos recuerda que “Desde el punto de vista de la filosofía política, el Estado de derecho surge en el contexto de la teoría política y económica del liberalismo, que sienta el principio de la libertad individual, reafirmando como premisa fundamental la autonomía del individuo”. (El estado de derecho y los derechos económicos sociales y culturales de la persona humana).

Continúa señalando que “Desde la perspectiva individual, la persona humana obtuvo especialmente el respeto a sus derechos civiles y políticos lo que determinaba fundamentalmente para el Estado la obligación de no interferir en el goce de estos derechos, configurando así lo que la doctrina ha llamado “libertad negativa#, en el sentido de que el Estado tiene la obligación de no hacer”. ( Mariella Saettone)

“El concepto de derechos económicos, sociales y culturales (DESC) se refiere por lo tanto a un nuevo relacionamiento del Estado con la persona humana, en tanto éste en su carácter de institución instrumental al servicio de la misma, se obliga a hacer y a destinar recursos para la realización progresiva de estos derechos que hacen al pleno desarrollo de la persona humana. Aparece así el concepto de libertad positiva, “libertad para”, lo que complementa perfectamente el concepto de libertad negativa, propia de los derechos civiles y políticos”. (Mariella Saettone).

Algunos autores consideran que aún para la realización de los derechos civiles y políticos el Estado no sólo tiene que dejar de hacer sino que tiene que invertir recursos y desarrollar capacidades como son las instituciones y sistemas electorales, las capacidades de investigación de violaciones a los derechos civiles y la operación de un complejo y extenso sistema de justicia.

Las fallas en el funcionamiento del Estado de Derecho con frecuencia se originan en el insuficiente desarrollo de capacidades estatales y de inversión para que las personas sean atendidas y servidas con igualdad y equidad.

Ahora bien Naciones Unidas[2] define Estado de derecho en los siguientes términos:

Se refiere a un principio de gobierno según el cual todas las personas, instituciones y entidades, públicas y privadas, incluido el propio Estado, están sometidas a unas leyes que

  • se promulgan públicamente,
  • se hacen cumplir por igual y se aplican con independencia, además de ser compatibles con las normas y los principios internacionales de derechos humanos.

Asimismo sugiere se adopten medidas para garantizar el respeto de los principios de

  • primacía de la ley,
  • igualdad ante la ley,
  • rendición de cuentas ante la ley,
  • equidad en la aplicación de la ley,
  • separación de poderes,
  • participación en la adopción de decisiones,
  • legalidad,
  • no arbitrariedad, y
  • transparencia y proceso legal

Elías Díaz en su libro Estado de Derecho y Sociedad Democrática, citado por Sergio R. Márquez Rábago[3], ubica los elementos necesarios al Estado de Derecho como sigue:

  1. Imperio de la ley: ley como expresión de la voluntad general.
  2. División de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.
  3. Legalidad de la Administración: actuación según ley y suficiente control judicial
  4. Derechos y libertades fundamentales: garantía jurídico formal.”.

De acuerdo con el Índice del Estado de Derecho publicado anualmente por proyecto mundial de justicia (The World Justice Project)[4], un Estado de Derecho es aquel en el cual se respetan los siguientes cuatro principios:

  1. El gobierno en su conjunto y sus funcionarios son públicamente responsables ante la ley;
  2. El proceso a través del cual las leyes son aprobadas, administradas, e implementadas es accesible, justo, y eficiente;
  3. Las leyes son claras, públicas, estables, y justas, y protegen derechos fundamentales tales como la seguridad de los ciudadanos y la defensa de su propiedad;
  4. El acceso a la justicia es garantizado por representantes e instancias jurídicas que son competentes, independientes, éticas, suficientes en número, que tienen recursos suficientes, y que reflejan las características de las comunidades que sirven.

A partir de las tres definiciones anteriores interesaría destacar cómo se construye, cómo opera y a quién aplica el Estado de Derecho.

¿Cómo se construye?

Un postulado fundamental es que el proceso a través del cual las leyes son aprobadas, administradas, e implementadas es accesible, justo, y eficiente. Existe participación en la adopción de decisiones. Las leyes son claras, públicas, estables y justas, y protegen derechos y libertades fundamentales. Por lo que se acepta el imperio de la ley como expresión de la voluntad general[5].

