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Índice de Paz México 2023

El pasado martes el Instituto para la Economía y la Paz dio a conocer la décima edición del Índice de Paz México, un esfuerzo que permite seguir las tendencias de las violencias y de la paz en nuestro país, tanto a nivel nacional como por estados.

De la valiosa información sistematizada en el documento sólo destacaré algunos datos sobre las tendencias entre 2015 y 2022.

En ese periodo la paz en México se ha deteriorado en 14.8 %, aunque ha mejorado 3.6% en los últimos tres años. Es decir, estamos muy lejos de alcanzar siquiera los ya de por sí bajos niveles de paz que teníamos en 2015.

La tasa nacional de homicidios aumentó en 63% de 15.1 a 24.5 muertes por cada 100,000 habitantes y la de delincuencia organizada en 64.2 % desde 2015, impulsada por un aumento del 149% de la tasa de delitos de narcomenudeo.

En la última década, México se ha convertido en un lugar altamente peligroso para los activistas sociales en defensa de los derechos humanos y ambientales. Ocupa el segundo lugar más mortífero en el mundo para periodistas. En 2022 un total de 403 policías fueron asesinados. Agregaría que un número creciente de sacerdotes son asesinados, 33 en la última década. El más reciente, el de Javier García Villafaña, cometido el lunes en Michoacán. 

Desde mi óptica el tráfico de estupefacientes ha sido la actividad principal del crimen organizado en nuestro país. Lamentablemente, cambios importantes en la composición de la demanda de drogas en Estados Unidos producen mucha inestabilidad en las ganancias que recibe la delincuencia organizada. De un elevado consumo de mariguana, cambió a una mayor demanda de cocaína y a opiáceos sintéticos como el fentanilo, en los últimos años. Las drogas de diseño complejizan las posibilidades de participación en su producción y comercialización.

La política prohibicionista impuesta por el gobierno de Estados Unidos, conlleva la ilegalidad y a que las disputas entre grupos delincuenciales se diriman, con violencia. 

Al ver reducidas sus ganancias, situados en la ilegalidad, con elevados niveles de impunidad y con una política de seguridad laxa, penetran y controlan crecientemente actividades económicas legales. Someten y extraen ingresos de productores y comerciantes por la vía de la extorsión, cobro de piso, control de proveedores y de las ventas.

Asimismo, expanden su actividad a otros delitos como la trata de personas, los desalojos para tomar tierras, bosques y fuentes de agua o la extracción ilícita de combustibles, minerales y especies animales, entre otros.

Es así como la población ha llegado a estar sometida, explotada y abusada por los carteles y las bandas del crimen organizado. Sus actividades, además, están coludidas y protegidas por políticos, empresarios y militares que, con ello, acrecientan su riqueza y su poder.

En razón de esta gravísima situación, varias organizaciones de la sociedad civil han colocado como prioridad en sus agendas, la consecución de paz y la reducción de las violencias.

La 4T y la desigualdad en salud y alimentación

Estamos de acuerdo con la 4T en que la desigualdad y la pobreza afectan a millones de mexicanos y mexicanas. Que las políticas que privilegian el funcionamiento del mercado como mecanismo de distribución del ingreso, exacerban esos problemas.

Actualmente en nuestro país al menos 14 familias están incluidas en la lista de Forbes con más de 1,400 millones de pesos. Aún en este pequeño grupo, las diferencias son muy grandes: la de Carlos Slim Helú cuenta con 93,000 millones de pesos, una riqueza 66 veces mayor a la de Alfredo Harp Helú. Otras familias en la lista son Larrea, Salinas Pliego, Bailleres y Aramburuzabala.

En la otra punta de la distribución, en 2020 se encontraban 10.4 millones de personas en pobreza extrema, mismas que aún si dedicaran todo su ingreso a la compra de alimentos, no podrían adquirir los nutrientes necesarios para lograr una vida sana.

Cuatro años de políticas de la 4T ¿han modificado en algo esta gran desigualdad?

Indudablemente, elevar sustantivamente los salarios mínimos y llevar a cabo reformas en materia laboral, son medidas importantes tomadas por la actual administración.

Sin embargo, muchos esperábamos acciones para reducir las desigualdades en materia de salud, educación y acceso a servicios básicos. Se optó en cambio por una mala estrategia de transferencias monetarias directas que generan gran dependencia de quienes las reciben.

