Comentario en la presentación del libro Cuéntame de los Abuelos de Francisco Mendoza Diez y Enrique Omaña

Quisiera empezar agradeciendo a los Drs. Mendoza y Omaña su invitación para acompañarlos en la presentación de este importante texto que finalmente lograron publicar gracias al apoyo del Instituto Nacional de Geriatría.

En segundo término mencionaría lo importante que es para míy el enorme gozo que me proporciona el reencontrarme después de poco más de 15 años, con los autores, pero también con la Dra. Mireya Lustalot y con el Dr. Luis Miguel Gutiérrez Robledo. Todos participamos en un momento luminoso del gobierno de la Ciudad de México cuando finalmente fue posible que los ciudadanos y ciudadanas del D.F. ejerciéramos nuestro derecho al voto para elegir a nuestro jefe de gobierno.Optamos por un gobierno progresista encabezado por el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas.

Los doctores Mendoza y Omaña y la Dra. Mireya Lustalot se incorporaron a los trabajos del Instituto de Salud del D.F. que en esa administración pasó a convertirse en la Secretaría de Salud del Distrito Federal al sumarse a los 29 hospitales que tenía el GDF las 220 clínicas que se descentralizaron del Sistema Federal de Salud Pública. Es decir, les correspondió avanzar en una nueva institucionalidad y en un nuevo enfoque de la salud pública en la ciudad.

Por su parte el Dr. Luis Miguel Gutiérrez Robledo aceptó integrase al Consejo para los adultos mayores en el marco de la Secretaría de Educación, Salud y Desarrollo Social, con el propósito de construir y proponer políticas públicas dirigidas a esa población. Ese consejo fue uno de los varios que creamos para introducir el enfoque de diversidad y equidad desde la mirada de los requerimientos de los distintos grupos poblacionales con la participación de representantes de esos grupos y de expertos en su problemática. Así constituimos Consejos para la Infancia, para las personas con discapacidad y otro para los jóvenes.

El Gobierno del Ing. Cárdenas que fue concluido por Rosario Robles, tuvo que abocarse en un plazo muy breve, de sólo tres años, a ordenar la desarreglada casa ocupada durante varios decenios por gobiernos del PRI. Se sentaron ahí las bases institucionales para poder llevar a cabo una gestión pública de izquierda que honrara el compromiso con la participación de la población en el desarrollo de políticas públicas y con autonomía respecto del gobierno federal, poniendo en el centro del quehacer gubernamental el bienestar de los habitantes de la ciudad.

El libro que hoy comentamos contiene un testimonio muy puntual y profesional sobre uno de los programas que buscó introducir una nueva forma de hacer gobierno con un mayor acercamiento a las personas, lo que ahora se llama políticas de proximidad. El Programa de Educación para la Salud de la Familia (Edusfam) descrito en el libros, recupera una práctica de salud pública que entiendo fue originalmente promovida por el Dr. Gustavo Baz Prada en el Hospital de Jesús y desarrollada por su hijo el Dr. Gustavo Baz,primero en el Estado de México y luego transferida al Distrito Federal. El fundamento de esa práctica consistía en formar promotoras de salud a partir de capacitar a mujeres provenientes de las propias comunidades y convertirlas en intermediarias entre los servicios de salud y la población con capacidad para informar y educar a la población sobre temas de salud.

El libro del Dr. Mendoza y el Dr. Omaña destina una parte importante de su relato a explicarnos las bases metodológicas cuantitativas y cualitativas que se usaron en el EDUSFAM para seleccionar a las personas y familias en situaciones de marginalidad a través de cerca de 2000 educadoras originarias de las áreas territoriales seleccionadas. Se trataba de focalizar los apoyos en materia de educación para la salud y de atención en las clínicas a aquellas poblaciones con mayor grado de vulnerabilidad y marginalidad.

 

La revisión metodológica y conceptual contenida en el primer capítulo del libro y en la primera parte del tercer capítulo resulta muy ilustrativa del fundamento científico que se quiso dar a la intervención representada por el EDUSFAM. Los autores incluyen referencias bibliográficas valiosas para sustentar las metodologías cuantitativa y cualitativa utilizadas y nos explican el valor que tiene la combinación de ambas, pues si bien los métodos cuantitativos permiten identificar específicamente a los hogares que experimentan marginalidad, las historias orales dan luz sobre un mundo de experiencias y situaciones de vida de las personas que están dentro de esos hogares. La información que se obtiene con métodos cualitativos permite muchas veces detectar problemáticas y dolores que aún no son captados por las estadísticas disponibles o los indicadores tradicionales. Históricamente estos últimos tienden a medir carencias o déficits materiales y hansido omisos en la captación de las vivencias y experiencias sicoemocionales de las personas. Es decir, conllevan a un enfoque fragmentado de la vida separando al cuerpo de las emociones, congruente con una visión de política social que ha privilegiado la atención de carencias materiales: alimentación, acceso al agua, a infraestructura sanitaria, a salud física, a vivienda, etc.