Hay una división de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. Existe una independencia entre estos y cada quien ejerce sus funciones con autonomía y con apego a la ley.

¿Cómo opera?

Legalidad de la Administración: actuación según ley y suficiente control judicial

El acceso a la justicia es garantizado por representantes e instancias jurídicas que son competentes, independientes, éticas, suficientes en número, que tienen recursos suficientes y  reflejan las características de las comunidades que sirven.

Primacía de la ley bajo los principios de Igualdad ante la ley, rendición de cuentas ante la ley, equidad en su aplicación, no arbitrariedad y existe transparencia y proceso legal

Se hacen cumplir por igual y se aplican con independencia, además de ser compatibles con las normas y los principios  internacionales de derechos humanos.

¿A quién aplica?

Todas las personas, instituciones y entidades, públicas y privadas, incluido el propio Estado, están sometidas a la ley.

El gobierno en su conjunto y sus funcionarios son públicamente responsables ante la ley

Si se utiliza el desglose anterior de los componentes del Estado de Derecho para examinar lo que ocurre en México y en sus diversos territorios, se observa un grave déficit en la mayoría de ellos. Por ejemplo, no existe una real separación de poderes y aunque se ha avanzado en ello al nivel federal, recientemente, con la designación de Ministros de la Suprema Corte de Justicia y con las últimas elecciones plagadas de irregularidades, se observa nuevamente un retroceso. El Poder Ejecutivo busca recuperar el pleno control sobre los Poderes Legislativo y  Judicial.

Al nivel de los Gobiernos Estatales la situación se agrava pues en la mayoría de ellos la promulgación de leyes se hace de acuerdo a los intereses del Ejecutivo y de los poderes de hecho; por su parte los poderes judiciales locales se encuentran sometidos a los designios de los gobernadores.

Incluso los diversos órganos autónomos de Estado que se fueron creando para generar mayores contrapesos y para regular a los agentes que intervienen en materias específicas como son derechos humanos, elecciones, transparencia y acceso a la información, libertad de expresión, competencia, entre otros, no llegan a constituirse como tales ni al nivel Federal y mucho menos estatal. Estos se encuentran capturados por los partidos políticos, por los poderes ejecutivos o por los agentes a quienes deben regular.

Esta condición básica de los poderes del Estado provoca que no exista igualdad ante la Ley, ni equidad en su aplicación, que predomine la arbitrariedad y la falta de transparencia y de rendición de cuentas en los procesos legales. La legalidad es una ilusión y los primeros en corromper las leyes son los funcionarios y servidores públicos que al hacerlo obtienen beneficios privados y poder. Determina una situación de subordinación de las personas a redes de intermediación para poder realizar sus derechos como lo analiza Gisela Zaremberg en ……………

Los representantes e instancias jurídicas que aplican la ley no son en su mayoría  competentes, ni independientes, ni éticas, dado que con frecuencia resuelven de acuerdo a las instrucciones que reciben de sus superiores o de  los intereses que protegen. Tampoco son suficientes en número y se encuentran alejadas de las poblaciones que son más vulneradas por actos ilegales, abusos, subordinación, despojo y violación de sus derechos. Tampoco tienen recursos suficientes, ni  reflejan las características de las comunidades que sirven. 

  1. Obstáculos para la instauración de un Estado de Derecho

A continuación se señalan algunos obstáculos que dificultan la instauración de un Estado de Derecho en México.

En primer lugar destacaría la persistente desigualdad combinada con discriminación y exclusión. La desigualdad económica combinada con la discriminación de género, étnica, religiosa, de orientación sexual, de origen nacional entre otras, conlleva a la desigualdad social que se traduce en condiciones diferenciadas de acceso a la realización de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales de la población. También significa desigualdad de agencia para exigir al Estado la realización de esos derechos, para participar efectivamente en las deliberaciones que conducen a la promulgación de leyes y en la definición de políticas y programas públicos y  termina en  falta de igualdad frente a la ley y de equidad en su aplicación. Existen grupos de población totalmente excluidos de las deliberaciones públicas que son sometidos a decisiones que no tienen en cuenta sus intereses o inclusive se contraponen a estos como sería el caso de las concesiones mineras de casi la mitad del subsuelo mexicano que tanta molestia han generado en las comunidades que viven en los territorios concesionados.

