Quisiera agradecer al Embajador Astié en primer lugar, el haberme invitado a ser una de las personas que presentaran su muy interesante e ilustrativo libro; en segundo lugar, por haber escrito y publicado el texto para lo que entiendo es su interés principal, de sensibilizar a la sociedad civil mexicana de la importancia del cabildeo para promover lo que el autor llama “bien común”, bienestar colectivo o la protección de los intereses de las mayorías por encima de los intereses especiales, de los grupos de interés o poderes fácticos y de las grandes corporaciones y en tercer lugar, por aportar evidencias históricas concretas en distintos contextos de cómo esos intereses especiales logran pervertir y usar en su beneficio, herramientas o instrumentos desarrollados para estar al servicio de la democracia.
Conocí al autor como alto funcionario del servicio exterior en la embajada de México en Estados Unidos cuando Gustavo Petriccioli era embajador. Para entonces yo era Subsecretaria de Pesca en el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Corrían los años 1989 a 1991 que marcaban el inicio de la preparación de la gran estrategia de cabildeo por parte de la tecnocracia conservadora gobernante en México, para lograr la aprobación del TELECAN.
Contra la corriente marcada por Salinas de hacer todo lo posible por congraciarse con el gobierno de Bush padre, el equipo de la Secretaría de Pesca que encabezaba María de los Ángeles Moreno, trataba de presentar argumentos sustentados en evidencia científica a fin de defender el derecho de la flota pesquera de atún mexicana para pescar atún aleta amarilla en la zona económica exclusiva del Pacífico Oriental, frente a la costa de nuestro país. Las grandes empacadoras de atún de capital norteamericano que operaban desde Tailandia, después de años de haber explotado con sus propias flotas el recurso en el Pacifico frente a las costas de los países de América Latina y haber capturado miles de delfines en sus redes atuneras, habían armado una estrategia amplia de cabildeo para impedir el acceso del atún embasado en enlatadoras mexicanas al mercado de Estados Unidos. El argumento de las empacadoras y la utilización de organizaciones y congresistas seudoambientalistas como Earth Island y Barbara Boxer de California, consistía en que la flota mexicana estaba capturando delfines en acompañamiento a la pesca de atún y que por lo tanto se tenía que aplicar un embargo al comercio de México de ese producto, si no se cumplían las disposiciones de tasas de mortalidad de diversas especies de delfines, previstas en legislación norteamericana, que esas mismas empacadoras habían cabildeado en el Congreso de Estados Unidos.
Así que de manera colateral, luchando contra el embajador de no grata memoria John Dimitri Negroponte, contra la Comisión Interamericana del Atún Tropical (CIAT) que con sede en Costa Rica pero controlada por Estados Unidos fijaba las cuotas que se autorizaban a las flotas que operaban en el Pacífico Oriental, pero fundamentalmente, sin el apoyo de los doctores en el gobierno de Salinas, me tocó atestiguar la forma como el Gobierno de México fue destinando enormes recursos para contratar empresas de lobbysmo y relaciones públicas como Burson Marsteller para tramitar la aprobación del TELECAN muy bien relatada en el capítulo 4 el texto que hoy se presenta. Esta inició tratando de convencer al público norteamericano de que México estaba llevando a cabo una buena campaña contra las drogas y merecía recibir una buena evaluación de los autodesignados jueces norteamericanos y que por lo tanto, era un país confiable para firmar un tratado de libre comercio.
La defensa del derecho de pesca de México en su ZEE me llevó a tener que hablar con varios senadores norteamericanos y sus equipos representantes de distintos grupos de interés como la flota comercial de Estados Unidos, los pescadores de camarón de Louisiana o de los grupos hispanoamericanos. Me sentía como una desarmada embajadora de una colonia que tenía que acudir al senado del Imperio a pedir permiso para que se le permitiera alimentar a su propia población con sus propios recursos, sin ser castigada por los intereses comerciales de ese Imperio.
Tuvimos que acudir también a hacer cabildeo en varios países de Europa para que nos apoyaran y siguieran comprando atún mexicano, aún cuando el imperio los había amenazado de embargarles a ellos sus ventas de productos marinos, si nos seguían comprando atún a nosotros.
Así que muchas de los apuntamientos que realiza Walter Astié en su muy documentado texto, enriquecido con sus experiencias personales, me tocó vivirlas directamente, como fue la poca experiencia que el gobierno mexicano tenía en estrategias de cabildeo al haber dejado de practicarlo durante varias décadas de gobiernos priistas y a pesar de que en el gobierno de Porfirio Díaz y aún en los primeros gobiernos revolucionarios le habían rendido al país interesantes frutos.
Como señala el autor, aún la extraordinaria experiencia y desarrollo de capacidades de cabildeo y relaciones públicas que se adquirió en torno a las negociaciones del TELECAN y dirigida desde la Secretaría de Comercio y la Presidencia de la República, se dejaron perder una vez conseguido el objetivo, en lugar de haber fortalecido los recursos de lobbysmo de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Astié se lamenta de que en México no exista una verdadera política de Estado en materia de cabildeo que le permita al país prever y dar seguimiento a los procesos que ocurren en el mundo globalizado para actuar oportunamente y con estrategias que permitan defender y promover los interese del país y no sólo causas puntuales y dispersas. Como ejemplo incluye los fracasados intentos del Gobierno de Fox por promover una legislación migratoria en Estados Unidos.
