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Algunos aportes a la política social de las organizaciones de la sociedad civil

Claro reflejo de la pluralidad y la diversidad que caracteriza a la sociedad mexicana las organizaciones de la sociedad civil (OSC) representan una gama de posiciones frente a la problemática social y a las políticas que se ponen en práctica para atenderla.

Aún cuando comparativamente con otros países de América Latina y con respecto al tamaño de la población total de México, el número de OSC es muy reducido, sostienen y promueven agendas diversas en lo social, así como en lo económico, lo político y lo cultural.

Tan sólo 19.5 mil organizaciones cuentan con Clave Única de Identificación (CLUNI) en el registro oficial que lleva la Secretaría de Desarrollo Social. Se concentran en unas pocas entidades federativas, observándose una lamentable ausencia en muchas comunidades del país. Ello como consecuencia de una larga historia de oposición gubernamental a la organización autónoma de los ciudadanos, así como por la persistencia de un autoritarismo político en gran parte del territorio nacional.

Los temas de mayor controversia entre las OSC son los referidos a las familias, los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y los derechos de la población con orientación sexual diversa. Asimismo, se diferencian por cuanto a que tipo de problemáticas sociales les son más importantes y cuáles son sus propuestas de políticas de gobierno para superarlas.

Un grupo importante de OCS se preocupa por los grupos en pobreza, especialmente en pobreza extrema, y por las personas en condiciones de vulnerabilidad por discapacidad, vejez, indigencia, abandono, entre otras causas y proponen medidas preferentemente individualizadas de asistencia social para atenderlas. Sostienen que si es posible son los propios individuos quienes por su esfuerzo deben superar sus condiciones de pobreza. Responden a una posición relacionada con experiencias de acciones de beneficencia privada. Son organizaciones que en general, están de acuerdo y buscan participar en la privatización de los servicios sociales públicos como los de cuidado infantil, la atención a personas con discapacidad, pero también los de educación y salud.

En una posición distinta otro grupo de organizaciones reclaman igualdad, no discriminación y justicia y enarbolan el marco de los derechos humanos para exigir al Estado el cumplimiento de sus obligaciones adquiridas al ser parte de diversos instrumentos internacionales en la materia. Promueven la realización de los derechos humanos tanto civiles y políticos, como los económicos, sociales, culturales y ambientales y los derechos de los pueblos y comunidades. Algunas postulan la provisión universal de la protección social mediante servicios del Estado, particularmente en los campos de salud, seguridad social y educación; otras defienden un piso básico de servicios sociales para toda la población en pobreza que para algunos puede o no ser provisto directamente por el Estado.

Es decir, entre estas posiciones contrapuestas existen demandas coincidentes y una gama de combinaciones. Sin embargo, es de reconocerse que son las OSC las que tienen una visión más actualizada de los problemas sociales que aquejan al país, entienden la complejidad creciente de lo social y son las que colocan en el debate público los nuevos riesgos sociales y proponen posibles vías de atención a los mismos. Ello en razón de que están más cerca de la población y del territorio, hablan con las personas y detectan con mayor facilidad los problemas emergentes.

En cambio, el alejamiento de las agencias públicas sociales federales, así como de los partidos políticos de lo que ocurre en el territorio y en la cotidianeidad de la vida de las personas y las comunidades, les dificulta actualizarse por lo que se mantienen en una visión puramente sectorial de lo social, ampliada solamente para incluir los programas de combate a la pobreza y las agendas de algunos grupos de población, en consonancia con la tendencia de las agencias internacionales.

A la visión sectorial de la política social (educación, salud, seguridad social, vivienda, alimentación, infraestructura básica) las OSC han sumado los temas de discriminación, desigualdad y exclusión que se traducen en trato desigual o mal trato, brechas y conflictos crecientes entre los ricos y los pobres y marginación de amplios sectores de la infancia y la juventud de su derecho al desarrollo y a una vida digna.

De este modo, desde la última década del siglo XX junto con varios movimientos sociales, las OSC agregaron a la cuestión social la dimensión de género, generación y condición étnica, física y mental (infancia y adolescencia, juventud, adultos mayores, mujeres, indígenas, personas con discapacidad y con orientación sexual diversa) y más recientemente han visibilizado las condiciones en que viven las poblaciones migrantes, las víctimas de las violencias, las poblaciones desplazadas, las personas sujetas a trata y explotación y la juventud de bajos recursos.

Algunos de los temas más generales de las agendas sociales que parecen concitar mayor interés en la actualidad en el mundo de las OSC, seleccionados de varias agendas recientes[1] son los siguientes:

En lo general:

  1. Incorporar el enfoque de derechos humanos en la política social, y garantizar el apego del Estado al respeto, protección, promoción y garantía de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales (DESCA).
  2. Articulación conceptual y operativa entre política económica y política social.
  3. Hacer efectiva la participación ciudadana en el Plan Nacional de Desarrollo, en los programas sectoriales y especiales y en los planes de los gobiernos estatales y municipales.
  4. Ampliar los mecanismos concretos de participación en la gestión: presupuestos participativos; programación, evaluación y control
  5. Fortalecer las instancias y mecanismos de participación ya existentes (consejos ciudadanos, comités de beneficiarios, foros de consulta, solicitudes de información, entre otros) y publicitar y transparentar la selección de los “representantes ciudadanos” en las instancias públicas de deliberación.
  6. Crear un ambiente propicio para el desarrollo de la participación y organización libre y autónoma de la población y el apoyo a las OSC ya constituidas, que incluya entre otros aspectos, facilitación de trámites de registro, aumento, transparencia y equidad en la distribución de los recursos públicos destinados al apoyo de las organizaciones, facilidades en el ámbito fiscal, apoyo a la profesionalización y a la protección social de los participantes en OSC.
  7. Definir un programa de educación para la paz y derechos humanos que incluya su incorporación en la educación básica y en la media superior.

 

En lo sectorial:

  1. Avanzar en la creación de un sistema de protección social que garantice el acceso universal y sostenible de la población a servicios de salud, alimentación, educación y seguridad social de calidad.
  2. La recuperación del Estado de sus obligaciones y atribuciones constitucionales en materia del control de la educación pública, asegurando una educación de calidad para todos desde la preescolar y hasta la universidad, conforme a estándares internacionales, y promoviendo una ciudadanía activa.
  3. Garantizar el respeto al estado laico, buscando que la educación mantenga este carácter, en el marco de respeto a los derechos humanos
  4. Aumentar la escolaridad y el número efectivo de horas con los recursos necesarios y con programas atractivos y adecuados al interés de los estudiantes. Dentro de ello ampliar el número de escuelas de tiempo completo enriqueciendo las actividades que se ofrecen para el mejor desarrollo de la población escolar.
  5. Desarrollar y aplicar diversas estrategias para asegurar la calidad de los profesores y maestros y la dignificación de la función docente.
  6. Impulsar una educación que permita a la población hacerse de las competencias necesarias para una inserción exitosa en el mundo contemporáneo.
  7. Desarrollar una política de Estado enfocada a garantizar la seguridad alimentaria asociada a la seguridad nutricional que contemple acciones en toda la cadena alimentaria.
  8. Formular y aplicar programas de prevención social de las violencias en el territorio que fortalezcan el tejido social, los factores de contención social, la resiliencia comunitaria, de las familias y las personas e incluyan acciones en materia de desarrollo urbano y vivienda, educación, salud física y mental, deporte, cultura y recreación, impartición y procuración de justicia, cultura de la legalidad y recuperación de espacios públicos con actividades para el empoderamiento, la participación y la organización ciudadana.
  9. Establecer un Fondo para Emergencias Sociales para realizar intervenciones sociales y económicas acordes a los requerimientos emergentes en comunidades afectadas por desastres humanos (violencia, desempleo, hambre). y que permita remontar la inflexibilidad derivada de las reglas de operación de los programas sociales.

Para grupos de población:

  1. Desarrollar un programa nacional hacia y desde las poblaciones jóvenes que incluya entre otros aspectos: atención psicosocial integral; formación, educación y desarrollo de habilidades para el trabajo; una defensoría de jóvenes; programas y servicios de salud sexual y reproductiva amigables; ampliación de espacios públicos para los jóvenes; protección y atención frente a las adicciones y la ampliación de oportunidades de educación, empleo e ingresos
  2. Formular una estrategia y un programa específico para el desarrollo de la infancia y la creación de un sistema de protección de los derechos del niño que incluya: una instancia rectora para formular y evaluar las políticas públicas en los tres niveles: federal, estatal y municipal; una instancia de procuración de los derechos del niño y un mecanismo para el monitoreo de los Derechos del Niño.
  3. Proteger, respetar y garantizar los derechos humanos de los migrantes nacionales y extranjeros y sus familias, así como de sus defensores y adecuar la legislación y las instituciones relacionadas con su protección y atención.
  4. La socialización, discusión, actualización y promoción del “Programa Nacional para prevenir, atender y erradicar la violencia contra las mujeres” con una participación sustantiva de organizaciones de la sociedad civil, a la luz del marco jurídico internacional.
  5. Homologar causales en la legislación estatal para garantizar el acceso al aborto legal con base en el estándar más alto del país.
  6. Aumentar las capacidades del Estado y los presupuestos dirigidos a erradicar, investigar y castigar los feminicidios, las violaciones, desapariciones y la explotación de mujeres y niñas.
  7. Desarrollar políticas, programas y legislación para armonizar las tareas productivas y reproductivas y una distribución equitativa de estas funciones entre sexos, generaciones y entre las familias, el mercado y el Estado.
  8. Garantizar el cumplimiento del convenio 189 de la Organización Internacional del trabajo en el que se reconocen los derechos de las comunidades originarias, así como la implementación de una política pública transversal en materia de derechos y desarrollo Indígena de acuerdo a los estándares internacionales y con la participación de los pueblos y comunidades.
  9. Instrumentar una estrategia nacional para elaborar políticas públicas para la inclusión y reconocimiento de la comunidad LGBTTTI y para garantizar el ejercicio de sus derechos en igualdad y sin discriminación.

Las anteriores son sólo una muestra de las promociones que defienden en materia social las OSC. En la mayoría de los casos tienen propuestas legislativas, institucionales y presupuestales concretas para ponerlas en práctica.

 

 

 

[1] Se consultaron varias trabajos que resumen propuestas de las OSC y diversas agendas del movimiento feminista, del grupo México a Debate, de las mesas del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, de la Cumbre Ciudadana y del Espacio Social de Diálogo Estratégico.

Política social, territorio y violencia

 

A la preocupación por avanzar en una política social que permita enfrentar la desigualdad, la pobreza, la exclusión y la discriminación se suma ahora la necesidad de prevenir y mitigar las violencias que agobian a un número importante de personas en varios territorios del país.

En la evolución de la política social en México a los programas relacionados con los sectores sociales históricos: salud, educación, vivienda, alimentación, seguridad social, se agregaron a partir de los años setenta, los focalizados dirigidos a grupos en pobreza y a zonas marginadas principalmente rurales, en los noventas se sumaron programas dispersos y enfoques trasversales a partir de instituciones especializadas relacionados con género, jóvenes, adultos mayores, indígenas, personas con discapacidad y personas de la comunidad LGTTTBI. El agregado más reciente son los programas de prevención del delito que en una visión reduccionista incluyen atención y prevención de adicciones, recuperación de espacios públicos y promoción de actividades productivas, con los que supuestamente se busca reconstruir tejido social, y que fueron retomados como una prioridad por Peña Nieto al anunciar el 1 de diciembre sus 13 decisiones iniciales.

De acuerdo a las trece decisiones del discurso de Peña Nieto del 1 de diciembre su interés inmediato en lo social se concentra en prevenir el delito, atacar el hambre y mejorar la calidad de los servicios educativos, ofrecer un seguro de vida a las madres jefas de familia y universalizar las pensiones para las personas de 65 años y más.

Sin embargo, la creciente complejidad social incluye diversas dimensiones:

  1. a) las cinco problemáticas mencionadas: desigualdad, pobreza, exclusión, discriminación e inseguridad;
  2. b) los ámbitos sociales sectoriales (equiparables a los derechos sociales mencionados en el PIDESC y en el Protocolo de san Salvador),
  3. c) los grupos poblacionales, que además se van diversificando por la visibilización de las problemáticas de los migrantes, la población desplazada, las víctimas de la inseguridad, las personas sujetas a trata, etc.
  4. d) las condiciones diversas que se viven en el territorio que dificultan generalizaciones e intervenciones sociales homogéneas y biunívocas,
  5. e) las transformaciones de las familias que enfrentan crecientes dificultades para cumplir su rol de reproducción social de las personas.