Esta situación se hace evidente a partir de los breves relatos de las condiciones en que viven algunos de los adultos mayores que fueron visitados por las educadoras para la salud y que se exponen en el tercer capítulo del libro. Si bien las condiciones materiales en que vive una proporción importante de ellos son muy graves, estás se agudizan por dos situaciones que hacen a las relaciones con otros seres humanos; la primera el abandono por los familiares y a veces el abuso y las distintas violencias que estos ejercen contra ellos y ellas. La segunda situación, ligada al abandono es la soledad que amplía la responsabilidad hacia el conjunto social que ha sido incapaz de desarrollar servicios de atención que respondan a las distintas circunstancias en que se encuentran la población envejecida. Cuando las personas viejas ya no pueden ni siquiera salir a recoger tortillas duras, papel, cartón o fierro viejo para mal subsistir y se encuentran postradas en sus precarias y sucias viviendas ante su incapacidad para mantenerlas limpias, el abandono y la soledad se recrudecen pues son acompañadas de aislamiento y marginación intencionados por parte de sus vecinos.

Por ello, un programa como el EDUSFAM en donde las educadoras acudían a visitar y platicar con las familias, a orientarlas y fundamentalmente a escucharlas tenían desde mi punto de vista un valor mayor que la entrega de una pensión alimentaria en dineropues atendía a necesidades de afecto, de cercanía, de escucha y reconocía la dignidad de las personas.

Me supongo que para algunas educadoras del Programa las herramientas que poseían les eran insuficientes para apoyar de manera más integral a las familias que visitaban, pues estas se concentraban en el campo de la salud y muy frecuentemente sólo en la información que podían proporcionarles para atender sus problemas de salud. El gobierno del Ing. Cárdenas fue particularmente maltratado en términos de acceso a recursos por parte del Gobierno del Presidente Zedillo y los nuevos desarrollos de política social se vieron limitados por esas restricciones. De origen fue realmente difícil conseguir los recursos para las educadoras y se les asignaron becas en un principio.

En paralelo con el EDUSFAM desde la Secretaría de Desarrollo Social intentamos en el Gobierno del Ingeniero establecer un programa de Servicios Comunitarios Integrados el llamadoSECOI que procuró alinear y crear sinergias entre los distintos servicios sociales públicos y privados que se ofrecían en cada delegación, mediante la operación en cada una de ellas de un Grupo Interinstitucional de Coordinación, los GRICOs

El propósito era poner a disposición de las educadoras información sobre los distintos servicios sociales disponibles en el territorio donde trabajaban, incluyendolos servicios de empleo y capacitación, las unidades y los albergues de atención a la violencia familiar, las comunas para jóvenes, los centros de desarrollo infantil, las estancias infantiles, las ludotecas, los talleres de primera infancia, etc. de manera que no sólo pudieran brindar orientación sobre salud sino también información para la atención de otros problemas que detectaran a partir de las pláticas que sostenían con integrantes de las familias marginadas.

La estrategia planteada era ir incorporando nuevos servicios acordes a las problemáticas encontradas en la población. Por ejemplo, una queja reiterada de las madres de familia era la ausencia de espacios y actividades donde sus hijos pudieran ocupar creativamente su tiempo libredespués de los cortos horarios escolares o el creciente problema de las adicciones, la depresión, las tendencias suicidas y la soledad o la necesidad de espacios de encuentro y de actividades pertinentes a la población adulta mayor.

Con muy escasos recursos recuperamos cerca de 200 centros de desarrollo social ubicados en las cercanías de las áreas marginadas seleccionadas por la Secretaría de Salud, los actualizamos y dimos mantenimiento, los equipamos para brindar diferentes actividades y formamos a 1500 promotores comunitarios para que desarrollaran actividades deportivas, culturales y recreativas con miras a la creación de ciudadanía, a la reconstrucción de tejido social y al uso productivo del tiempo libre. Dentro de estas actividades incluimos pequeñas unidades de rehabilitación para situaciones de discapacidad, actividades deportivas, artísticas y deportivas adecuadas a las personas adultas mayores y un servicio de detección y orientación inicial para problemas de salud emocional.

Intentamos crear comedores y centros de días para adultos mayores en la zona Centro de la ciudad pero nunca encontramos los recursos para establecerlos.

Fuimos un gobierno de muy corta duración, un gobierno de transición entre dos visiones encontradas de política social, un gobierno acosado y sin recursos pero con un compromiso real con la práctica democrática y la participación de la población, procurando la proximidad de las intervenciones para hacerlas más pertinentes a las problemáticas reales.

El texto que hoy se comenta es un buen testimonio del esfuerzo realizado y de la capacidad de imaginar caminos institucionales posibles para atender en el caso que nos ocupa, a las poblaciones envejecidas vulnerabilizadas y marginadas en la ciudad. Agradezco a los autores el empeño por sistematizar, relatar y publicar la valiosa experiencia a trece años de su conclusión.