Otro asunto apuntado por el autor y que pude comprobar era el escaso desarrollo del cabildeo en Europa en esos años pues tuvimos que hacer uso de la filial europea de la empresa norteamericana Burson Marsteller con muy pocos resultados por su propio desconocimiento de la cultura política de esa región. Tuvimos que apoyarnos más en las propias embajadas de México en ese continente. El impresionante desarrollo que señala el autor del cabildeo en Europa, ocurre en la última década y en relación con los órganos de gobierno de la Unión Europea ubicados fundamentalmente en Bruselas.
Ahora bien con respecto a mi segundo agradecimiento al autor por el esfuerzo que realiza para sensibilizar a la sociedad civil mexicana sobre la utilidad de la herramienta del cabildeo para la promoción de los intereses y agendas más colectivas, dado su convencimiento de que este no es muy utilizado por las organizaciones civiles y sociales en México ahora que el Legislativo ha dejado de estar subordinado al Ejecutivo quisiera compartir algunas reflexiones.
Primero, que al igual que lo ocurrido en Estados Unidos y en Europa, se trata de un asunto de aprendizaje ante las nuevas condiciones de los poderes del Estado en lo que hemos querido llamar democracia en México. Primero, venimos de una historia de gobiernos autoritarios donde cualquier esfuerzo de organización de los ciudadanos o era promovido, cooptado o destruido por el gobierno en turno. Las organizaciones independientes y autónomas de trabajadores, campesinos, profesionistas o ciudadanos eran perseguidas y combatidas a lo largo de varias décadas.
Lentamente y partir de los años setenta, empezaron a formarse pequeños grupos de mujeres, de defensores de derechos humanos y de medioambientalistas que defendían agendas que parecían no cuestionar de fondo al sistema.
En la actualidad muchas organizaciones y activistas sociales y cívicos realizan trabajos de cabildeo para promover o parar legislación, incidir en políticas públicas y presentar amicus curie ante la Suprema Corte de Justicia; incluso realizan litigios estratégicos ante organismos internacionales de derechos humanos.
La reciente reforma constitucional en materia de derechos humanos es resultados de una amplia coalición de organizaciones civiles y de académicos que realizaron un intenso y sostenido trabajo de cabildeo ante el Senado y la Cámara de Diputados y tuvieron que enfrentar y parar la incomprensión de los funcionarios de la Secretaría de Gobernación.
Sin embargo, las capacidades y los recursos de lo que llamamos sociedad civil organizada no tienen comparación alguna con los que destinan las grandes corporaciones nacionales y trasnacionales que operan en el país como son las farmacéuticas, las automotrices, las tabacaleras, mencionadas también por el autor en su libro, los monopolios de las telecomunicaciones, las cementeras, los bancos, etc. Estas y otros grupos de interés como son la iglesia católica, los grupos delincuenciales, los nuevos gobernadores-caciques y los grupos de ultraderecha hacen uso de todas las prácticas que cita Walter Astié en su libro como es la invitación a viajes todo pagado con las familias de los legisladores o funcionarios, las promesas de trabajo una vez que concluyan su gestión, los costosos regalos, la organización de eventos, reuniones y misas, pasando por las amenazas y culminando en los recursos para las campañas políticas.
Un tema que el autor trata tomando alguna investigación realizada por Jaime Cárdenas en el Instituto de Investigaciones Jurídicas es la presencia creciente y conspicua de empleados de las grandes corporaciones empresariales como legisladores, tanto senadores como diputados, promovidos por todos los partidos políticos. Por ejemplo en esta ocasión el PRI aceptó postular en cada cámara al menos a dos representantes de los intereses de las televisoras. El PVEM se caracteriza por ser un partido franquicia que vende sus posiciones al mejor postor. Los porcentajes que menciona el autor de legisladores actuales que han sido consejeros de organizaciones empresariales es realmente alarmante.
En cambio y ante el monopolio de la representación que ejercen los partidos políticos, no hay candidatos y candidatas de origen ciudadano independiente que no militan en partidos y que no cuentan con recursos para comprarle a los partidos su postulación. El único partido que dejaba una posición para la comunidad LGTB y para las organizaciones de mujeres era el PRD, pero al parecer las peleas de las tribus por candidaturas aún esa representación será cancelada.
Es decir, los intereses especiales y los poderes fácticos se están incrustando paulatinamente en el poder ejecutivo y del legislativo.
Lamentablemente el cabildeo requiere de recursos económicos como lo señala el autor en varias ocasiones y por ello desde mi óptica personal, ya no es un verdadero instrumento del derecho de petición y de gestión de los ciudadanos. Es una más de las herramientas de la democracia que son tomadas y pervertidas por los grupos de interés que encubiertos en la defensa de derechos ciudadanos promueven sus intereses particulares, la mayoría de las veces en contra del interés común.
Creo que el libro que hoy presentamos y cuya lectura recomiendo ampliamente por lo ameno y bien escrito que está, nos permite hacer un recorrido de los orígenes y de la historia del cabildeo en Estados Unidos, Europa, México y del cabildeo internacional, facilita entender su complejidad y las estrategias y prácticas para llevarlo a cabo, pero fundamentalmente nos deja como tarea a aquellos que aún creemos en la democracia que se trata de otro gran instrumento que debemos rescatar, como lo son las instituciones electorales, los órganos autónomos de Estado y la independencia de los Poderes, para proteger y defender los derechos de las personas frente a los intereses especiales,