Una posición bastante compartida por los grupos progresistas en política social señalaría que desde la federación deberían definirse y manejarse los programas destinados a garantizar igualdad de acceso y de disponibilidad de servicios de calidad para realizar los derechos económicos, sociales y culturales universales de todas y todos los mexicanos. es decir, definir los estándares básicos o los pisos de partida de bienes y servicios para de cumplimiento al acceso para todos a educación, salud, alimentación, infraestructura básica de servicios, vivienda, remuneraciones y prestaciones laborales, seguridad social incluyendo seguros de desempleo y pensiones.

Sin embargo, en razón de la complejidad mencionada considero que no basta exigir a la política social la universalización de acceso a un piso básico de bienes y servicios, que resultarían de programas y acciones aplicados desde los sectores sociales de la administración pública. Si bien esto ayudaría a atender la problemática de la desigualdad y de la pobreza, no bastaría para revertir las enormes brechas entre los grupos socioeconómicos y el avance de la conflictividad por la disparidad en los niveles de vida. Asimismo la descentralización de al menos tres herramientas fundamentales: el aparato de educación pública, el de salud y el DIF hará que persistan los problemas de desigualdad en la calidad de los servicios en el territorio: servicios de calidad para los ricos y servicios pobres para los pobres si no se encuentra una estrategia para revertir esa situación, tal vez ofreciendo mejores remuneraciones al personal docente y de salud que trabaje en zonas de menores ingresos.

Para la incorporación de la perspectiva de los grupos sociales en situación de discriminación si bien es importante su inclusión en igualdad de condiciones a los bienes y servicios de tipo sectorial social (educación ,salud, vivienda,etc) habrá que hacer algunas previsiones en las instalaciones y en los modelos de atención para considerar las necesidades específicas de algunos de estos grupos: por ejemplo, hacer accesibles las instalaciones físicamente, atender las problemáticas de salud específicas por sexo y grupos etarios y desarrollar el personal y las instalaciones y equipamientos apropiados para su atención, desarrollar una oferta educativa para los distintos grupos etarios, considerar la accesibilidad lingüística de los programas de educación y de salud, promover remuneraciones iguales por trabajos iguales.

Pero la atención de grupos de población específicos significa el desarrollo de acciones e intervenciones que van más allá de las tradicionalmente consideradas en los sectores sociales sectoriales en razón de que responden a problemáticas específicas de los grupos y que derivan de relaciones sociales conflictivas, de actitudes discriminatorias, de desconsideración y abandono. La modificación de este tipo de situaciones significa la puesta en práctica de programas de tipo cultural (campañas contra la discriminación), de acceso a la justicia (violencia intrafamiliar y de género), de apoderamiento y organización ciudadana, de salud mental, de convivencia, cuidado y protección (albergues, centros de día, unidades de rehabilitación, etc.) entre otras. Muchos de estos programas deben ser instrumentadas muy cerca de los ciudadanos, en el territorio, de manera de que sean accesibles y cercanos a las personas.

Este tipo de intervenciones han sido abandonadas por el gobierno federal, las pocas que tenía el DIF han sido reducidas a algunas intervenciones realizadas por interés de algunos DIF municipales, con poca sostenibilidad en el tiempo por la naturaleza de las administraciones municipales que sólo duran tres años. En otros casos se han transferido o son realizadas por entes privados de tipo empresarial o de organizaciones de la sociedad civil, especialmente de tipo asistencial.

Con la pérdida de control del personal docente y del personal de salud, ahora trasladado a los gobiernos estatales, el Gobierno Federal no tiene agentes que trabajen en el territorio y tiene que depender de la concertación con autoridades estatales para introducir algunos programas que atacan las problemáticas descritas.

Es así que la diversidad de problemáticas que afectan a los distintos grupos de población en el territorio, representan un reto para la política social del futuro pues el interés y la capacidad para instrumentar programas dirigidos a atenderlas varía grandemente dentro del heterogéneo mundo de los municipios mexicanos. Los programas de prevención del delito como los llamó EPN o los de prevención social de las violencias requieren de un aterrizaje y adecuación a las condiciones específicas en los distintos territorios; no es lo mismo aplicarlos en territorios aún libres de violencia criminal que en aquellos que ya se encuentran en una situación de violencia crónica. Asimismo requieren ser sostenidos en el tiempo pues inciden en aspectos de tipo cultural que tardan en ser asumidos. La arquitectura institucional de los gobiernos municipales no garantiza la posibilidad ni de implementarlos adecuadamente y menos de sostenerlos en el tiempo.

Para mí, la gran interrogante en este momento es desde dónde y cómo se podrá realizar una política social en el territorio que atienda los nuevos riesgos sociales y cuáles son precondiciones necesarias para poder hacerlo. Ello en un contexto en donde las familias se han transformado y cambiado su capacidad para construir seres humanos dotados de atributos que les permitan navegar en el proceloso mar de las ambiciones y los conflictos humanos.

Finalmente la interrogante es ¿cuáles deberían ser las prioridades de la política social y quiénes deberían responsabilizarse de la instrumentación de ésta o qué aspecto le toca al Estado (poderes y gobiernos municipales, estatales y federal), al mercado, a las familias y a los individuos?

No creo que la política social pueda seguir concentrándose en la atención de la pobreza. Pienso que se requiere de una política social compleja pero no veo quién la pueda diseñar y operar y si hay los recursos suficientes para hacerlo.

 

 

Palabras de Clara Jusidman en el Informe de Gestión de Ricardo Bucio al frente de CONAPRED

Estamos reunidos hoy en razón del cierre de un ciclo de la administración del Consejo Nacional para Prevenir y Erradicar la Discriminación que inició hace tres años y que estuvo presidido por Ricardo Bucio, quien fue acompañado por un activo equipo de profesionales comprometidos con los derechos humanos y la igualdad.

La tarea encomendada al Consejo no es nada fácil en un país profundamente desigual, injusto y excluyente. Son más y más poderosos los procesos y los intereses que contribuyen a recrear esas condiciones de desigualdad, injusticia y exclusión que los recursos y las herramientas que tienen los diversos órganos de Estado que se han ido creando para revertirlas, entre los que se encuentra el Consejo.

Sin embargo, con un enorme empeño, esfuerzo y bajo fuerte presión, el equipo que hoy cierra este ciclo de la vida de la institución hizo uso de muy diversas y creativas estrategias e instrumentos dentro del tramo de sus acotadas posibilidades, para contribuir a hacernos conscientes de ese terrible lastre de nuestra cultura que es la desigualdad de trato entre las personas que habitamos y transitamos por la República Mexicana.

Bien sea por nuestro origen, lugar de nacimiento, edad, sexo, orientación sexual, religión, etnia, condición física, creencias y afiliaciones pero fundamentalmente por las profundas diferencias socioeconómicas, los mexicanos no nos reconocemos como iguales e infringimos en los que consideramos diferentes el mal trato, la indiferencia, la desconsideración e incluso la violencia.

De manera natural y normalizada, no vemos ni hablamos con los adultos mayores ni con los niños y niñas; aceptamos la violencia contra las mujeres como una condición natural a sus relaciones de pareja; no nos conmueve el hecho de que más del 80% de las poblaciones indígenas vivan en condiciones de pobreza; los crímenes por homofobia y los feminicidios sólo se agregan al sangriento paisaje de los miles de muertes violentas que ocurren en el país; la criminalización de los jóvenes de las colonias populares por los cuerpos policiacos no es indiferente; no reconocemos el resentimiento creciente hacia los sectores urbanos de altos ingresos y las pugnas y conflictos por las preferencias partidarias nos parecen naturales.

Por ello y con todas las limitaciones presupuestales y de apoyo gubernamental que ha tenido el CONAPRED, y además después del enorme error cometido de haberlo considerado como una institución de asistencia social y no de una que es responsable de reivindicar el derecho a la no discriminación, el actual equipo de la institución se dedicó a incidir en un cambio cultural y de las actitudes de los mexicanos mexicanas mediante varias interesantes y valiosas campañas, eventos y publicaciones.

Además buscó hacerlo con evidencias científicas promoviendo diversas investigaciones como son la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS 2010) y el recientemente publicado Estudio Diagnóstico sobre el estado que guarda la discriminación en México o los esfuerzos por construir un Índice de la Discriminación. Ahora conocemos mejor los orígenes de la discriminación, los ámbitos donde se ejerce y los grupos afectados, incluso sabemos cuál es su incidencia diferenciada en el territorio. Es evidente que entre más nos demos cuenta de cuáles son las modalidades y las conductas concretas a través de las cuales manifestamos actitudes discriminatorias podremos empezar a revertirlas.

Al concluir la gestión de Ricardo Bucio el próximo tres de diciembre y en mi calidad de integrante de la Asamblea Consultiva del Consejo me pregunto qué va a suceder con éste Consejo en la nueva administración federal.

Desde hace varios años he sostenido que los principales problemas sociales de México son la desigualdad, la discriminación, la pobreza y la exclusión. En este sexenio debemos agregar la creciente inseguridad por la integridad personal, la vida y la propiedad. Miles de personas han muerto o han perdido a sus familiares y como consecuencia, están siendo discriminadas y excluidas de sus comunidades, otras se encuentran desaparecidas, otras más han perdido sus trabajos, sus propiedades y sus actividades económicas, viéndose obligadas a desplazarse, otras han sido secuestradas, victimizadas y convertidas en victimarios contra su voluntad y las más, que viven en territorios dominados por el crimen organizado, se encuentran aterrorizadas, inmovilizadas y recluidas en sus hogares. Nuevos grupos de personas sujetas a discriminación están surgiendo de esta absurda guerra contra el crimen organizado: los desplazados, las viudas y huérfanos de los asesinados, los hijos y familias de las policías, los migrantes, los jóvenes en pobreza, las víctimas-victimarios, entre otros. La creciente intolerancia y la falta de solidaridad acompañan a esta obscura noche de nuestra historia; es así que a los déficits históricos en materia de maltrato y discriminación que debía enfrentar el CONAPRED se le agregan estas nuevas y en algunos casos inéditas situaciones de trato desigual en nuestro país.

Ahora bien, la reciente decisión del Congreso de aceptar la propuesta del presidente electo para resectorizar al CONAPRED a la Secretaría de Desarrollo Social genera incertidumbre. Por una parte, la experiencia hasta ahora de su sectorización en la Secretaría de Gobernación no ha reportado beneficios particulares a las funciones encomendadas a la institución. A pesar de ser esa Secretaría la que encabeza en el gobierno federal el ámbito del cumplimiento de las obligaciones del Estado en materia de derechos humanos y el tratar de garantizar que toda la administración pública federal incluya el respeto de los mismos como parte inherente a su trabajo, en realidad su compromiso y sus logros al respecto han sido más que precarios, incluso cada vez menores. En ese contexto se ha ubicado el trabajo del CONAPRED.

Si bien en la propuesta de reforma a la administración pública de Enrique Peña Nieto, la Secretaría de Gobernación se vuelve más poderosa y al quedar como cabeza del gabinete podría impulsar la incorporación del enfoque de derechos humanos, también es de considerarse que queda al mando de los cuerpos de seguridad civiles. El riesgo de tener en el mismo ámbito administrativo estas dos encomiendas y dada la importancia de los temas de seguridad pública, es posible que la función de promover y proteger los derechos humanos quede subordinada a lo primero. Es previsible entonces que continúe desdibujándose la coordinación que debe ejercer la SEGOB en la incorporación del respeto, protección, promoción y garantía de los derechos humanos en toda la administración pública federal.

El traslado del CONAPRED a la Secretaría de Desarrollo Social presenta un riesgo pero también posibilita una oportunidad. El riesgo es que continúe dominando la idea de que la SEDESOL es la secretaría encargada de la política de asistencia social del gobierno federal, centrada en los programas de combate a la pobreza y que la población pobre, siga siendo considerada como beneficiaria de programas de asistencia social y no como titular de derechos sociales. Bajo esa óptica, el riesgo de la inclusión en SEDESOL de las instancias de atención a la violencia contra las mujeres y a las responsables de jóvenes, adultos mayores y personas con discapacidad y otros grupos sujetos a discriminación, es que estos grupos también sean considerados “vulnerables” y por lo tanto, potenciales beneficiarios de programas de asistencia social.

Si en cambio la SEDESOL pasa a ser considerada como  responsable de promover la ciudadanía social y por lo tanto, los derechos sociales universales y con ello contribuir a superar las condiciones de desigualdad, pobreza, exclusión y discriminación que agobian a amplios sectores de la población mexicana, la incorporación de CONAPRED en esta rama de la administración pública podría resultar positiva para el mejor cumplimiento de los fines de la institución.

Por mi experiencia personal en la administración pública el destino futuro del CONAPRED estará finalmente condicionado a la persona que quede a cargo de la SEDESOL y a la visión que esta tenga sobre el objetivo fundamental de la política social y del papel y la aportación que CONAPRED pueda hacer al logro de ese objetivo. Esperemos que sea una persona comprometida con los derechos humanos y con la construcción de ciudadanía como la opción para remontar los problemas sociales que nos agobian y con ello enfrentar la violencia estructural que vive el país.