Hasta el momento los dos mayores fracasos de la 4T se han expresado en dos derechos humanos   de gran relevancia: el acceso a la alimentación y el acceso a la atención en salud.

La extracción de 15 mil millones de pesos de Seguridad Alimentaria Mexicana (SEGALMEX), el doble de los extraído por el PRI en la “Estafa Maestra”, afectan claramente a los mexicanos en pobreza extrema que experimentan hambre, así como a los productores de alimentos. Además, aumentan nuestra creciente dependencia de importaciones.

Los actos de corrupción hasta ahora detectados en SEGALMEX no explican el enorme fraude cometido. Obviamente, nunca sabremos a donde fue a parar el dinero extraído de nuestras contribuciones.

Por su parte, la reducción en cuatro años de la esperanza de vida de las y los mexicanos, así como un millón de muertes por encima de la tendencia histórica en 2020 y 2021, resultan del fracaso del Instituto Nacional para el Bienestar (INSABI), del pésimo manejo de la pandemia y de la compra de medicamentos por el gobierno federal. Dos buenos ejemplos son 22 millones de recetas no surtidas por el IMSS-Ordinario en 2021 y el aumento de 70% de los gastos de bolsillo en salud de la población más pobre.

Es así que, en los cuatro años transcurridos, la 4T terminó contribuyó al aumento de las carencias y de las desigualdades en materia de alimentación y salud, mientras que los milmillonarios, bien gracias.

Otro clavo más a la concentración del poder

El 18 de abril la presidencia de la República envió una iniciativa de reformas a la Ley Orgánica de la Administración Pública para suprimir, fusionar o incorporar 18 instituciones.

Entre las que se propone fusionar están por lo menos cuatro que protegen los derechos y promueven políticas y programas entre varias instancias y niveles de gobierno.

Se trata del SIPINNA para la infancia y la adolescencia, el INJUVE para las juventudes, el INAPAM para las personas mayores y la COMAR que atiende a los refugiados. 

También será fusionado el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) que promueve la preservación y desarrollo de las lenguas indígenas que se hablan en el territorio nacional.

En una larga y bien estructurada exposición de motivos de la iniciativa se señala que “La reorganización que se propone permitirá eliminar la dispersión de recursos públicos, para dirigirlos al cumplimiento de las funciones sustantivas del Estado que consisten en satisfacer necesidades sociales y construir infraestructura indispensable para el desarrollo nacional”.

Hay cuatro planteamientos que considero sustentan la propuesta:

Que la proliferación y dispersión de organismos descentralizados y desconcentrados, responde a una política neoliberal de la administración pública que buscó satisfacer los intereses de los empresarios, académicos y de organizaciones sociales y civiles.

Que la administración central del gobierno federal, formada esencialmente por las Secretarías de Estado, cuenta con la capacidad y el interés de diseñar, incluir y coordinar políticas transversales con enfoques multidisciplinarios para cumplir con las obligaciones de proteger, respetar, promover y garantizar los derechos humanos de los grupos de población mencionados.

Que, con los programas como la Pensión para adultos mayores, Jóvenes construyendo el futuro, Becas para el Bienestar Benito Juárez, Becas para la población con discapacidad, entre otros, el gobierno federal atiende los derechos de esas poblaciones, simplificando los mismos a entregas de dinero.

Que la participación de representantes de las poblaciones referidas, de organizaciones y de  expertos en su problemática, podrá realizarse en las secretarias de la administración central del gobierno federal. Ello si cambiara la política de cerrazón actual al diálogo.

Sería muy útil que el Congreso conociera de los riesgos de falta de comprensión de la complejidad de las necesidades y problemas que aquejan a estas poblaciones, de las experiencias previas con dependencias federales que tienen responsabilidades muy amplias, así como del histórico desinterés de las y los secretarios por apoyar políticas y programas cuya coordinación cae en otras secretarías, por eso de no dejar que otros se cuelguen las medallitas, si los programas tienen éxito.

Las instituciones no son las corruptas, redundantes e inservibles son las personas que las dirigen, de la reducción de los recursos que se les asignan y de la ausencia de una política social comprensiva.