El tamaño, la diversidad de la población y su dispersión en el territorio se erigen como otro obstáculo para la instauración de un Estado de Derecho. Combinada con la desigualdad y las limitaciones en el acceso libre y oportuno a información, se dificultan grandemente las posibilidades de participación, establecimiento de diálogos y construcción de consensos que la democracia electoral y la elección de representantes para los poderes legislativos por sus enormes fallas, no acaba por resolver. Las leyes se formulan al margen de las mayorías y minorías, no son traducidas para hacerlas accesibles a la población y menos son ampliamente publicitadas. Se habla popularmente de que las leyes se formulan para ser violadas,  sería más correcto decidir que se formulan para ser usadas sólo por aquellos que las tienen que aplicar, o porque las conocen por que intervinieron en su desarrollo y que derivan beneficios de las mismas.

Los partidos políticos y su disputa por el poder y por el acceso a los recursos que el mismo significa, se convierten en un obstáculo para la revisión colectiva de las normas que deberían regir la  convivencia; generan y diseminan el conflicto político al nivel de comunidades e incluso familiar y atenta contra la solidaridad, el tejido social y  la paz.

La enorme y compleja infraestructura física, social y económica desarrollada a lo largo de varias décadas en México constituye una expresión concreta, presente, visible y difícilmente reversible de violaciones sostenidas a la ley, de omisiones legales y de la corrupción, captura e impunidad de los poderes del Estado en todo el territorio nacional. Las ciudades han tenido un fuerte crecimiento en el mayor de los desórdenes sin planeación ni regulación alguna, sin respetar usos de suelo,  invadiendo zonas de riesgo y reservas ecológicas, con mafias apoderadas del comercio ambulante, del autotransporte público y de los desarrollos inmobiliarios. Son un ejemplo en términos físico y materiales de la ilegalidad que permea la vida de la población. Más del 80 por ciento de la población en México vive en zonas urbanas y su gestión se ha salido de las posibilidades de sus gobiernos.

La ilegalidad ha sido la base del desarrollo de muchas ciudades en México, de numerosas actividades económicas ahora agrupadas en el sector informal de la economía, del surgimiento de establecimientos que hacen una oferta de sustancias y actividades prohibidas y  origen de la riqueza de varias personas y familias.

Así las ciudades de la frontera norte se fundaron a partir de permitir en su territorio la realización de una serie de actividades que estaban prohibidas en Estados Unidos, particularmente la venta de alcohol en la época de la prohibición derivada la Ley Volstead. Son ciudades que crecieron rápidamente como espacios francos, donde lo no legal era la normalidad. Tijuana y Ciudad Juárez permitieron el juego y las apuestas, la prostitución y el consumo de alcohol; Matamoros se caracterizó por permitir el contrabando de productos traídos sin control; lo que marcó a Mexicali fue la producción y consumo de drogas desde principios del siglo XX.[6] Posteriormente se incorporaron los abortos ilegales y los matrimonios y divorcios al vapor y en años más recientes el tráfico de armas, drogas, órganos y la trata de personas.

Las actividades en el sector informal de la economía surgieron en los años setenta frente a la incapacidad de desarrollo de la industria de absorber en ocupaciones protegidas por ley, a todos los trabajadores  que migraron a las urbes como resultado de la crisis del campo. Eran actividades que ofrecían servicios de bajo costo a la población obrera realizadas en su mayoría por trabajadores por cuenta propia y sus familias y que su establecimiento requería de muy bajo capital y poca capacitación. Eran de algún modo actividades lícitas. El desarrollo posterior de este sector hasta llevarlo a ocupar al menos el 60 por ciento de la población trabajadora del país incorporó actividades subterráneas de empresas formales para evitar el cumplimiento de la ley y la venta de productos pirata, de contrabando y robados o cuya fecha de utilización ha expirado. Es decir, es un sector cuyo fundamento se encuentra en la operación fuera de la ley y que proporciona las bases de la subsistencia de millones de familias mexicanas. Contribuye fuertemente a generar una cultura de la ilegalidad considerada como normal.