En la incertidumbre siempre hay un espacio para la esperanza.

 

 

 

Crecimiento, estructura, movilidad y distribución territorial de la población en relación con las violencias sociales.

En el interés por entender qué tipo de relaciones y condiciones sociales, culturales y económicas existían en Ciudad Juárez que permitían, propiciaban o toleraban los feminicidios, desde INCIDE Social en colaboración con el Consejo Ciudadano para el Desarrollo Social de esa Ciudad emprendimos una investigación en 2003 que concluyó con la publicación La Realidad Social de Ciudad Juárez. Desde entonces se han realizado investigaciones similares con grupos de investigadores locales para las Aéreas Metropolitanas de Guadalajara, Tijuana y Aguascalientes en 2009 y 2010 y con recursos del SUBSEMUN entre 2011 y 2012 se han llevado a cabo diagnósticos sociales de las violencias en más de 150 municipios de los cuales hay por lo menos unos treinta rescatables.

Tres de los 16 capítulos de la propuesta metodológica guardan una estrecha relación con los temas de población y de políticas de población

  • Ubicación y extensión territorial del núcleo o núcleos urbanos y de las localidades rurales en el municipio.
  • Situación y evolución demográfica.
  • La situación, evolución y composición de las familias

Mi intención en este breve comentario es resaltar los principales hallazgos en estos tres campos:

  1. En los últimos 30 años, las ciudades mexicanas han crecido en forma anárquica, expansiva, segmentada y dispersa en el territorio lo que determina crecientes presiones y tensiones en la vida de sus habitantes. Las ciudades se han extendido en forma horizontal siguiendo un modelo extensivo y disperso ampliándose muy rápidamente el territorio urbano con poca densidad de construcciones. La mayor presión demográfica la han experimentado las ciudades de frontera y las de desarrollo turístico.

La liberación del mercado de tierras en 1992, la descentralización de responsabilidades de control del uso del suelo a los municipios, la ausencia de planeación y regulación del desarrollo urbano, la práctica de especulación con terrenos urbanos y la corrupción en la gestión urbana han provocado:

  • La instalación de viviendas precarias en terrenos de alto riesgo o de reserva ecológica y recarga de acuíferos;
  • Numerosos desarrollos inmobiliarios en los últimos quince años con viviendas muy pequeñas, ausencia de espacios y servicios públicos y comerciales
  • Sacrificio de la calidad y el tamaño de las viviendas y de los desarrollos mismos, por la cantidad de unidades construidas y el monto de créditos hipotecarios otorgados
  • Desarrollos suburbanos aislados (formales e informales) y carentes de calidad urbanística; el transporte hacia ellos resulta costoso y riesgoso.
  • Esa lejanía provoca que muchos compradores nunca ocupen sus casas, o que las abandonen, lo que conlleva a la creciente presencia de viviendas abandonadas y saqueadas en todo el país.
  • Insuficiencia y rezagos sostenidos y crecientes en materia de redes de agua, de energía, drenaje, alumbrado, servicios comerciales y sociales y de seguridad, pavimentación y vialidades de acceso que deben ser provistos por los municipios.
  • Lotes baldíos salpicados por diversas zonas del área urbana que obedecen a estrategias de especulación de sus dueños y generan serios riesgos para los pobladores
  • La separación en las ciudades entre zonas de trabajo, zonas de servicios y zonas de vivienda que complican los traslados y afectan la seguridad
  • La ausencia e insuficiencia de servicios sociales y la creciente deslocalización de los existentes respecto de los nuevos desarrollos de vivienda.
  • Modelo de movilidad urbana que privilegia el uso del automóvil y genera aumento de accidentes y muerte de personas.
  • La insuficiencia y saturación de vialidades y el desorden en el tráfico urbano
  • La insuficiencia, mala calidad, alto costo y concentración en la propiedad del transporte público urbano. Modelo de gestión que promueve la irresponsabilidad de los operadores de los vehículos.
  • Un abuso de los recursos hídricos disponibles en el territorio circundante
  • Graves problemas en la calidad del agua, el aire y la energía eléctrica provocados por la distribución espacial de las empresas e industrias.

Las consecuencias son la inseguridad en la tenencia y respecto de los riesgos físicos de las viviendas; incertidumbre y falta de acceso a servicios fundamentales para la vida que generan enojo y conflicto; congestionamiento vial; aumento en el número y daño de los accidentes viales; riesgosos, costosos y prolongados traslados de la población con aumento del estrés, del cansancio, la conflictividad, la violencia y la reducción del tiempo disponible para la vida personal y familiar; la destrucción del medio ambiente y la distribución desigual de los costos en vidas y bienes de los desastres naturales.

  1. Las ciudades se han segregado o “ghettizado” ampliándose cada día nuevas modalidades de encerramiento y protección amurallada de las viviendas de los habitantes de altos ingresos que en ocasiones están rodeadas de zonas de bajos ingresos.

A esta segregación “activa” de las poblaciones de altos ingresos se suma una segregación “pasiva” que deja a las poblaciones pobres y a los grupos étnicos confinados en amplias zonas, generalmente en las orillas de la mancha urbana, sin mezcla social y étnica y alejados de los servicios y equipamientos urbanos. Las mujeres pobres, migrantes, indígenas son las mayores víctimas de estos confinamientos.

A la segregación espacial se suma una segregación en el acceso, disponibilidad, calidad y pertinencia de diversos servicios públicos (alumbrado, recolección de basura, agua potable, vialidades, etc.), educación, salud, cultura, deporte, recreación, seguridad pública y acceso a la justicia) entre estratos sociales y zonas de las ciudades que podría sintetizarse como servicios públicos ausentes, insuficientes y de mala calidad para las poblaciones y colonias de bajos ingreso frente a servicios urbanos y públicos suficientes y de mejor calidad para las zonas de ingresos medios y altos.

  1. La estructura y organización de las familias como construcciones que derivan de la realidad social, económica y cultural de los entornos, se están modificando de manera notable.

Se está reduciendo la presencia de familias nucleares, están creciendo aquellas con ausencia de alguno de los padres; o las familias recompuestas. Así mismo, se observa la mayor presencia de hogares de corresidentes –que no tiene parentesco- y de personas que viven solas. También se verifica la presencia de varias generaciones conviviendo en un mismo hogar. Se observa un aumento de las uniones libres. Lo anterior impacta las relaciones genéricas e intergeneracionales, los mecanismos de comunicación y de toma de decisiones, la transmisión de saberes para la vida y los hábitos y los tiempos destinados a la crianza y cuidado. Todo ello, sin el acompañamiento de políticas públicas de familias que entiendan y apoyen las transformaciones que se están dando en los roles de género y en las relaciones intergeneracionales.

Asimismo, la dinámica y estructura del mercado laboral y las diversas estrategias de obtención de ingresos han provocado cambios importantes en las relaciones familiares. Estas alteraciones del tiempo y la energía de la población trabajadora de las familias han dejado en un segundo plano las funciones de protección y atención a la infancia y la adolescencia, y la transmisión de saberes, valores y conductas. Se registra una precarización de la economía del cuidado con consecuencias negativas para la socialización primaria de los seres humanos.

  1. Las mujeres urbanas de sectores medios y pobres asumen mayores cargas de trabajo y aparecen cada vez más, como el pilar de las familias. En un contexto de familias en transformación y de crecientes dificultades para acceder al empleo y al ingreso, las mujeres toman cada día más responsabilidades aún las de tipo económico y de sostenimiento de los grupos familiares, en comparación con los varones, Esta situación las coloca con tal nivel de demanda y presión que viven estresadas, cansadas y con frecuencia, deprimidas, enojadas y frustradas.
  2. La velocidad del crecimiento demográfico de algunas ciudades (de frontera y turísticas) en periodos cortos de tiempo y en ausencia de políticas públicas, dificulta la absorción e integración de los nuevos pobladores y surgen actitudes discriminatorias de los pobladores locales, resentimiento y desconfianza. Se verifican fuertes cambios en la composición por sexos y edades de la población y se hace evidente una insuficiencia, inadecuación y deficiente localización de servicios sociales necesarios para atender a los nuevos pobladores.

Estos cambios en las ciudades receptoras se agudizan por la demanda diferenciada de trabajadores por sexo y edad de las plantas maquiladoras o de los desarrollos turísticos que modifican estructuras familiares, tasas de masculinidad y la estructura por sexo y edad de la población.

Algunas propuestas de orden general

Se requiere de una urgente reforma urbana que inicie reordenamiento territorial de las ciudades, bajo un esquema de planeación coordinada mediante consejos de planeación urbana participativa y mediante el fortalecimiento de los institutos municipales de planeación.

Es urgente una reforma municipal que aumente las capacidades institucionales de los gobiernos locales y el desarrollo de mecanismos de auditoría, transparencia, rendición de cuentas y contraloría social. La debilidad y la desarticulación de los gobiernos locales en ciudades densamente pobladas y con dinámicas aceleradas de crecimiento y expansión, obligan a una reforma de la gestión e institucionalidad de los gobiernos de las ciudades. Exige una revisión profunda de los gobiernos municipales desde su duración, sus responsabilidades, sus atribuciones, su estructura y organización, sus presupuestos y la calidad de sus servidores públicos. Pasa necesariamente por revisar las formas de articulación y colaboración entre gobiernos municipales y estatales de zonas conurbadas y áreas metropolitanas.

En tanto se logran los cambios institucionales de fondo, es urgente definir e imponer una normatividad con perspectiva humana a los nuevos desarrollos inmobiliarios de vivienda y aplicar una política y programas de desarrollo y regulación del transporte público urbano. La movilidad urbana no puede estar centrada en el uso del automóvil. La redensificación en cuanto a infraestructura, la ocupación de los terrenos baldíos mediante sanciones a sus dueños, la recuperación de espacios públicos y la creación de reservas territoriales para el desarrollo de servicios sociales y ambientales es otro aspecto urgente para el futuro de las ciudades, en términos de reducción del estrés, el conflicto y la violencia y en una perspectiva de reconstrucción del sentido de identidad y del tejido social urbano.

La reforma urbana necesitaría ser acompañada del desarrollo de una política social urbana con participación comunitaria que establezca, desarrolle y sostenga en el largo plazo programas y servicios en materia psicoafectiva, cultural, alimentaria, de salud y educación. Es necesario lograr una mejor distribución de los servicios sociales en los territorios de las ciudades de acuerdo con las características   y problemáticas específicas de las poblaciones circundantes. Todo ello con miras a formar ciudadanía y generar cohesión social

Para algunas ciudades sería necesario hacer un replanteamiento de sus opciones de desarrollo económico, dada la volatilidad, inseguridad y comportamiento cíclico de la industria maquiladora, por ejemplo. Estas opciones deberían poner como un criterio central la posibilidad de conciliar la vida económica y de trabajo de las personas con su vida personal y familiar y revalorar el aporte que hace la economía del cuidado en la construcción de seres humanos.

La creciente carga de las mujeres en la vida de las familias debe ser apoyada con programas que ayuden a la economía del cuidado y redistribuyan las cargas entre géneros, generaciones e instituciones públicas y privadas.

El desarrollo de una política de familias que parta de reconocer la diversidad de estas, las constantes transformaciones que viven y la existencia de relaciones genéricas e intergeneracionales que deben fundamentarse en los derechos de cada uno de los integrantes del grupo, conduciría al desarrollo de servicios y productos que faciliten la vida en familia en relaciones democráticas y de respeto, y apoyen el papel fundamental que estas tienen en la socialización de los seres humanos.

Un nuevo modelo de Estado de Bienestar para el Siglo XXI

Condiciones para construir un Estado de Bienestar en México con enfoque de derechos humanos para el Siglo XXI

Esta exposición se propone revisar las condiciones económicas, sociales, culturales y políticas que serían necesarias para crear en México un régimen social de bienestar que garantice a todas las personas que viven y transitan el país, la realización de sus derechos económicos, sociales y culturales, de acuerdo a los instrumentos internacionales signados por México, en la materia[1]. Revisa de manera sintética el surgimiento y la evolución de los Estados de Bienestar a partir de las experiencias de los países desarrollados de Europa Occidental y su establecimiento en América Latina. Recupera someramente la discusión actual sobre “protección social”. Expone los principios y criterios fundamentales de un enfoque de derechos humanos en la creación de un régimen social basado en derechos. Concluye listando los principales obstáculos para instaurarlo en México y los retos para lograrlo.