Franquicias sociales ante la nueva ola de inversiones industriales

Sería una ingenuidad esperar que en México los gobiernos y las nuevas empresas prevean y realicen las inversiones requeridas para atender las necesidades de servicios sociales de las personas trabajadoras y sus familias, que se movilizarán en busca de empleos e ingresos, ante la relocalización industrial que está teniendo lugar.

Por años hemos atestiguado la insuficiencia de los servicios públicos de salud, educación, transporte y de infraestructura urbana como calles pavimentadas, drenaje, distribución de agua, así como la falta de mantenimiento de los existentes. Con los cambios de gobiernos programas sociales que daban alguna esperanza como las escuelas de tiempo completo, la recuperación de espacios públicos, las estancias infantiles, de prevención de las violencias, han sido abandonados.  

Hemos vivido con la esperanza de que el Estado provea servicios de salud, educación, seguridad social, energía y acceso al agua de calidad con cobertura universal o al menos, para quienes no pueden acceder con sus propios recursos. Con cada cambio de gobierno nuestras expectativas se ven frustradas.

Las tendencias de los últimos tiempos parecen apuntar hacia rumbos distintos. Se trata del surgimiento de una serie de iniciativas de servicios sociales que son realizados por entes privados a bajo costo, para las poblaciones de menores recursos.

Un ejemplo son los consultorios adyacentes a las farmacias que proporcionan el nivel básico de salud, tan abandonado por los gobiernos. Dan una atención rápida y cercana, a cambio de comprar los medicamentos en la farmacia correspondiente.   En 2021 proporcionaron una de cada cinco consultas médicas en el país.

Otro ejemplo son los servicios de Salud Digna que incluyen consultas médicas, lentes, estudios de imagen y de laboratorio a precios muy accesibles. Existen más de 170 en 80 ciudades en México.

Nada que ver con las cadenas privadas que aprovechan el mercado de las poblaciones pobres ofreciendo una variedad de productos chatarra y servicios financieros abusivos para despojarlas de sus precarios ingresos.

Frente a la incapacidad y el desinterés de larga data, mostrado por el Estado mexicano para ampliar el presupuesto y mejorar la calidad y la disponibilidad de servicios sociales públicos ¿será posible que empresas socialmente responsables desarrollen otros servicios sociales accesibles y de calidad para combatir la enorme desigualdad que prevalece en el país?

En ese propósito podrían crearse sinergias interesantes entre organizaciones civiles, sociales y comunitarias y agentes desarrolladores de modelos de atención, bajo un formato de franquicias sociales. Su debida puesta en práctica, sus precios y su funcionamiento sería vigilado por mecanismos de contraloría ciudadana, frente a la destrucción intencionada de capacidades de regulación del Estado.

Los riesgos sociales del «nearshoaring»

Un tema de gran actualidad se refiere al “nearshoring”, esto es la relocalización de plantas industriales, tanto ensambladoras como productoras de partes, en territorios más cercanos a los mercados finales.

México está en el ojo de esta nueva tendencia, sin una estrategia que le permita aprovecharla en beneficio de una población tan carenciada como la nuestra.

Desde una perspectiva humana lo que podría ocurrir con la relocalización de empresas en México, confirmaría mi predicción de hace veinte años cuando señalé que Ciudad Juárez era una ventana hacia el futuro del país. En esa ciudad se vivía un nuevo auge de las empresas maquiladoras con una fuerte demanda de trabajadoras y la aparición del homicidio de mujeres por razones de género, posteriormente nombrados como feminicidios.

En 2001-2003 un grupo de organizaciones civiles realizamos un primer estudio socioeconómico para conocer las causas y los efectos de las violencias en esa ciudad.

Como resultado del mismo se hizo evidente el enorme descuido de los gobiernos y la gran irresponsabilidad de las empresas, al no prever los requerimientos para la vida que surgirían a partir de la migración de miles de personas en busca de oportunidades laborales y de ingreso.

Por el contrario, con recursos de los programas sociales se construyeron parques industriales para atraer inversiones. Se desatendió completamente el desarrollo de viviendas dignas, servicios urbanos (calles, agua, drenaje, alumbrado, energía) escuelas, guarderías, estancias infantiles, servicios de salud y de transporte.

