Presentación del libro Caminos por la Igualdad. Ciudadanía y discriminación. CONAPRED

Me da mucho gusto poder participar en este evento que forma parte de los festejos del noveno aniversario de la CONAPRED una de las instituciones emblemáticas de lo que debió ser la modernización y transformación del Estado Mexicano después del cambio democrático del año 2000. La expedición de la Ley en materia de discriminación y la creación del CONAPRED representan el reconocimiento de un déficit histórico de nuestro país con las personas que por su edad, su origen nacional, su etnia, su sexo, su condición física o mental, su orientación sexual, su nivel socioeconómico, su actividad ocupacional o su condición migratoria han sido excluidas, relegadas e incluso maltratadas. Han tenido que remontar condiciones adversas para su crecimiento y desarrollo y sus derechos como personas dignas aún siguen siendo conculcados.

El CONAPRED ha emprendido el arduo camino de una batalla cultural para cambiar percepciones, actitudes y prácticas, reducir temores, visibilizar grupos relegados, propiciar encuentros para el reconocimientos de las diferencias y demostrar que todos somos seres humanos iguales en esas diferencias. Lo ha realizado con un enorme esfuerzo, con pocos recursos y con frecuencia en un contexto institucional que no entiende la enorme trascendencia que su labor tiene para la paz y el desarrollo.

Por ello me da gusto participar en la presentación de este texto Caminos por la Igualdad. Ciudadanía y discriminación que reúne 15 aportaciones realizadas por activistas cívicos de muy diversos orígenes y que defienden un rico abanico de agendas. Felicito el proyecto, a Ricardo Bucio por promoverlo y a Yoloxochitl Casas y sus compañeros por su realización. Me parece una excelente idea haber alentado a distintos miembros de la sociedad civil organizada para que presentaran sus reflexiones sobre la forma en que se han construido esos caminos por la igualdad en nuestro país o como personalmente han aportado a su construcción y han transitado por ellos.

La edición está muy cuidada, las fotos muy bien seleccionadas y los textos resultan muy fáciles y amenos en su lectura.

Lo que me pareció más interesante del contenido son las diferentes ventanas desde donde los autores y autoras se aproximan al tema. Desde relatos de trayectorias personales en la defensa de los derechos humanos en general o de un grupo en particular, el recuento de aportes realizados por las organizaciones en las que hemos trabajando, la exposición de las situaciones en las que viven y sufren los grupos o el relato de la historia de determinados movimiento sociales y cívicos como el de las mujeres que hace Lucía Lagunes, todos los textos expresan un compromiso con las agendas, reconocen el aporte que hemos hecho las organizaciones civiles en la visibilización de los temas, en la legislación, en la institucionalidad y en cambios en las prácticas; también destacan los enormes obstáculos e intereses que tienen que superarse y lo más importante, marcan mapas de ruta posibles.

En mi texto me interesó destacar como de una política social construida después de la segunda guerra mundial en donde se trataba de ofrecer servicios homogéneos para toda la población en materia de educación, salud, infraestructura sanitaria y urbana, vivienda, etc. bajo una concepción de familia formada por padre, madre e hijos y la imagen hegemónica del hombre, blanco. Católico y afluente. Estas fueron las percepciones sobre las que se fundamentó la construcción de los servicios sociales que funcionaron con relativa eficiencia y progresividad hasta la década de los años ochenta.

Las crisis de esa década y la entrada una perspectiva neoliberal del manejo de la economía y de la sociedad empiezan a destejer esa institucionalidad, a deconstruir capacidades del estado y es precisamente entonces cuando las agendas de derechos de los diversos grupos poblacionales emergen con mayor claridad promovidas por las organizaciones civiles que empiezan a surgir en todo el territorio nacional

 

 

 

 

 

A partir de la década de los años setenta del siglo pasado la lucha por el cambio social se enriquece con la surgimiento de la defensa de agendas de derechos de grupos sociales que reivindican su reconocimiento a un trato igualitario teniendo en cuenta su diferencia. Se trata de grupos en situación histórica de discriminación en un modelo hegemónico construido a partir de la figura del hombre, blanco, católico y económicamente poderoso.

El movimiento más emblemático y exitoso de esta ola de nuevas organizaciones ciudadanas es el del feminismo, seguido por los defensores de derechos humanos principalmente civiles, los medioambientalistas y posteriormente, los de defensa de los derechos de la infancia, de las personas con discapacidad y de la población LGTBTTT. 1994 marca un hito en la historia de los movimientos con el surgimiento de la agenda de los pueblos indígenas en un enfrentamiento con la sociedad mestiza y criolla que los ha mantenido subordinados y excluidos en su propio territorio.

Hasta entonces el partido en el poder había organizado su militancia por sectores y procuraba darles representación en el Poder Legislativo para que desarrollaran legislación que atendiera sus demandas. Se trataba del sector obrero, del campesino y del popular, este último conformado por organizaciones de profesionistas, pequeños y medianos empresarios, comerciantes y lo que podríamos considerar los sectores urbanos emergentes. Los grandes empresarios y los principales liderazgos sindicales tramitaban directamente con el Ejecutivo la obtención de privilegios bajo un esquema absolutamente corporativo y excluyente del resto de la población.

Recuerdo alguna conversación a principios de los noventa con Angélica Luna Parra que entonces colaboraba con Silvia Hernández en ese entonces líder del sector popular del PRI, donde le comenté que la división sectorial del Partido estaba siendo rebasada por el surgimiento de agendas de grupos de población como el de las mujeres, los jóvenes, la infancia, las personas con discapacidad y que el Partido tendría que actualizarse. Ya para entonces las mujeres priistas intentaban tener una representación específica de su agenda y liberarse de las imposición de liderazgos provenientes de los sectores del partido como fue el caso de Hilda Anderson impuesta por el sector obrero y una de las mujeres más opuestas a las reivindicaciones feministas.