  1. ¿Qué entendemos por Estado de Bienestar?[2]

No existe una definición única ni tampoco un consenso sobre lo que comprende el concepto de Estado de Bienestar, sin embargo se puede decir que es un régimen social donde el Estado toma un papel activo en la atención de las cuestiones sociales referidas a la calidad de vida de la población. Este interviene para atenuar los efectos perversos de las fuerzas del mercado, en las condiciones de vida y en la desigualdad social.

Se trata de una participación del Estado en forma integral, ya que incluye un amplio conjunto de políticas públicas que inciden tanto en las condiciones de vida como de trabajo de la población. Comprende no sólo la política social sino también aquellos aspectos de la política económica que afectan al mercado de trabajo y por tanto, el acceso a ingresos que permite a las personas participar en los mercados de bienes y servicios.

En los regímenes sociales de los Estados de Bienestar el pleno empleo de la fuerza de trabajo resulta piedra angular, mediante la participación del gobierno, a través del gasto y la inversión pública; la política económica en este modelo debe privilegiar la generación de empleo y el acceso de la población a ingresos.

En lo que respecta a la provisión de servicios sociales, estos se darían de forma pública (acceso libre) y universal para toda la población en su calidad de ciudadanos. Se busca el mantenimiento de un nivel de calidad de vida mínimo asegurado para todos por el Estado. Igualmente, se considera a sectores de la población que están al margen de las redes formales e institucionales, evitando que queden excluidos. Busca la igualdad de oportunidades que favorezcan la mejor distribución del ingreso y la riqueza.

Entre los objetivo del modelo está respaldar el funcionamiento estable y democrático del orden social y político, a través de políticas públicas. El Estado de Bienestar se consolidó después de 1945 y de alguna forma, significó un régimen social alternativo de las economías de mercado de occidente, ante el riesgo que les significaba la expansión de los regímenes socialistas, especialmente hacia aquellos países europeos, colindantes con la Unión Soviética. Contribuyeron para su establecimiento, las condiciones derivadas de la reconstrucción de los países que participaron en las guerras, mismas que les permitió tener recursos suficientes para proporcionar a sus combatientes condiciones de bienestar. Significó también mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población, asegurando la satisfacción de necesidades básicas y oportunidades mínimas para todos.

Al conformarse un nuevo orden económico, político y social a nivel mundial, se crean diversos organismos internacionales, muchos de los cuales surgieron incluso antes de la Segunda Guerra Mundial, entre ellos la Organización Internacional del Trabajo (OIT)[3], que promueve la urgente necesidad de mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos de todos los países, aunque no hubieran participado en el conflicto armado. Es la institución de la comunidad internacional responsabilizada de hacer cumplir los propósitos contenidos en la Carta del Atlántico[4] con el fin de propiciar “mejores niveles de trabajo, prosperidad económica y seguridad social”, que respalda a su vez, a nivel internacional, el concepto de Estado de Bienestar.

Una política central de todo Estado de Bienestar es la seguridad social y esta es consagrada como derecho universal en el Artículo 22 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos[5]. Su mayor desarrollo se plasma en el Primer informe Beveridge del Reino Unido de 1942, Social Insurance and Allied Service[6], que proporcionó las bases teóricas de reflexión para la instauración del Estado de Bienestar por parte del gobierno laborista, posterior a la Segunda Guerra Mundial, y que pugnaba por proveer seguridad social a todas las personas “desde la cuna hasta la muerte”.

Los países pioneros de los regímenes de bienestar fueron Alemania, Gran Bretaña y Francia. Sin embargo el prototipo del Estado de Bienestar se observa en los países escandinavos cuando llegan al poder los partidos socialdemócratas, estableciendo políticas sociales con carácter universal y desarrollando un concepto de protección global a la familia, ampliando las prestaciones y abarcando a los dependientes económicos de los trabajadores. Estos países consolidaron y mantuvieron por varias décadas sus programas de bienestar social basados en normatividad y sistemas de financiamiento adecuados y contribuyeron con su enfoque y estudios a que otros países en Europa y otras regiones del mundo estructuraran sus Estados de Bienestar.

Los países escandinavos, Alemania, Francia e Inglaterra se distinguen también por haber dado cobertura universal a su población en materia educativa, de salud y de protección a los trabajadores. La educación abarca instrucción gratuita en todos los niveles y para todos los ciudadanos, basada en programas estatales; la salud pública incluye prevención y curación de enfermedades, sistema hospitalario y centros especializados de atención a la salud y por lo que se refiere a la protección a los trabajadores, el seguro social que cubre enfermedades y gastos médicos, incapacidad temporal o definitiva; seguro contra accidentes durante las jornadas de trabajo o durante los traslados; pensiones por vejez; protección a su familia y subsidio para pago de rentas y/o asignaciones o créditos para adquisición de vivienda. Finalmente, la medida que se considera más importante: el seguro contra el desempleo, que se paga por una cantidad y un lapso específico y que contempla no sólo la reincorporación del trabajador, sino su capacitación y reconversión ocupacional.

Los servicios y beneficios incluidos en los distintos regímenes de bienestar fueron evolucionando paulatinamente en cada país al tener en cuenta los cambios observados en las condiciones de vida y en las relaciones sociales, las demandas emanadas de acuerdos derivados de coaliciones sociales y los recursos disponibles de los Estados. De beneficios dirigidos a los combatientes en las distintas guerras o la cobertura de riesgos de vejez, desempleo y enfermedad de los trabajadores industriales, las coberturas se fueron haciendo universales y las protecciones se fueron ampliando para cubrir los riesgos derivados de las transformaciones económicas, sociales y culturales del siglo XX. Los Estados de Bienestar tuvieron que ir adaptándose a la creciente incorporación de las mujeres al trabajo remunerado, la mayor movilidad de los trabajadores, la evolución tecnológica y el establecimiento de acuerdos regionales de asociación estratégica, entre otros.

A mediados de la década de los setenta empieza un cambio en Europa debido a la crisis económica que provocó el mercado del petróleo. Se inicia nuevamente el ciclo de la inflación, la pérdida de empleos y se detiene el crecimiento económico; las posiciones políticas sufren un reacomodo, desplazando a los socialdemócratas; las poblaciones envejecen; los movimientos migratorios se intensifican y las mujeres participan de manera activa en la vida pública, lo que ocasiona movimientos sociales y económicos imprevistos. El gasto social aumenta y paralelamente surge la demanda de algunos sectores para que el Estado de Bienestar desaparezca. Otros pugnan por reducir sus apoyos y otros más, por incrementar sus beneficios, argumentando que la gente tenía más necesidad, dada la crisis económica. En los ochenta el debate se centra en torno a los principios de la igualdad contra la eficiencia y la competitividad de las economías en un mundo crecientemente globalizado, y se cuestiona la conveniencia de mantener el carácter universal de los programas sociales y se propone hacerlos selectivos o, en todo caso, privatizarlos ya que la mayor parte de los gobiernos se cuestiona su capacidad para mantener el Estado de Bienestar.

En América Latina este régimen social inició en forma tardía y en pocos países se desarrolló plenamente. Fernando Filgueira[7] distingue tres tipos de Estados Sociales en América Latina:

  1. El universalismo estratificado (Uruguay, Argentina, Chile). Son países cuya primera característica es que “hacia 1970 todos protegían de alguna u otra forma a la mayor parte de la población mediante sistemas de seguro social, de servicios de salud a la vez que habían extendido la educación primaria e inicial secundaria a toda la población.” La otra característica central es su “fuerte estratificación de beneficios, condiciones de acceso, y rango de protección en materia de seguro social y en similar medida en salud.”
  2. Regímenes duales. (Brasil, México) presentaban hasta la década de los 70 un casi universalizado desarrollo de la educación primaria y un importante aunque estratificado grado de cobertura en salud. En lo relativo a la seguridad social se presenta “un desarrollo importante del mercado formal, el estado y la protección en ciertos estados y regiones y una virtual desprotección y baja incorporación de la mayor parte de la población (ya sea vía el mercado o por la vía del estado) en otros estados.”
  3. Regímenes excluyentes. (República Dominicana, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Bolivia, Ecuador). Estos presentan sistemas elitistas de seguro social y salud y dual en materia de educación. Hacia 1970 menos del 20% de la población se encontraba cubierta por programas básicos de protección y seguridad social, igualmente en materia de salud. No así en materia educativa, en donde la expansión de la matricula primaria, con fuertes desigualdades en calidad, alcanzaba a más de la mitad de la población, y llega en algunos casos a la cobertura universal. Estos países presentan una alta heterogeneidad de la estructura social lo cual se refleja en la distribución de la riqueza nacional entre sector urbano y rural y entre diferentes áreas rurales así como centro y periferia urbana.

Actualmente, frente a las posturas que sostienen que el Estado de Bienestar resulta oneroso e incompatible con el nuevo orden económico internacional, toda vez que la competencia entre empresas las obliga a reducir los costos de producción, por lo que los Estados deben continuar reduciendo los gastos y los programas de protección social, como lo han venido haciendo desde la década de los ochentas del siglo pasado, surgen con cada vez mayor fuerza y apoyadas en el enfoque de derechos humanos, posiciones que postulan la necesidad de contar con redes públicas de protección social universal, ya que el incremento de la pobreza, el desempleo y la desigualdad propician sentimientos de exclusión y frustración principalmente entre jóvenes y desempleados.

  1. ¿Qué es el universalismo básico?[8]

A partir de sus análisis sobre el desarrollo de los Estados de Bienestar en la región latinoamericana, Felgueira propone avanzar hacia lo que denomina universalismo básico que consiste en “Una cobertura universal de prestaciones y riesgos esenciales, que asegure el acceso a transferencias, servicios y productos que cumplan estándares de calidad homogéneos otorgados sobre la base de los principios de ciudadanía, es decir, una cobertura que se distancie del principio de selección de beneficiarios de servicios a través de la demostración de recursos (prueba de medios) y de necesidad que predomina en la región, y que busque que estos sean concebidos como derechos, pero también como generadores de deberes”.

Promueve la cobertura universal de prestaciones esenciales que cumplan con estándares de calidad, ofrecidos sobre la base de principios de ciudadanía. El conjunto de prestaciones universales y de calidad ofrecidas, variará según las posibilidades y decisiones propias de cada país. En este planteamiento es fundamental mantener los equilibrios macroeconómicos, de manera que cada país opere dentro de sus márgenes fiscales. En ningún caso se promueve, como sucedió en algunos países de la región en los años ochenta, una propuesta que termine siendo insostenible y generando inestabilidad macroeconómica. El Estado, y nos referimos a un Estado renovado, adquiere en esta propuesta un papel determinante como garante del acceso y usufructo de estas prestaciones universales, así como de su calidad.

Por su concepción de derechos y por el alcance que da a las prestaciones esenciales, el planteamiento del universalismo básico tiene implicaciones significativas en el fortalecimiento de la ciudadanía, la reducción de la desigualdad y la articulación entre políticas económicas y sociales.

  1. El concepto de protección social

En la última década los significados, los enfoques, las estrategias y las medidas que se han adoptado en lo social para hacer frente a una economía globalizada, han colocado en la escena el concepto de protección social. Los alcances atribuidos a ese concepto varían según los enfoques.[9]

Tres conceptos muestran la evolución del concepto el de previsión social, seguridad social y el de protección social.

El primero surgido en la segunda mitad del siglo XIX en torno a la noción de riesgos sociales, principalmente relacionados con el trabajo y el desempleo y deriva de la traslación de las formas tradicionales e informales de compartir los riesgos mediante el apoyo familiar, los gremios y las mutualidades por la urbanización y la industrialización, para ser asumidos bajo la concepción solidarista del nuevo Estado Social. Tienen sus antecedentes en la asistencia tanto pública como privada y en las mutualidades. La previsión social es considerada como el apoyo económico otorgado a los trabajadores así como a sus familias en caso de sobrevenir la falta de medios para subsistir por motivos naturales o involuntarios derivados de accidentes, enfermedades, paros forzosos, invalidez, ancianidad o fallecimiento. Comprende de manera general los beneficios sociales que corresponden al seguro social propiamente dicho (cobertura de los riesgos de desempleo por motivos de invalidez o muerte) en cuanto a los beneficios del trabajador y por lo que se refiere a la asistencia social, comprende la asistencia médica social, la asistencia alimenticia y la asistencia complementaria a la familia. Se limita a la protección de los trabajadores asalariados y se considera un derecho del trabajador y significa la sustitución de la responsabilidad personal por la responsabilidad social de todos los patrones.[10]

El concepto de seguridad social surgió a mediados del siglo XX y tiene varias acepciones. La OIT la define como “la protección que la sociedad brinda a sus miembros, mediante una serie de medidas públicas, contra las privaciones económicas y sociales que de otra manera derivarían de la desaparición o fuerte reducción de sus ingresos, como consecuencia de enfermedad, maternidad, accidente de trabajo o enfermedad profesional: desempeño, invalidez, vejez y muerte y también la protección social en forma de asistencia médica y ayuda a las familias con hijos”.[11]

Morales Ramírez señala que de acuerdo a esta definición la seguridad social incluye al seguro social (los regímenes contributivos), la asistencia social (prestaciones financiadas con recursos fiscales que se facilitan a quienes tienen ingresos modestos) y las prestaciones universales (las que no exigen un examen previo de los ingresos o de los medios económicos). Es más amplia que la previsión social pues considera a toda la población en su calidad de productores y consumidores cuyos niveles, capacidades productivas y de consumo deben protegerse ante los riesgos que pueden afectarlas. “Los sujetos obtienen prestaciones debido a su necesaria participación como productores y consumidores en el desarrollo de la economía”. [12]

En algunos países suele hacerse una distinción entre la seguridad social y las medidas de atención a las poblaciones pobres, especialmente la asistencia social.