El surgimiento de establecimientos que ofrecen productos y servicios prohibidos que son un factor precursor de las violencias y la delincuencia es un ámbito en crecimiento en todas las ciudades del país y su presencia significa la violación de disposiciones legales y la corrupción y connivencia de autoridades locales. La proliferación de casinos y establecimientos de juego, de antros, bares y cantinas donde se vende alcohol y se tiene acceso a drogas, la tolerancia a loterías y apuestas como la “bolita” en Mérida, la operación de lugares clandestinos donde se obliga a la prostitución de mujeres y niñas son muestra de un creciente relajamiento del Estado de Derecho precario que se tenía en el país

La descentralización del poder y los poderes locales. Desigualdad en la naturaleza de los gobiernos locales, de sus capacidades reales de gobierno, de su captura por intereses de hecho (empresarios, caciques locales y crimen organizado)

La desestructuración de capacidades de ejercicio de gobierno y la desigualdad  en poder, en recursos, en infraestructura y en recursos humanos y tecnológicos

“El difícil proceso de consolidación de la democracia mexicana debe hacer un ajuste de cuentas con: a) unas elites que desoyen las críticas a su actuar político y los reclamos de susperar la política efectista y sensacionalista prevaleciente; b) la corrupción y la irresponsabilidad pública; c) muestras de supervivencia entre las diversas fuerzas políticas del autoritarismo, del caudillismo, así como con una política apoyada en el clientelismo; d) el clima hostil y de degeneración política para la actuación de las nuevas instituciones del sistema político mexicano; e) la persistencia cultural de la ilegalidad y la falta de cultura cívica; f) ,medios de comunicación irresponsables”. (Antonella Atilli)

Qué hacer?

«El actual déficit de arraigo de la credibilidad institucional subraya las ingentes labores por realizar (dese el fortalecimiento institucional a las reformas oportunas, así como la labor informativa y formativa de los ciudadanos)” (Atilli) .

“La mexicana, como toda democracia, es una forma de gobierno y un conjunto de normas para organizar la formación de la voluntad política de una sociedad; puede garantizarnos formas pluralistas incluyentes, pacíficas, así como que el ejercicio de poderes públicos se someta a controles y asuma responsabilidades legales y políticas. El que llegue a tener los contenidos y la calidad deseados depende, en primer lugar, de la acción de los políticos, de sus decisiones y de las políticas concretas que produzcan. También depende de que la sociedad (ciudadanos, instituciones públicas, medios de comunicación, intelectuales, élites de poder) sea capaz de exigírselo” (Atilli).

Separación de poderes

Parece importante, para continuar con la transición democrática y la reforma del Estado, pensar en independizar más los poderes, con lo cual quedarían como pendientes a resolver:

  1. Desarrollo y formulación de legislación que permita avanzar hacia una democracia participativa en donde las figuras de consulta popular, plebiscito, referéndum, iniciativa popular y revocación de mandato se incorporen a la legislación de manera clara y plena y se facilite su realización eliminando los requisitos complejos y costosos.
  2. Buscar una nueva forma de designación de los Ministros de la SCJN, sin participación del Ejecutivo Federal.
  3. Nueva forma de designación de las autoridades y consejos de los órganos constitucionales autónomos sin intervención de los Poderes.
  4. Independencia Presupuestal del poder Judicial, Poder Legislativo, y órganos constitucionales autónomos, asignando recursos fijos del Presupuesto de Egresos de la Federación, sin intervención del Ejecutivo Federal” Sergio R. Márquez Rábago Estado de derecho en México
  5. Mejor distribución y acceso a instancias de procuración, administración e impartición de justicia en el territorio; mayor proximidad con la población y hacer más accesibles y accesibles los procesos de denuncia.
  6. Traducción de la legislación a formatos y a un lenguaje más accesible a la población para hacerla claras y públicas.
  7. Facilitar las consultas públicas relativas a leyes que se encuentran en proceso de ser promulgadas para recabar la opinión de la población.
  8. Revisar la composición y operación de los Consejos de la Judicatura de manera que se constituya en un mecanismo efectivo y autónomo de control del desempeño de los funcionarios de los poderes judiciales, facilitando además la presentación de quejas.
  9. Revisar los recursos (fideicomisos) que se allegan los poderes judiciales por diversos pagos que reciben de la población y que en ocasiones terminan aplicándose para beneficio de los funcionarios y servidores públicos de los Poderes Judiciales.