Los partidos políticos promovieron invasiones de tierra, las viviendas se construían con deshechos de las plantas maquiladoras. Las mujeres trabajadoras se tenían que trasladar al centro de la ciudad y de ahí tomar camiones para acudir a sus centros de trabajo. En esos traslados desparecían algunas, otras eran violadas y otras más asesinadas.

La ciudad duplicó su población en pocos años, 50% eran migrantes. Debido a la especulación del suelo, Juárez creció horizontalmente haciendo los traslados más prolongados.

Los adolescentes abandonaban los estudios en la secundaria para esperar, sin mayor ocupación, cumplir 16 años a fin de entrar a la maquila. Paulatinamente fueron reclutados por los carteles de la droga.

¿Tendrá idea el joven gobernador de Nuevo León del efecto en la convivencia y el bienestar de la población del traslado de varias empresas desde China y de la instalación de la gran planta de Tesla? ¿Tendrá alguna estrategia para evitar que su estado se convierta en una Ciudad Juárez ampliada?

¿Dejará el gobierno federal de tratar de resolver la pobreza mediante transferencias monetarias directas? ¿Asumirá sus obligaciones de respetar, promover, proteger y garantizar los derechos humanos de los habitantes de México? ¿Desarrollará alguna estrategia para evitar como efecto de la relocalización una profundización de las violencias en el país?

Escuchar para impartir justicia

Transcurrió el 8 de marzo con gritos y cantos de miles de mujeres de la diversidad social y etaria. Mostraron que están empoderadas, sin sumisión y sin miedo a manifestarse. Nos recordaron que las violencias, las desigualdades y la discriminación por razón de género persisten y se agudizan en un contexto nacional de polarización e impunidad. 

Arribaron a la Plaza de la Constitución en el transcurso de varias horas, como ríos que fluían desde más de 70 puntos de la Ciudad de México, portando simbólicas prendas verdes y moradas.

De las instituciones del estado, cuyos responsables se guardaron en sus oficinas rodeadas de vallas metálicas, se escapó y destacó la voz de la ministra Norma Lucía Piña Hernández, actual presidente de la Suprema Corte de Justicia por mérito propio.

Al reconocer, por medio de un importante mensaje difundido en las redes sociales, las deudas históricas del sistema judicial y la falta de efectividad de la impartición de justicia hacia las mujeres, se comprometió a una escucha permanente y progresiva, las voces de las mujeres que sufren diversas formas de “vulnerabilidad acrecentada”.

La ministra marca así un cambio histórico respecto de la alejada e inaccesible forma de proceder de la Suprema Corte con la población en general, al establecer un compromiso de escuchar directamente a las mujeres.

Ha sido la Corte el poder del estado mexicano que con mayor lentitud incorporó la perspectiva de género en sus trabajos. La ministra Piña es la primera mujer en presidir la Corte y aún no se alcanza la paridad, en la composición de ésta.

Fue el poder que creó más tardíamente un área especializada en los temas de género y en introducir esa perspectiva en la impartición de justicia, materia en la que sigue existiendo una gran deuda.

Proponerse escuchar directamente a las mujeres para mejor atender a sus problemas, marca una clara diferencia respecto de la sistemática y sostenida negativa del presidente de la República para dialogar y conocer de viva voz sus problemas y reconocer sus enormes aportaciones y capacidades para hacer de México un país justo.

Sólo conociendo y atendiendo los dolores y las ingratas experiencias que viven todos los días las personas, y en especial las mujeres, en el campo, en las ciudades, en las fronteras, en los reclusorios, en las escuelas, en el transporte, en los tribunales o en los ministerios públicos, será posible transformar el ejercicio del poder en nuestro país. 

La presidente de la Suprema Corte de Justicia, la maestra   Piña, cuenta con el apoyo de muchas personas que lamentamos las mentiras y el maltrato de que ha sido objeto por quienes se arrogan representar al pueblo. 

Por el bien de todos y todas deseamos que logre un profundo cambio en el acceso a la justicia, aunque reconocemos que su tarea es más difícil, sin fiscalías autónomas, profesionales, actualizadas y comprometidas con una buena procuración de justicia.

Nuestra credencial electoral en gran riesgo

En México estamos por destruir el instrumento que asegura la identidad de la población con 18 años y más: la credencial electoral.  Es el único medio de identificación reconocido por autoridades, bancos y notarías. Hay sólo una para cada ciudadano, cuenta con candados que dificultan su falsificación.