Por su parte, el concepto de protección social suele presentar como un concepto integrador que involucra y articula diversos objetivos, valores y políticas, y a la vez es un concepto dinámico que evoluciona con el progreso económico y social para constituir un nuevo derecho fundamental. Sin embargo, algunas instituciones como es el Banco Mundial lo presentan como un conjunto de medidas para proteger a los pobres y vulnerables.

En el Informe del Secretario General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) de 2001 una de las definiciones adoptadas del concepto de protección social refiere a la “intervención colectiva de la sociedad a fin de proteger a sus ciudadanos de diversos riesgos y vulnerabilidades, mantener su bienestar y aumentar su capacidad de hacer frente a los riesgos”. Incluye programas y políticas públicos y privados para enfrentar contingencias a fin de compensar la falta o reducción sustancial de los ingresos derivados del trabajo, brindar asistencia a las familias con hijos, asistencia médica y vivienda a la población.

El Banco Mundial en cambio considera que se trata de ‘’una gama de medidas públicas que apoyan a los miembros más pobres y vulnerables de una sociedad, y que ayudan a individuos, familias y comunidades a manejar mejor los factores de riesgo”[13] y es a partir de esta definición que varios países de América Latina como Colombia y Honduras han incorporado el concepto en sus políticas y programas sociales.

Las Naciones Unidas, la OIT y más recientemente la CEPAL, desarrollan el concepto de protección social desde un enfoque de derechos humanos. Un texto reciente de la CEPAL señala que “La protección social tiene por objetivos garantizar un ingreso que permita mantener niveles mínimos de calidad de vida para el desarrollo de las personas; posibilitar el acceso a servicios sociales y de promoción, y procurar la universalización del trabajo decente. Para lograrlos deben considerarse tres grandes componentes: la protección social no contributiva (tradicionalmente conocida como asistencia social, que puede incluir tanto medidas universales como focalizadas); la protección social contributiva (o seguridad social), y la regulación de los mercados laborales, que consiste en normativas y estándares orientados a fomentar y proteger el trabajo decente”.[14]

En síntesis se ha transitado de un concepto de previsión social de mediados del Siglo XIX al de protección social de principios del XXI sin que exista una concepción compartida de este último concepto.

Las cuestiones que surgen a partir de las distintas interpretaciones del término de protección social son:

  • Se trata de remontar riesgos eventuales de pérdida temporal de ingresos derivados del trabajo o de la realización de los derechos económicos, sociales y culturales que hacen a la calidad de vida y al reconocimiento de la dignidad de todas las personas.
  • Los riesgos o eventualidades que se considera en la protección social, toman en cuenta los nuevos riesgos derivados de la globalización, las nuevas tecnologías, la urbanización desordenada, el deterioro del medio ambiente y las transformaciones de las relaciones sociales al nivel de familias, comunidades e instituciones.
  • Se refiere a programas dirigidos a los grupos pobres y más vulnerables o comprende una amplia gama de protecciones frente a riesgos para toda la población.
  • Se trata sólo programas públicos o se incluyen también los privados.
  • La contribución de las familias al bienestar y a la construcción y socialización de los seres humanos, realizada principalmente por las mujeres, es tomada o no en cuenta.

 

b1

Fuente: Eurostat. http://epp.eurostat.ec.europa.eu/tgm/table.do?tab=table&init=1&plugin=1&language=en&pcode=tps00099

Expenditure on social protection contain: social benefits, which consist of transfers, in cash or in kind, to households and individuals to relieve them of the burden of a defined set of risks or needs; administration costs, which represent the costs charged to the scheme for its management and administration; other expenditure, which consists of miscellaneous expenditure by social protection schemes (payment of property income and other).

b2

Fuente: OECD.Stat18 Nov 2011

 

  1. La cuestión social en México frente en el Siglo XXI.

El ingreso de México al siglo XXI viene acompañado de varias deudas sociales que se han acumulado a lo largo de los siglos anteriores y que aparecen como irremontables tales como la persistente pobreza, la profundidad de la desigualdad del ingreso y la riqueza, la exclusión por discriminación de amplios grupos de la población como los indígenas, las mujeres, las personas con discapacidad, las personas con diversa orientación sexual, ciertos grupos de trabajadores como las trabajadoras domésticas, las mismas poblaciones pobres, etc.

A esas deudas sociales se agregan nuevos riesgos para la población como el envejecimiento, la informalidad, la violencia criminal y la violencia doméstica y escolar, las migraciones internas e internacionales, la urbanización desordenada, el abuso de sustancias adictivas y sus consecuencias, la desigualdad tecnológica y los riesgos de las nuevas tecnologías, la explotación y destrucción de recursos naturales con fines económicos, las pandemias y las crisis de la economía global.

No se trata ya de riesgos individuales o familiares sino con frecuencia, de afectación a colectivos amplios que ven cambiar sus vidas de un día para otro, destruidas sus bases de sustento económico, la fragilidad y volatilidad de sus fuentes de ingreso, la muerte anticipada de sus miembros, la pérdida de sus patrimonios por gastos catastróficos, el aumento de las discapacidades físicas y mentales, la necesidad de abandonar sus territorios y buscar refugio en otras tierras y la de sobrevivir en la ilegalidad, la inseguridad y el miedo e incluso la de verse sometidas a condiciones indignas de vida y trabajo, riesgosas para su integridad y sobrevivencia física.

Se trata de deudas históricas y cambios profundos en la vida de las personas de tipo social, económico, cultural y político. Se relacionan con rupturas del tejido social, de la transformación de los ámbitos de socialización de los seres humanos como la familia, la escuela, los grupos de pares y las comunidades laborales, de la deconstrucción de colectividades solidarias y empáticas, donde cada uno es responsable de los demás y está bajo la responsabilidad de todos e incluso, del cambio del concepto de espacio vital.

La intervención de nuevos agentes como los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de la información influye en la cultura y en el sentido de las relaciones sociales y da lugar a redes virtuales donde la presencia física y el contacto humano desaparecen y no se consideran necesarios. Si bien significan oportunidades nuevas de acceso a la información, al conocimiento e incluso a nuevas modalidades de servicios sociales, también generan nuevas exclusiones, riesgos y vulnerabilidades.

La extensión de las vulnerabilidades se amplía y se vuelve más compleja. Ya no son sólo las personas en situaciones de pobreza, generalmente concebida como insuficiencia de ingresos o de oportunidades de acceso a la salud y a la educación y hacia las cuales se han dirigido los programas de transferencias de ingreso, condicionados y no condicionados, que han dominado la política social en la región latinoamericana en los últimos quince años.

Aparece una proporción creciente de población envejecida y con discapacidades de distinto tipo, de enfermos crónicos, de personas afectadas permanentemente por el consumo de sustancias adictivas, de personas discapacitadas física y/o mentalmente por la violencia, el abuso y la explotación y por los accidentes viales, de niños y niñas huérfanos o abandonados y de personas desplazadas de sus comunidades de origen por la violencia y/o las catástrofes ambientales. Todo ello frente a la ausencia de programas y fondos públicos y privados suficientes y pertinentes para atender esas nuevas vulnerabilidades, que por lo tanto, recaen en las familias, las empobrecen y limitan la movilidad principalmente, de las mujeres.

  1. Principios, criterios y dimensiones del enfoque de derechos humanos en una nueva concepción de Estado de Bienestar en México para el Siglo XXI.

A la luz de los nuevos retos sociales de México a principios del siglo XXI, parecería útil recuperar los fundamentos de la perspectiva de los derechos humanos (DDHH) aplicados a la cuestión social y avanzar en los principios, objetivos, estrategias y programas de una concepción actualizada de Estado de Bienestar, a fin de incorporar los nuevos riesgos sociales y las nuevas vulnerabilidades.

  1. Reconocer que todos somos dignos por nuestra calidad de personas y el Estado tiene la obligación de respetar, proteger, garantizar y promover todos nuestros derechos humanos[15] tanto los civiles y políticos (DCP), como los económicos, sociales, culturales y ambientales (DESC). Cuando el Estado promueva que terceros como son las empresas, las organizaciones filantrópicas, las organizaciones sociales o civiles, colaboren en la realización de los derechos humanos, inclusive los económicos, sociales y culturales, prevalece su obligación de protección para evitar la conculcación de esos derechos por terceros, como sería la discriminación, exclusión o la mala calidad o el engaño en los bienes y servicios ofrecidos.
  2. Reconocer la universalidad, inalienabilidad, la indivisibilidad e interdependencia de los derechos humanos como fundamento para la construcción de un nuevo Estado de Bienestar[16]. La complejidad de la realidad social pone en evidencia la indivisibilidad y la interdependencia entre los derechos humanos y demanda de intervenciones complejas en los social, lo político, lo económico y lo cultural. La vulnerabilidad económica evidenciada por la pobreza y por la desigualdad guarda una estrecha relación con la falla en los sistemas de justicia que soslayan la corrupción, la ilegalidad, la concentración y el abuso de los recursos. La violencia en los campos económicos como el despojo, la extorsión, los sobreprecios en tarifas o la violencia social como son los secuestros, las violaciones, las desapariciones, las discapacidades y muertes por accidentes de tránsito, o el abandono se relacionan con el acceso a la justicia, a la reparación del daño, a la no repetición y a la realización de los derechos políticos como la elecciones periódicas, la revocación del mandato, la rendición de cuentas, la transparencia y la participación.

 

  1. En materia de DESCA otras obligaciones[17] del Estado son:
  • Definir un programa para alcanzarlos;
  • Participación social en la definición de las acciones del Estado para cumplir sus obligaciones;
  • Aplicar el máximo de recursos disponibles;
  • Obligación de progresividad y no regresividad;
  • Garantizar niveles esenciales de los DESC definiendo estándares básicos de compromiso que vayan avanzando en el tiempo;
  • No discriminar y equidad de género;
  • Atención prioritaria a grupos en desventaja o vulnerables;
  • Producir, publicitar y hacer accesible información para el control ciudadano de las políticas públicas (económicas y sociales);
  • Rendición de cuentas y transparencia;
  • Adoptar medidas inmediatas de orden interno para la plena efectividad de los derechos como: modificar los ordenamientos jurídicos internos; definir recursos efectivos ante tribunales que ampare a la persona contra actos que violen sus derechos reconocidos por ley; sancionar los delitos cometidos por servidores públicos y agentes privados que violen o atenten contra los DESC

 

  1. Las dimensiones de los DESCA[18] para asegurar su realización son:
  • La accesibilidad económica y física hace referencia a que los establecimientos, bienes y servicios públicos en materia del derecho estén al alcance de todos y todas, física y económicamente (demanda) y sin discriminación de las personas.
  • La disponibilidad se relaciona con la existencia de una oferta suficiente de los bienes y servicios determinantes de la realización de los derechos.
  • La aceptabilidad (calidad) incluye la pertinencia, la adecuación cultural y la buena calidad de los medios, herramientas o servicios que permiten la realización de los derechos.
  • La asequibilidad (adaptabilidad) consiste en la flexibilidad de esos medios para adecuarse a las necesidades diferenciadas de los grupos de población por sus requerimientos especiales como la presencia de discapacidad, la edad, orientación sexual, su aislamiento físico y social, entre otros y a las necesidades de sociedades y comunidades en transformación

La declaración de la cobertura universal de un derecho como el del acceso a los servicios de salud como sucede con la propaganda en torno al Seguro Popular no se sostiene en tanto la disponibilidad de infraestructura, profesionales de la salud e insumos en equipo y medicamentos no se encuentre disponible de manera homogénea para todos y todas en todo el territorio nacional; tampoco se sostiene cuando la calidad de los servicios sea desigual y su aceptación cultural no tenga en cuenta la diversidad de las personas.