[1] Consejo nacional de Evaluación de la Política Social. Medición de la pobreza en México. Resumen ejecutivo 2015.

[2] Naciones Unidas Consejo de Seguridad (2004), El Estado de derecho y la justicia de transición en las sociedades que sufren o han sufrido conflictos. S/2004/616 pár. 6)

[3] Sergio R. Márquez Rábago. Estado de derecho en México

[4] http://worldjusticeproject.org/sites/default/files/files/wjp_rule_of_law_index_2014_report.pdf consultado el 27 de enero de 2015

[5] “El Estado de Derecho se compone no solo por instituciones estatales sino que requiere que la sociedad civil organizada y no organizada participe de la deliberación sobre las cosas públicas, las cosas que nos conciernen y afectan -para bien y para mal- a todos. No solo eso, para que exista un verdadero Estado de Derecho se requiere una agenda social que se refleje en los hechos y en la vida de todas las personas” (Pedro Salazar, Brújula Ciudadana 63)

[6] INCIDE Social (2015)  Resumen sobre los factores precursores, de riesgo, detonantes y de contención de las violencias en varios municipios de México. Investigación en curso.

Palabras de Clara Jusidman al recibir el Premio Nacional Benito Juárez al mérito ciudadano

Quisiera iniciar agradeciendo al Movimiento Ciudadano por haberme considerado merecedora del Premio Nacional Benito Juárez al Mérito Ciudadano por mi trayectoria. Es también un honor recibirlo con el Maestro Enrique González Pedrero quien junto con Víctor Flores Olea fueron referentes para mi generación de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Cuando Martha Tagle, Danner González  y Toño Reyes me avisaron de la decisión tomada por la Comisión Operativa Nacional del Partido realmente me sorprendieron   en razón de que una gran parte de mi actividad pública ha sido realizada fuera de la institucionalidad formal académica, política o administrativa. Es decir, dejé de pertenecer hace muchos años a cuerpos académicos y a la administración pública y me he movido con libertad en espacios muchas veces de oposición a esa institucionalidad.

Recordé que  el Movimiento Ciudadano desde su creación, optó por promover una agenda que ampliara las posibilidades de participación de la ciudadanía que no milita en partido alguno, y que además incluyera varios temas de interés de las organizaciones civiles y sociales. Más recientemente el Movimiento optó inteligentemente por incorporar entre sus candidaturas a varios ciudadanos y ciudadanas independientes reconocidos.

Recuerdo cuando alguna vez conversé con Alejandro Chanona sobre la promoción que estaban haciendo en relación con un proyecto de Ley de Participación Ciudadana que ampliara las figuras de democracia directa.

Coincidíamos en la necesidad de pasar de una democracia formal, meramente electoral, a una democracia participativa en donde los órganos del Estado pudieran regir sus actividades en base a las consultas a la ciudadanía y en el desarrollo de mecanismos de participación que permitieran  conocer las problemáticas, las necesidades y  las propuestas de la población en todo el territorio nacional.

Lamentablemente poco por no decir nada, hemos logrado en ese propósito y en cambio, el rechazo a la democracia ha avanzado especialmente entre la población joven que no vivió la experiencia de un régimen de partido único y dominante. Además, la distancia entre la clase gobernante y el pueblo es cada vez mayor y el desprestigio y la desconfianza hacia la misma, va en aumento.