La puesta en práctica del llamado Plan B en materia electoral, conlleva despedir al 85% del personal del Instituto Nacional Electoral lo que significa destruir las capacidades profesionales desarrolladas durante 30 años, para expedir y actualizar alrededor de 96 millones de credenciales de elector.

En la década de los años noventa del siglo pasado, cientos de miles de mexicanos y mexicanas dejaron de ser ¨no-personas¨ por no contar con actas de nacimiento o de bautizo, cartilla militar, licencia o pasaporte. Cada vez que realizaban algún trámite, pasaban por un viacrucis o simplemente no podían realizarlos. Ahora bastaba con que acudieran al IFE con dos personas que atestiguaran su identidad, para obtener ese documento mágico con su fotografía que les abría puertas, hasta entonces cerradas.

Por muchos años el padrón electoral fue manejado por el gobierno. La desconfianza en el mismo era una de las fuentes principales de controversia en los procesos electorales. Aparecían nombres repetidos, de personas muertas o que no existían. Una misma persona votaba varias veces con credenciales distintas. Ello permitía a los gobiernos priistas controlar las elecciones.

El enojo ciudadano y de los partidos de oposición provocó que en 1990 el gobierno priista, tomara la decisión de generar un padrón nuevo y credenciales con candados de seguridad, tarea que fue encabezada por Carlos Almada y Manuel Herrero.

Personalmente me tocó participar en dos procesos que permitieron asegurar la calidad y veracidad del nuevo padrón electoral que fue transferido en 1996, al IFE ciudadano y autónomo.

En 1994 el Dr. Jorge Carpizo, en ese entonces secretario de Gobernación, convocó a un comité ciudadano, formado por ocho investigadores, para que vigiláramos una gran auditoria de los procesos implícitos en el desarrollo del padrón. Esta fue realizada por varias empresas especializadas. En esa vigilancia a la auditoria participaron también los partidos políticos.

Comprobada la confianza en el nuevo padrón, acepté en 1997, la dirección del Registro Federal de Electores, en apoyo al primer consejo ciudadano del IFE autónomo, encabezado por José Woldenberg.

Si la Suprema Corte de Justicia permite que el Plan B en materia electoral se ponga en práctica, más de treinta años de esfuerzos y miles de millones de recursos públicos, invertidos para crear un padrón y credenciales electorales confiables, se irán a la basura.

Restaurar el daño que se causaría tomaría nuevamente, varias décadas y muchos recursos.

Destruir las seguridades que permiten al ciudadano ejercer sus libertades y ser reconocido como persona digna, es una mala forma de ejercer el poder.

Mujeres de poder

La Silla Rota

01.08.2023

Después de varios años de observar la vida política en México, uno puede aventurar que existen tres tipos de mujeres que participan en posiciones de alto nivel: las que son excelentes secretarias ejecutivas, las que son autónomas y las que gustan de estar en el candelero político.

En nuestro país llamamos políticos a las y los que aspiran al poder sobre otros. Lo hacen buscando puestos de elección, ya sea encabezando los poderes ejecutivos o integrando los legislativos.

Hasta ahora, las candidaturas para la presidencia de la República surgían de los integrantes del gabinete saliente o de los gobernadores. Eran personas con experiencia en la administración pública.

En el legislativo, durante varias décadas la experiencia se adquiría pasando de una cámara a otra o a los congresos locales. Con la reforma constitucional de 2014 de los artículos 59, 115 y 116 se incluyó la reelección de senadores, diputados, presidentes municipales, regidores y síndicos.

Las y los políticos en México se mueven en tribus o en mafias: el jefe o jefa tiene la obligación de colocar a las personas que integran su tribu. Así, son las tribus en las cúpulas de los partidos políticos las que deciden a quiénes postularán para las siguientes legislaturas. Poco tiene que ver su experiencia o su desempeño previo en la promoción y defensa de los derechos ciudadanos.