  1. Obstáculos políticos para instrumentar un Estado de Bienestar en México

Naturaleza del Estado Nacional en la era de la globalización

  • Estado aliados con los poderes económicos: Apoyo a los sectores de altos ingresos y a las empresas como posibles salvadores de la crisis económica. Gobiernos conservadores y sectores de población conservadores. Apoyo y desregulación del ingreso de capitales e inversiones externas. Estados directamente tomados o controlados por los poderes fácticos.
  • Reducida capacidad de regulación y en algunos casos, desinterés por ejercerla en los mercados y hacia las empresas extranjeras y los poderes fácticos
  • Crisis presupuestal: Desinterés, dificultad por falta de acuerdos políticos o negación al cobro de impuestos a los sectores ricos: empresas y personas: Ingresos del Estado dependiente de impuestos sobre la renta de sectores medios, de impuestos al valor agregado y de las renta derivada de la extracción y explotación de recursos naturales: petróleo, gas, tierras, recursos minerales, recursos turísticos; impactos de las crisis económicas y del cambio climático en la situación financiera del Estado;
  • Organización del Estado incapaz de sustentar la implantación de un Estado de Bienestar: Temporalidad limitada de las administraciones y falta de continuidad entre las administraciones para implementar políticas de largo plazo; recursos del presupuesto comprometidos en un porcentaje elevado que dejan poco margen para la innovación; prácticas clientelares con los programas sociales; deficientes capacidades profesionales de los servidores y funcionarios públicos; contextos políticos volátiles; vulnerabilidad de los estados por los cambios en las prioridades de la comunidad internacional; estructuras legales e institucionales anacrónicas.
  • Altos niveles de corrupción e impunidad en la gestión estatal en todos los niveles de gobierno y ausencia de mecanismos de rendición de cuentas y revocación de mandato

 

Existencia de coaliciones interesadas en mantener el estatus quo: sindicatos, gremios profesionales; empresas proveedoras, organizaciones o grupos que detentan el control de recursos y posiciones de poder en los sectores sociales

 

Desarticulación y disputas entre los tres niveles de gobierno, situación que se agrava en las zonas metropolitanas. Falta de adecuación y actualización de la arquitectura institucional de los gobiernos municipales. Corta duración de los periodos de gobierno. Heterogeneidad municipal.

Contexto de violencia estructural o violencia crónica en el país y en territorios específicos dentro de México. Destino de amplios recursos y centralidad de la atención del Estado a los temas de seguridad pública.

Retos:

  1. Capacidad y voluntad política para la transformación de la institucionalidad social existente. Afectación de los intereses de grupos históricamente beneficiados por la institucionalidad social pública como son los sindicatos de servidores públicos, las empresas proveedoras, los funcionarios que reciben altas remuneraciones e ingresos, los gremios y grupos de poder profesionales, entre otros
  2. Capacidad y voluntad de financiación por parte del Estado: aumentar la recaudación y/o redefinir prioridades del gasto público para canalizar recursos hacia los sectores del bienestar. Aceptar financiar los servicios sociales con recursos de los impuestos generales y sustituir regímenes contributivos. Anuencia de los sectores medios de financiar el sistema.
  3. Sustentabilidad del modelo en el tiempo. Capacidad para formar coaliciones políticas que sostengan la implantación, operación y sostenibilidad del modelo de Estado de Bienestar.
  4. Capacidad de concitar la participación ciudadana en la diversidad y lograr consensos, solidaridad, compromiso e interés en el desarrollo y funcionamiento de la institucionalidad para instaurar un Estado de Bienestar
  5. Capacidad para generar una oferta adecuada y pertinente de servicios de calidad y aceptables para toda la población con un compromiso de servicio, reconocimiento de la dignidad de las personas, sin discriminación, con equidad de género, sin abuso de los recursos públicos, con trasparencia, con rendición de cuentas y con mecanismos de exigibilidad y justiciabilidad por los usuarios que garanticen el ejercicio de derechos.
  6. Capacidad para regular y sancionar en su caso, los abusos de terceros cuando son proveedores de bienes y servicios sociales.
  7. Capacidad para sostener el proyecto en el largo plazo a fin de dar tiempo a las modificaciones institucionales necesarias, los cambios en la cultura de la gestión pública, la redistribución de responsabilidades entre familia, estado, mercado y comunidad y entre niveles de gobierno.
  8. Desarrollo de una cultura cívica. Responsabilidad de los usuarios de los servicios sociales que eviten engaños, abusos, simulaciones y mal aprovechamiento de las instalaciones y de los recursos públicos utilizados y que garantice la participación ciudadana en su diseño, operación y evaluación.
  9. Construcción de un nuevo pacto social que alcance acuerdos explícitos de redistribución de las responsabilidades del bienestar de las y los mexicanos entre el Estado, el mercado, las familias y la comunidad; entre sexos y generaciones y entre niveles de gobierno federal, estatal y municipal.

Bibliografía

Carlos Gerardo Molina (ed.). Universalismo básico: Una nueva política social para América Latina. BID, 2006, pág. 21.

Fernando Filgueira, Tipos de welfare y reformas sociales en América Latina. Eficiencia, residualismo y ciudadanía estratificada en “Social Policy and Social Citizenship in Central America”, Social Science Research Council. Guadalajara, 1997.

INCIDE Social, Diplomado de Política Social, INDESOL, 2007-2009.

Instituto Interamericano de Derechos Humanos. Protección internacional de los derechos económicos, sociales y culturales: Sistema Universal y Sistema Interamericano. Instituto Interamericano de Derechos Humanos. IIDH, Costa Rica, 2008. 406 p.

Morales Ramírez, María Asención, Protección social. ¿Concepto Dinámico? en Revista Latinoamericana de Derecho Social, Núm. 2, enero-junio 2006: pp. 201-222

ONU, Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos. Volumen I. Recopilación de las observaciones generales y recomendaciones generales adoptadas por órganos creados en virtud de tratados de derechos humanos. HRI/GEN/1/Rev.9 (Vol. I), 27 de mayo de 2008.

http://www.ilo.org/global/about-the-ilo/history/lang–es/index.htm

http://www.un.org/spanish/aboutun/history/charterhistory/atl.html

http://www.un.org/es/documents/udhr/

http://www.sochealth.co.uk/history/beveridge.htm

 

[1] Los tres instrumentos internacionales fundamentales en material de derechos económicos, sociales y culturales de los que México es Estado Parte son: la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre derechos humanos en materia de derechos económicos, sociales y culturales, “Protocolo de San Salvador”.

[2] INCIDE Social, Diplomado de Política Social, INDESOL, México, 2007-2009.

[3] La Organización Internacional del Trabajo (OIT) fue creada en 1919, como parte del Tratado de Versalles del Tratado de Versalles. Años después, la Declaración de Filadelfia fue incorporada a la Constitución. En 1946, la OIT se convirtió en una agencia especializada de la Organización de las Naciones Unidas. Véase http://www.ilo.org/global/about-the-ilo/history/lang–es/index.htm

[4] La Carta del Atlántico es una declaración conjunta suscrita el 14 de agosto de 1941 por Franklin Roosevelt y Winston Churchill, en representación de los Estados Unidos y Gran Bretaña. La Carta era una afirmación de «ciertos principios comunes en la política nacional de nuestros países respectivos, en los cuales radican las esperanzas de un mejor porvenir para la humanidad.» Constaba de ocho puntos, en su principio 5 señala: Desean realizar entre todas las naciones la colaboración más completa, en el dominio de la economía, con el fin de asegurar a todos las mejoras de las condiciones de trabajo, el progreso económico y la protección social. http://www.un.org/spanish/aboutun/history/charterhistory/atl.html

[5] http://www.un.org/es/documents/udhr/

[6] http://www.sochealth.co.uk/history/beveridge.htm

[7] Fernando Filgueira, Tipos de welfare y reformas sociales en América Latina. Eficiencia, residualismo y ciudadanía estratificada en “Social Policy and Social Citizenship in Central America”, Social Science Research Council. Guadalajara, 1997.

[8] Concepto de Filgueira, Molina, Papadópulos y Tobar en Carlos Gerardo Molina (ed.). Universalismo básico: Una nueva política social para América Latina. BID, 2006, pág. 21.

[9] Morales Ramírez, María Asención, Protección social. ¿Concepto Dinámico? en Revista Latinoamericana de Derecho Social. Núm. 2, enero-junio 2006, pp. 201-222.

[10] Morales Ramírez, 2006. op. cit.

[11] Citado por Morales Ramírez (2006) de OIT, Introducción a la Seguridad Social, Ginebra 1984, pág. 3; aclarando además que esta definición incluye las mismas eventualidades contenidas en el Convenio núm. 102 de esa Organización, el más importante en materia de Seguridad Social, aclarando además que estas eventualidades sólo surten efecto en lo individual, en tanto que las colectivas en los regímenes de seguridad social, son atendidas por la asistencia social.

[12] Tomado por Morales Ramírez (2006) de la OIT, Informe del Trabajo en el Mundo 2000, Ginebra 2000, pág. 32.

[13] Citado por Morales Ramírez, 2006, pág. 208.

[14] Simone Cecchini y Rodrigo Martínez. Protección social inclusiva en América Latina. Una mirada integral, un enfoque de derechos. CEPAL y GIZ. Santiago de Chile. 2011.

[15] Proteger es la obligación del Estado de otorgar garantías para prevenir que los derechos sean violados o restringidos por la acción de terceros; respetar se refiere a que el Estado no debe interferir en la libertad de acción y uso de los recursos propios de cada individuo y de las colectividades; garantizar, satisfacer o cumplir significa que el Estado debe asegurar de manera plena, el disfrute de los derechos y debe adoptar todas las medidas necesarias para garantizar a todas las personas que se encuentran bajo su jurisdicción, la oportunidad de satisfacer adecuadamente las necesidades reconocidas en los instrumentos de derechos humanos, que no pueden alcanzar mediante el esfuerzo personal. Esta obligación se subdivide en facilitar, proporcionar y promover. La obligación de promover, agregada en el Sistema Interamericano, se caracteriza por el deber del Estado de desarrollar condiciones para que los titulares del derecho accedan al bien. Instituto Interamericano de Derechos Humanos. Protección

internacional de los derechos económicos, sociales y culturales: Sistema Universal y Sistema Interamericano. Instituto Interamericano de Derechos Humanos. IIDH, Costa Rica, 2008. 406 p.

[16]La universalidad se refiere a que los derechos corresponden a todas las personas y todas las personas tienen igual condición con respecto a ellos; la inalienabilidad es que no se puede ser despojado de ellos por otros, ni se puede renunciar a ellos voluntariamente; la indivisibilidad habla que los derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales son igualmente necesarios para una vida digna. No se pueden reprimir algunos para promover otros.; la interdependencia es que todos los derechos están relacionados entre sí y no hay una jerarquía entre ellos. Ibídem.

[17] ONU, “Observación General Nº 3. La índole de las obligaciones de los Estados Partes (párrafo 1 del artículo 2 del Pacto). Comité PIDESC” en Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos. Volumen I. Recopilación de las observaciones generales y recomendaciones generales adoptadas por órganos creados en virtud de tratados de derechos humanos. HRI/GEN/1/Rev.9 (Vol. I), 27 de mayo de 2008.

[18] Ibídem.

Mesa 2 Cohesión Social, cooperación internacional y sociedad civil

Secretaría de Relaciones Exteriores

Opinión sobre la participación de la sociedad civil en la promoción de la cohesión social en un marco de cooperación internacional, considerando los siguientes puntos:

¿Cómo entender la cohesión social en el contexto internacional de hoy?

Cohesión social como el reconocimiento de la dignidad de todos los seres humanos, la existencia de un proyecto compartido de país construido democráticamente bajo la premisa del funcionamiento de un estado de derecho, fundamentado en el cumplimiento del Estado nación de sus obligaciones en materia de Derechos Humanos (promover. respetar, proteger y garantizar), como determinantes de un sentido de pertenencia de todos los integrantes de esa sociedad. Es decir, la existencia de un Estado con la capacidad “para traducir las aspiraciones de las y los ciudadanos en políticas públicas que se hagan cargo de sus derechos y de sus sueños y esperanzas por un futuro armonioso, pacífico y prospero” (Maureen Clarke Clarke, Presidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres)

Me parece un concepto promovido a escala internacional mediante la cooperación internacional solamente por los países europeos que tienen una experiencia de estados sociales donde aún operan los conceptos de comunidad solidaria, derechos colectivos, responsabilidad compartida, justicia distributiva y han logrado una armonización entre derechos políticos y civiles, esencialmente individuales, y derechos sociales, esencialmente colectivos, bajo lo que todavía queda en algunos de ellos, como estados de bienestar. Ello a pesar del embate del pensamiento y las políticas ortodoxas de los últimos 30 años y que tienen una presencia fuerte actualmente en el Gobierno de la Comunidad.