Entiendo que mi actividad en la vida pública deriva de una búsqueda precisamente de que las decisiones de política gubernamental o pública, como se suele llamar ahora, sean tomadas considerando las necesidades reales y concretas que tiene la población en los diversos rincones del territorio nacional, especialmente de aquellas que no pueden atender mediante sus propios recursos la realización de sus derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos. Es decir, es una búsqueda por lo que O´Donell llama nuestro derecho al Estado, de un Estado que cumpla sus obligaciones de proteger, respetar, promover y garantizar los derechos humanos de las y los mexicanos y de todos aquellos que transitan por nuestro territorio.

En esa búsqueda  me incorporé  a trabajar en instituciones del gobierno federal, después de constatar que las posibilidades de incidir en las políticas de gobierno desde la vida académica son lentas y lejanas.

Desde el interior del Gobierno Federal me propuse generar información y algunas herramientas públicas para atender los crecientes déficitis de empleo digno mismos que eran desconsiderados en el diseño de las políticas de desarrollo de los años setenta del siglo pasado y que aún ahora, siguen siendo relegados.

Como economista que debió haber estudiado realmente sociología, tome conciencia de que el vínculo entre el desempeño de la economía y el logro del bienestar social en una economía capitalista se encontraba en la posibilidad de que el crecimiento económico se tradujera en la creación de oportunidades dignas de ocupación e ingresos para la población y que dada la dotación de factores de la producción en México el progreso social, la justicia y la igualdad sólo se lograrían si adoptábamos un modelo de desarrollo centrado en la generación de empleos y remuneraciones justas.

Lamentablemente desde hace poco más de 30 años, hemos ido caminando en el sentido contrario: no crecemos, no generamos empleos y contenemos los salarios. Atrofiamos el mecanismo distributivo más natural para una sociedad como la mexicana: la posibilidad de ofrecer oportunidades de ocupación formal para los millones de mexicanos que se han incorporado a la vida de trabajo por el famoso bono demográfico. Los lanzamos a la migración, a la informalidad, a la delincuencia, a la subocupación y a la pobreza.

Pero además hemos impedido que las familias realicen con plenitud y tranquilidad su tarea de inversión inicial en la construcción de seres humanos, su tarea de reproducción de la fuerza de trabajo, su trabajo de desarrollo de ciudadanos y ciudadanas. Agobiadas por la pobreza o por la amenaza de caer en ésta, se ven obligadas a echar mano de todos sus miembros jóvenes y adultos para realizar cualquier actividad que les genere un ingreso y por lo tanto, reducen el tiempo que pueden dedicar a los cuidados personales, a la crianza y desarrollo de la infancia y la adolescencia, así como de otros miembros en situación de vulnerabilidad como algunas personas mayores o con discapacidades. La OCDE reconoce que México es el país donde se trabaja el mayor número de horas y se reciben las remuneraciones más bajas.

Uno de los resultados para mi más dolorosos de más de treinta años de políticas económicas y sociales neoliberales es que hemos disminuido la calidad de los seres humanos que produce nuestra fábrica social. Desconsideramos el importante papel que siguen jugando las familias en la atención no sólo material, sino fundamentalmente psicoemocional y de transmisión de saberes para la vida de las personas. Aún en esto la carga fundamental sigue recayendo en las mujeres sin que se reconozca su aporte.

Si a lo anterior agregamos el insuficiente acceso y la intencionada reducción de la calidad de los servicios sociales públicos de educación, salud, vivienda, alimentación, seguridad social, seguridad pública y acceso a la justicia podremos entender la inseguridad, la desesperación, la desesperanza y la violencia en que viven millones de mexicanos y mexicanas.

No es por lo anterior gratuito que actualmente haya varias iniciativas y grupos que están trabajando en un nuevo proyecto de país o en una nueva constitución. La sensación de una sociedad sin rumbo y del riesgo de un colapso cercano es compartida por muchas y muchos.

Esperemos que estas iniciativas avancen y que logremos un consenso entre la diversidad pues hay un hartazgo frente a la falta de proyectos de los partidos políticos, frente a la lucha por el poder y los recursos que significa, frente a la corrupción y la impunidad, frente a la impericia de los gobernantes y frente a la violencia, la desigualdad y la injusticia.

Ojalá y lleguemos a tiempo.

Gracias nuevamente por este premio.