Al observar a las mujeres que participan actualmente en puestos políticos de alto nivel, uno puede aventurar que son de tres tipos:

Las que funcionan como directoras o secretarias ejecutivas. Tienen elevadas capacidades de concreción de proyectos, recursos para resolver requerimientos o problemas, una gran lealtad y obediencia hacia sus jefes. Estos, que son generalmente hombres, funcionan como generales dando órdenes, teniendo ocurrencias o haciendo promesas, siendo ellas las que logran ponerlas en práctica. Su destino político está en manos de sus jefes, que las explotan y en ocasiones, las promueven como una forma de prolongar su poder y asegurar a su tribu. Por ello, gozan de poco margen para formar sus equipos de trabajo.

Las mujeres autónomas. Son fuertes, inteligentes, creativas, con opiniones y posiciones propias; saben decir no, tienen mayor libertad para moverse, cuentan con recursos para resolver problemas y son más directas para hacerlo. Generalmente no cargan con tribus. Forman sus equipos considerando las capacidades y conocimientos de las personas.

Las mujeres que se prestan a llenar cuotas. Les gusta figurar y estar en los candeleros políticos, tener posiciones e ingresos. Buscan constantemente el reconocimiento y la alabanza. Dependen mucho de sus equipos de trabajo.  Saltan de un partido a otro. Se prestan a apoyar y promover todo lo que les instruya quién las subió al poder.

En los gobiernos y congresos actuales es posible identificar nombres de mujeres representativas de cada una de estas categorías. Por el bien de la creciente participación de las mujeres en política, ojalá y el balance futuro no se incline hacia el tercer grupo.

Una nueva ola de autoritarismo

La Silla Rota

24.10.2024

La decisión tomada por el Consejo del INE con el voto de siete consejeros para otorgar la mayoría calificada a la coalición de Morena en la Cámara de Diputados responde a nuestra vocación en favor de regímenes autoritarios y centralistas.

En los 200 años de vida independiente de México han existido tres prolongados regímenes autoritarios. En 2018 iniciamos el cuarto.

Antonio López de Santa Anna dominó la vida política por 32 años, entre 1823 y 1855. Fue once veces presidente y dos veces gobernador. A partir de 1876, Porfirio Díaz duró 34 años en el poder. El PRI controló al país por 71 años desde 1929 y colocó a 14 presidentes. En todos ellos hubo un dominio del poder ejecutivo federal sobre el congreso y el poder judicial.

La Constitución de 1924 definió que los Estados Unidos Mexicanos serían una república representativa, democrática, laica y federal. Sin embargo, en el siglo XIX por cerca de 50 años, se dio una batalla entre centralistas y federalistas debido al poder que tenían los jefes regionales. Es a partir de Porfirio Díaz que el ejecutivo federal empezó a controlar también a las gobernaturas.

Desde el año 2000, por un corto período de sólo 24 años, tuvimos alternancia de los partidos en la presidencia y en las gobernaturas, congresos plurales, una mayor independencia, al menos, del poder judicial federal, y la creación de varios órganos autónomos.  Parece que estamos retornando al inicio de una nueva ola de centralización del poder en la presidencia de la República. En esta ocasión con mayores posibilidades de acallar cualquier disidencia por la ampliación de las causas de prisión preventiva y por la militarización.

Otros ejemplos del retorno al autoritarismo son la desaparición en curso de varios órganos autónomos creados para quitarle al gobierno federal las herramientas que usó el PRI para mantenerse en el poder durante 71 años.

El gobierno de Morena busca recuperar el control y organización de las elecciones al subordinar al INE y al TEPJF; concentrar en lo que queda de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, las concesiones para el uso, aprovechamiento y explotación del espectro radioeléctrico, las redes y  los servicios de radiodifusión y telecomunicaciones. El control del acceso a la información gubernamental y a la protección de los datos personales se pasarán a la inútil Secretaría de la Función Pública; al INEGI se le agregará la evaluación de programas sociales. Ahora la llaman “austeridad republicana”, hermana de la austeridad neoliberal.

El peor atropello de todo el llamado Plan C a la seguridad ciudadana, son los cambios propuestos para la elección por voto popular de las autoridades del Poder Judicial. Somos un país en donde el Estado ha perdido el control de al menos, una tercera parte del territorio en manos del crimen organizado.  Un país que vive una ciudadanía de baja intensidad por el desinterés de los gobiernos de las últimas cuatro décadas para avanzar en la realización de los derechos humanos de la población.

En lugar de ser la 4T, por “cuarta transformación”, debería ser la 4R por la “cuarta regresión”. Tendremos un septiembre lleno de obscuridad.