El asunto es si el concepto a nivel internacional tiene alguna posibilidad de funcionar frente a la dominancia de un capitalismo financiero salvaje, la preeminencia del individualismo, la competencia y la productividad como conceptos principales de la filosofía propagada por los medios de comunicación, los partidos y gobiernos neoliberales y las grandes empresas transnacionales. Ello junto a una desestructuración y debilitamiento de los Estados nacionales implementado por las prescripciones de los organismos financieros internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, así como por el llamado Consenso de Washington.

La existencia de cohesión social demanda de Estados Nacionales fuertes y con recursos, un cuerpo de leyes y normas que respondan a los intereses de la ciudadanía y no de los grupos de interés político y económico, políticas realmente públicas y no gubernamentales, poderes judiciales incorruptibles y eficientes que impartan justicia de manera imparcial y cercana a las personas y una ciudadanía que conozca y se reconozca como titulares de derechos y pueda exigirlos y hacerlos justiciables.

¿De qué manera contribuye la sociedad civil a la cohesión social?

  1. Promoviendo el conocimiento de la ciudadanía sobre sus derechos humanos. Educación en derechos humanos
  2. Promoviendo el reconocimiento de los DESCA como derechos humanos y la necesidad de que las políticas de gobierno incorporen el enfoque de derechos humanos en su desarrollo desde su diseño.
  3. Incidiendo particularmente en que la política social incorpore un enfoque de derechos y limite los modelos asistenciales a las poblaciones vulnerabilizadas.
  4. Reconociendo la existencia de grupos poblacionales y territoriales con necesidades e intereses diversos y defendiendo e impulsando modelos de democracia participativa de manera que permita la construcción de un proyecto de país compartido que incorpore los consensos y deje espacio para los disensos.
  5. Postulando la incorporación de la diversidad, la igualdad de derechos y la eliminación de la discriminación
  6. Impulsando cambios legislativos para lograr la justiciabilidad de los derechos humanos
  7. Promoviendo el cambio de programas, políticas y reglas de operación para incorporar el enfoque de DDHH.
  8. Capacitando a servidores públicos para que reconozcan su calidad de titulares de obligaciones en materia de DDHH.
  9. Promoviendo una reforma del Estado y el rescate del Estado de manos de representantes de grupos de interés para que sea un estado más empático con los intereses ciudadanos.

¿Cuáles son los alcances y/o los límites de la incidencia de la sociedad civil en este tema en el marco de la cooperación internacional?

Las agendas de la cooperación internacional no son ajenas y están condicionadas por las prioridades e intereses de los países que participan. Es decir, la agenda de cada país y los países que serán receptores de la cooperación es determinada por las agencias de cooperación del país cooperante, a veces en diálogo con las agencias de cooperación de los países que serán receptores, agencias que con frecuencia son gubernamentales y en donde la sociedad civil tiene poca participación.

De este modo la agenda de cooperación está cargada frecuentemente de visiones, conceptos y prioridades definidas y vigentes en los países cooperantes pero que poco o nada tiene que ver con las visiones, los conceptos y prioridades de los países receptores- Hay una especie de imposición de agendas y las OSC de los países receptores quedan sujetas y subordinas a las prioridades impuestas.

Me parece que esto ocurrió con el tema de cohesión social. Este no era un concepto que se estuviera discutiendo en los ámbitos nacionales y regionales de política económica y política social y de alguna manera repentina por ahí de finales de la primera década del siglo XXI CEPAL saca un texto en la materia y la Secretaría de la Cumbre Iberoamericana empieza a introducir en la reflexión con actores no estatales y con los estados el tema de cohesión social.

Entiendo que en el contexto europeo los temas de creciente exclusión de ciertos grupos y personas de sus sistemas de bienestar social destacadamente poblaciones jóvenes y los migrantes, pusieron en el centro de su debate el asunto de la cohesión social. Seguramente había una preocupación sobre el posible desquebrajamiento de sus sociedades bastante igualitarias y homogéneas.

La pregunta es si en países bastante desiguales, heterogéneos y diversos, con experiencias endebles de democracia y de ciudadanías débiles el tema de la cohesión social constituía o constituye una preocupación real. En el sentido europeo occidental en América Latina con excepción tal vez de Costa Rica, Argentina y Uruguay que llegaron a tener los regímenes de bienestar social más consolidados en la región, ha predominado una desconsideración de los derechos humanos en los ejercicios de gobierno o en los partidos políticos (con algunas excepciones temporales), una subordinación de amplios sectores de la población a las élites económicas, políticas y sociales, la instrumentación de programas asistenciales hacia las poblaciones pobres con miras a su regulación más que a la superación de la desigualdad o a su empoderamiento como ciudadanos y una imposición por vía de los medios de comunicación de las visiones estadounidenses de éxito y progreso individual.

La estatalidad en la región se encuentra bastante vulnerada. México en particular que ha estado ajeno a los procesos de cambio del resto de América Latina tiene una estatalidad debilitada y profundamente corrupta. En algunos países nunca se desarrolló como es el caso de varios países centroamericanos y en otros fue intencionalmente debilitada y capturada por los grupos de interés empresariales, políticos, delincuenciales, extranjeros, entre otros.

México en particular que ha estado ajeno a los procesos de cambio del resto de América Latina tiene una estatalidad debilitada y profundamente corrupta. El Estado está tomado por camarillas o tribus de los partidos políticos que no son democráticos y limitan el acceso de los ciudadanos a sus filas, se apropian de los recursos públicos en beneficio privado mediante la ocupación de los puestos en las instituciones, el abuso de los recursos financieros y la colusión con grupos de interés económico, extranjeros y delincuenciales.

Me parece que en la agenda de la cooperación internacional los déficits en materia democrática, en la ausencia de estados competentes y solidarios, en desigualdad y justicia, en cultura de la legalidad hacen que la cohesión social se convierte en un objetivo a ser alcanzado, pero que para llegar a él se requiere de reformas estructurales que difícilmente pueden ser lidereadas por la sociedad civil que es comparativamente pequeña y débil con respecto a la envergadura de la tarea y el tamaño de los intereses creados.

Desafíos y oportunidades en el escenario político 2012

México entra al 2012 experimentando varias crisis y cambios complejos. Una primera crisis refiere a los niveles alcanzados de violencia que si bien son más agudos en ciertos municipios, parecerían estarse extendiendo en la medida que el Estado enfrenta a los grandes cárteles del crimen organizado y estos se fragmentan y dispersan por otros territorios y se dedican a extraer recursos a la población local, por medio de diferentes delitos. La afectación a la población civil de la guerra contra el narcotráfico en un contexto de impunidad e incapacidad de las instituciones de seguridad y justicia, será cada vez mayor.

Una segunda crisis deriva del precario desempeño económico de México, donde el crecimiento, la generación de empleos y los endebles mecanismos de distribución del ingreso y la riqueza han derivado en mayor empobrecimiento, un aumento en la desigualdad y un mayor deterioro del tejido social.

Una tercera crisis se relaciona con el cambio climático donde medio país se encuentra en situación de sequía, otra mitad con inundaciones repetidas anualmente, la presencia de fuertes heladas y un cambio en los patrones del tiempo que rigen las vocaciones de cultivos en el territorio. Además de los daños directos en el patrimonio de las familias y en la infraestructura económica, social y cultural, la pérdida de cosechas pone al país en riesgos de una crisis de hambre, misma que en algunas ciudades ya está ocurriendo por la destrucción de fuentes de trabajo y actividades económicas.

Una cuarta crisis se observa en la gestión de los poderes del Estado en los tres niveles de gobierno: el municipal, el estatal y el federal. La inadecuación de la arquitectura política e institucional de los gobiernos municipales dificulta cada vez más la gobernanza a ese nivel y conlleva la captura de territorios completos por mafias de distinto tipo, desde las criminales, hasta los caciques locales y los nuevos poderes fácticos como son las empresas inmobiliarias, turísticas y las mineras. Los gobiernos estatales y el federal tampoco están exentos de su captura por intereses privados, personales o de grupo, que se han apropiado de los presupuestos, de las instituciones, los recursos y el patrimonio público. La corrupción y la impunidad cubren con su manto al país en general.

Finalmente, estamos viviendo un cambio tecnológico que está modificando profundamente conductas y formas de relacionamiento social, modos de acceso al conocimiento y a la información, incluso formas de realizar el trabajo y las actividades económicas. Este cambio presenta oportunidades de acceso a recursos de información, de entretenimiento, de educación y a la formación de redes y relaciones sociales, pero también significa riesgos como la manipulación de la vida privada, la imposición de modelos aspiracionales y una serie de delitos cibernéticos que apenas empezamos intuir.

Ante tal panorama, la pregunta respecto del año electoral que viviremos, es si las y los políticos que finalmente se convertirán en candidatos y candidatos, así como los partidos políticos que los postularán, están a la altura de los retos que enfrenta México. Considero que lamentablemente no es así, pues teniendo en cuenta los desempeños previos en funciones de gobierno o legislativa de algunas y algunos de las y los políticos que parecerían estar accediendo a esas candidaturas, la escases de hombres y mujeres de Estado es preocupante.

A qué me refiero con el calificativo de mujeres y hombres de Estado: se trata de aquellos y aquellas que tienen un claro sentido de la importancia del papel y responsabilidades del Estado en una sociedad tan compleja, desigual y rota como la mexicana, que conocen a las instituciones del Estado y que tienen una clara visión de cómo reformarlas, pero fundamentalmente, que colocan como prioridad el bienestar colectivo por encima de sus intereses personales y de grupo. Son aquellos y aquellas cuyo objetivo al acceder al poder radica en la posibilidad de generar efectos positivos en beneficio de su comunidad y de su país.

Pero que además, en las circunstancias de polarización que seguramente se agudizarán en el curso del proceso electoral, entiendan y promuevan con autenticidad y compromiso, un gran pacto nacional para desarrollar y aplicar un Proyecto Nacional encaminado a enfrentar las mencionadas crisis y realizar una profunda reforma de Estado, definiendo una trayectoria compartida y sustentable de desarrollo del país para los próximos 40 años.

Los institutos políticos también han perdido su capacidad de cumplir y sostener por medio de sus gobiernos y legisladores, sus proyectos de país sustentados en sus principios y valores. Varios se han convertido en agencias de colocación de políticos y políticas en el gran negocio del poder público o son franquicias al servicio de los poderes fácticos.

Lamentablemente, la profunda desigualdad social y ahora el creciente miedo ante la violencia, la inseguridad y la impunidad, dificultan la construcción de coaliciones ciudadanas amplias que puedan revertir la situación y que obliguen a los partidos políticos a elegir hombres y mujeres de Estado para las candidaturas. Obligarlos al menos, a que mediante sus portales y otros medios, pongan a disposición del electorado toda la información necesaria para mostrar quiénes son sus candidatos y candidatas, por qué los eligieron, cómo los eligieron y cuáles son sus cualidades y méritos probados.

Experiencias previas de observación electoral como las de Congreso con Rostro, han mostrado que los procesos de selección de candidaturas por los partidos son poco democráticos y más corporativos y que varios de los partidos ni siquiera cuentan con información curricular de los candidatos y candidatas que postulan.

Menos aún existen las coaliciones ciudadanas que obliguen a los partidos políticos a generar un gran pacto nacional para apoyar un proyecto de país que tome en cuenta los retos y amenazas que enfrentamos y aproveche las oportunidades y fortalezas para sacarnos del abismo en el que estamos cayendo.

Por lo expuesto, las elecciones del 2012 no auguran el cambio profundo y urgente que el país está requiriendo. Esperemos que al menos, no sean un impulso más hacia el abismo y la mayor fragmentación social.

 

 

 

El activismo cívico en el ámbito de lo político-electoral.

Agradezco la invitación de la Dra. María Isabel Monroy   y del Dr. Tomás Calvillo para participar en este coloquio en memoria del natalicio del Dr. Salvador Nava a quien no tuve el gusto de conocer personalmente pero a quien aprecié a través de muchos de mis amigos y amigas del movimiento democrático de los años noventa. Para todos Don Salvador era un referente importante y las huellas de su compromiso ciudadano y ético quedaron plasmadas en varias organizaciones e iniciativas de esa década y en la formación de varios actores destacados de las reformas a la legislación e institucionalidad electoral.

Participé en el Consejo del Movimiento Ciudadano por la Democracia el MCD, una red de organizaciones civiles en todo el país creada por iniciativa de la familia Nava y que jugó un papel importante en el desarrollo de la observación ciudadana de las elecciones que dio inició gracias al Dr. Nava. El MCD también jugó un importante rol en 1994 en la contención del enfrentamiento entre las fuerzas armadas y el EZLN, convocando a la construcción de un cerco ciudadano de protección en torno a la zona zapatista, a diez días de la insurrección.

Mi iniciación en el mundo del activismo cívico lo tuve en la observación de la elección en Yucatán en el año de 1991 acompañando a Luis y Patricia Nava. Ellos me salvaron de un posible atropellamiento por una camioneta blanca del Gobierno del Estadoque en ese momento estaba en manos de Cervera Pacheco. La camioneta blanca pasaba constantemente amedrentándonos durante toda la jornada pues en esos años,la observación de elecciones no estaba legalizada ylos gobiernos del PRI nos veían como intrusos.

Tuvo el privilegio de pasar por todo el proceso de formación del activismo ciudadano en lucha por la democracia que floreció en los años noventa a partir de la semilla sembrada por el Dr. Nava. Participé en varias iniciativas de ese movimiento: en la presidencia de ACUDE, en la creación de Alianza Cívica, en los 20 Compromisos por la Democracia, en el Grupo San Angel, en los Compromisos por la Nación y en Causa Ciudadana APN. Dejé de hacerlo hasta el año 2012 cuando desde INCIDE Social A.C. la organización civil de la que formo parte, convocamos a la integración de la tercera y última ronda del Comité Conciudadano para la Observación Electoral (CCOE). Se trata de una redde personasy organizaciones de varios estadosdel país que en 2005 y 2006 realizó una observación de los procesos de selección y capacitación de los funcionarios de casilla, en 2007 hizo una Propuesta Ciudadana de reforma electoral, en 2009 llevó a cabo una evaluación de la independencia del Consejo del Instituto Federal Electoral y del apego del Tribunal Federal Electoral a los principios de Brandemburgo.

En 2012 analizamos la calidad democrática de los partidos políticos desde varias dimensiones: su transparencia y rendición de cuentas, la promoción de la igualdad y no discriminación y sus procedimientos de selección de sus candidaturas para puestos de elección popular y de sus consejos y comités nacionales y locales.

Entrando en la materia de esta conversación, en esas últimas investigaciones del CCOE, que realiza lo que yo calificaría como observación electoral de segunda generación, donde más que la jornada estudiamos a los actores institucionales que intervienen en los proceso electorales, comprobamosentre otras varias cosas: la baja calidad democrática de todos los institutos políticos; la inconsistencia entre su discurso democrático, su marco normativo, sus procedimientos y sus prácticas; la total desconsideración de los derechos de sus propios militantes; la concentración del poder y de los recursos en sus cúpulas; la simulación discursiva de sus postulados de inclusión e igualdad y la inaccesibilidad para el ingreso de los ciudadanos a sus filas.

Las reformas democrático-electorales, por las que tantos luchamos como movimiento ciudadano amplio desde el gran fraude en las elecciones federales de 1988, fueron de amplio beneficio para los llamados partidos políticos de oposiciónal abrírseles la posibilidad de acceder al poder político y a los recursos que este significa, sin cambiar la cultura política de control cupular y profundamente corrupta. La gran bolsa de recursos y poder en lugar de quedarse en manos de una mafia única, ahora se distribuye esencialmente entre tres mafias.

El movimiento democrático ciudadano no consiguió por la vía pacífica, la transformación estructural de la violencia que domina los procesos electorales en México. Sólo se ampliaron las élites políticas para dar cabida a miembros de los partidos de oposición cuyas conductas corruptas e impunes son similares a las del viejo partido de estado. La vinculación entre élites económicas, políticas e incluso del crimen organizado, es cada vez más estrecha y son quienes deciden el destino del país. Un ejemplo reciente fue el Pacto por México donde las cúpulas de los partidos políticos decidieron las reformas estructurales que requería nuestro país y las élites económicas se han encargado de cabildearlas y de difundir sus supuestas bondades entre la población.

La distancia de esas élites con respecto de los sectores subordinadoses cada vez mayor y las prácticas clientelares, con los enormes recursos públicos y privados que reciben los partidos políticos, continúan vigentes y cada vez más sofisticadas.

Si bien en los años noventa logramos incorporar en la legislación varias instancias públicas de deliberación como son los consejos de políticas públicas;y a lo largo de los últimos 25 años, se han venido creando diversos órganos “autónomos”para hacer contrapeso a los poderes del Estado y surgieron una gran cantidad de organizaciones civiles en diversos temas, la participación ciudadana y el diálogo en políticas públicas y en última instancia, el debate sobre el proyecto nacional han sido realmente inexistentes o en el mejor de los casos, absolutas simulaciones.

Pienso que varias personas que nos incorporamos a la lucha por la democracia en México buscamos una forma pacífica -no violenta- para alcanzar la justicia, la igualdad y la libertad. Escogimos como primer paso la transformación de los procesos e instituciones electorales pensando que con elecciones limpias, creíbles y transparentes tendríamos una mejor representación de la pluralidad ideológica y de la diversidad nacional en las instancias del Estado y que por la vía dela participación ciudadana y el diálogo democrático lograríamos revertir las violencias estructurales que aquejan alpaís. Por ello, promovimos la creación de las mencionadas instancias de deliberación en políticas públicas y los consejos ciudadanos de los órganos autónomos, pugnamos por el desarrollo de legislación en materia de participación ciudadana. Ejemplos recientes son la aprobación de la iniciativa ciudadana, las candidaturas ciudadanas y la consulta popular, figuras que aunque han sido aprobadas en la legislación, los partidos políticos se han encargado de obstaculizar en su puesta en práctica con requisitos verdaderamente inalcanzables.

De manera central buscamos la posibilidad de abrir el diálogo social, es decir, la posibilidad de escucha y reconocimiento entre los diversos y las diferencias para la construcción de consensos que nos llevaran a un desempeño de la sociedad mexicana que se centrara más en la consecución del bienestar y la calidad de vida de la población que en el crecimiento, la eficiencia y la productividad.

Creo que cometimos el error de no tener una clara propuesta de reforma del Estado una vez que se diera la alternancia en el poder federal. Las mesas que en la materia se abrieron a principios del siglo XXI en la Secretaría de Gobernación en ese momento a cargo de Santiago Creel, -un personaje que supuestamente se había beneficiado del movimiento democrático nacional al acceder como consejero ciudadano al nuevo IFE- fueron un fracaso. Las organizaciones de la sociedad civil no teníamos una agenda clara de reforma excepto en algunos temas como la democratización de los medios de comunicación. Además las autoridades políticas fueron incapaces de conducir los procesos de diálogo en las mesas de Reforma del Estado hasta que estas desaparecieron, sin mayores avances.

Como en muchas otras acciones de la sociedad civil, nos fijamos un objetivo y pensamos que al lograrlo todo lo demás ocurrirá de forma automática. Desde ese momento empezamos a perder lo logrado y si bien tuvimos un breve periodo de elecciones confiables, los doce años de gobiernos panistas fueron de transición de gobiernos autoritarios y corruptos del PRI a gobiernos autoritarios y corruptos de los tres grandes partidos en alianza con las élites económicas y el crimen orgnizado.

Es obvio que los gobiernos del PAN no estuvieron a la altura del gran cambio que significó la elección del 2000 y aceleraron la profunda desestructuración del Estado Mexicano que se inició desde la década de los años ochenta del siglo pasado. No supieron y seguramente no quisieron tampoco   por su ideología en favor del mercado, desarrollar una institucionalidad estatal democrática. Tiraron el agua con todo y niño como popularmente se diría.

El modelo económico vigente es una violencia estructural que hemos padecido por más de treinta años que ha permanecido inmune a los cambios políticos. La desigualdad, la pobreza, y la exclusión de millones de jóvenes de la posibilidad de alcanzar una vida digna, están en el fondo de nuestro fracaso democrático. No es posible avanzar en la ciudadanía política y civil si no están sustentadas en la ciudadanía social. Las generaciones del llamado “bono demográfico” se han incorporado a una sociedad que no les ofrece perspectiva alguna de futuro.

Como movimiento democrático ciudadano seguramente creímos que tendríamos ciudadanos activos e involucrados de manera independiente y autónoma en los procesos electorales si resolvíamos la cuestión electoral y que después participarían en la definición de políticas públicas y en la construcción de un nuevo proyecto nacional. Desarrollamos una utopía falsa que no se sustenta por las profundas relaciones subordinadas que caracterizan a las sociedades desiguales y racistas como la nuestra y por la creciente apatía y desconfianza de la población hacia las instituciones.

Tuvimos algunos logros como es el avance de la presencia de mujeres en los espacios de poder; la misma alternancia política en los gobiernos de distintos niveles; la incorporación de los derechos humanos en el debate público y en la Constitución, así como la posibilidad de escrutinio internacional de los gobiernos en esa materia; algunos avances en legislación e institucionalidad para proteger los derechos de varios grupos de población como la infancia, la juventud, las mujeres, la población LGTTTB, etc.;legislación e instituciones para la transparencia el acceso a la información y la rendición de cuentas; posiblemente una mayor libertad de expresión (que actualmente está volviendo a ser conculcada mediante las viejas prácticas del PRI), aunque no avanzamos en la democratización de los medios de comunicación, aspecto que algunos consideramos fundamental para alcanzar la efectiva democratización de país.

Pero también aparecieron otros demonios como es la violencia criminal y el surgimiento con ello y con el tipo de política del estado adoptado en materia de seguridad, de una nueva problemática social profunda: el fantasma de la violencia crónica con miles de víctimas que resultaron de la guerra iniciada por el Gobierno de Calderón: desaparecidos, asesinados, huérfanos y viudas, desplazados, personas con discapacidad, personas empobrecidas y una herida muy profunda por la incapacidad del Estado Mexicano para asegurar acceso a la verdad, a la justicia y la reparación del daño.

Tenemos ahora la evidencia de que estamos frente a una debilidad del Estado Mexicano que en mucho deriva del modelo de economía de mercado que mencionaba yo antes. El postulado de más mercado y menos Estado nos ha conducido a esta situación de indefensión frente a la violencia criminal y a la violencia económica provocada por los intereses de las empresas globales.

Así a las violencias estructurales históricas se han sumado violencias de nuevo cuño, que tal vez siempre existieron pero se encontraban sumergidas o eran relativamente controladas por el Estado Mexicano.

La pregunta entonces es cómo frente a este panorama de violencias históricas estructurales y de nuevas violencias, con un estado debilitado y profundamente corrupto y unas élites económicas y políticas también corruptas e impunes, podemos utilizar estrategias de activismo cívico.

Veo dos situaciones que nos dificultan las posibilidades de un activismo cívico exitoso: no encuentro la materia, el tema que provocaría la unificación de los ciudadanos activos y organizados actualmente y la incorporación de nuevos ciudadanos a la participación activa. También observo el agotamiento de la herramientas utilizadas en las luchas ciudadanas.

Respecto de las causas que generaron algún tipo de confluencia: las reformas electorales, la reforma del Estado, las reformas en materia de transparencia y rendición de cuentas para atacar la corrupción y la impunidad, la democratización de los medios de comunicación, los derechos de las mujeres y más recientemente los derechos de las víctimas y los derechos de los jóvenes, ni siquiera la gravedad de la situación de la violencia que estamos viviendo, logran despertar una conciencia ciudadana amplia dispuesta a provocar un urgente y necesario cambio en la vida política, social y económica del país a través de prácticas de activismo cívico.

Respecto de los instrumentos o herramientas de protesta y propuesta ciudadana pienso que las elites políticas y económicas se encuentran vacunadas y el cinismo y la codicia que las domina las hace inmunes. Las marchas, los plantones, el cierre de vías de circulación, los desplegados, las denuncias públicas mediante los medios de comunicación masiva, incluso el escrutinio y el reclamo internacional ya no funcionan. La calidad moral de las élites políticas y económicas es tan baja y tan compartida que se encubren y perdonan entre sí, negociando en el legislativo y mediante los poderes judiciales de manera que la impunidad es un hecho cotidiano y una bofetada constante en la cara de la población. Un ejemplo emblemático de ello es el encubrimiento creciente de la red de prostitución operada por Cuauhtémoc Gutiérrez el líder del PRI en el D.F. Al PRI nacional y al Presidente Peña Nieto no le conviene ese desprestigio cuando la intención es recuperar el control del D.F. y hay líderes de otros partidos que participan en negocios similares.

Un camino nuevo de protesta y movilización se plantea mediante el uso de las redes sociales y por la vía de la judicialización de los reclamos. Sin embargo, esta último sólo es posible si se cuenta con jueces imparciales y autónomos, cosa que también está en entredicho por la deplorable actuación de varios de ellos protegiendo casinos, empresas inmobiliarias y muchos negocios ilícitos.

Parecería que en realidad la única vía que actualmente brinda alguna esperanza es la recomposición de lo político, lo social y lo económico desde la base territorial, desde lo local, reconstruyendo la confianza, la solidaridad y una paz activa.

San Luis Potosí, 20 de mayo de 2014.